-Aquí no queda nada.- Dijo el hombre.
-¿Cómo?-Respondió Ethan.
-He dicho… nada, no he dicho nada,-el hombre se levantó, dejando en la silla un manto de piel de oso- ¿Creíais que podíais venir y tomar lo que quisieseis?
-No entiendo de qué me hablas.
-Claro que no, venís con las armas listas para darme muerte, solo quedamos unos pocos, pero podemos defendernos, vais a pagar…
-Tranquilo Ox.- Un segundo hombre entró en la habitación por una puerta que dejó entrar un viendo helado.- Señor, ¿me podría decir qué hacen en mi pueblo armados?
-Él es un mercader y yo su guardaespaldas, al ver el pueblo completamente vacío y las chimeneas sin humo pensamos que tenía que suceder algo.
-Algo pasó, unos hombres bandidos vinieron y violaron a nuestras mujeres y se llevaron todo lo que encontraron matando a muchos de nuestros hombres, enviamos un hombre a Keepersburg pero, antes de saber nada de él, los bandoleros volvieron y mataron a la mayoría solo dejaron a Duj, un anciano medio ciego para que nos dijera que volverían y quemarían el pueblo si no teníamos su dinero, y se llevaron a nuestras mujeres y a los hijos.
-¿Qué dinero?
-No lo se, dijeron algo así como que eran los nuevos señores del pueblo, que nunca más estaríamos a las órdenes de Keepersburg.
“Unos días después aparecieron los caballeros de la ciudad pero dieron el pueblo por perdido, buscaron a los bandoleros y nos ofrecieron escoltarnos hasta la ciudad para que nos quedásemos allí, pero dijeron que con la nieve era imposible encontrar huellas de los bandoleros con tantos días de de diferencia y que era un riesgo salir y correr el riesgo de perderse en el bosque. Aquí nos dejaron, nosotros no queremos dejar el pueblo, son nuestras casas, nuestras tierras.
“Al veos llegar así, armados, nos dio miedo de que fuera un nuevo ataque y fueseis solo una avanzadilla. Tenéis que perdonarnos, Ox perdió a toda su familia mientras él estaba en el bosque de caza.
-Lo siento mucho,- dijo Ethan- nosotros solo queríamos pasar la noche.
-Ox, suéltalos.
El hombre se acercó y quitó las cadenas de sus manos, Raüm seguía dormido, roncando suavemente con cara de felicidad, Ethan le sacudió un poco pero no consiguió despertarle, así que le dejó allí. Dieron algo de carne fría a Ethan, que no se atrevían a encender las chimeneas para que los bandidos pensasen que no había nadie.

Una Daga en la Noche by Adrián García Maganto is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-No comercial-Sin obras derivadas 3.0 España License.
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