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miércoles, 24 de diciembre de 2008

Día 24.- Antiguas historias

Ethan debió poner una cara extraña pues Kaudor sonrió, tenía los dientes amarillentos y algo descolocados, pero lo más sorprendente eran los colmillos, tenían un tamaño desproporcionado, sobresalían sobre el resto de los dientes.

-Trekia ha sido amiga de nuestros principales aliados en el este desde que se creó y, consecuentemente, amigos nuestros.- Kaudor tomó aire un segundo y continuó hablando.- Cuenta la leyenda que cuando los primeros bárbaros del norte llegaron al territorio que ahora se conoce como Trekia, se establecieron allí, adaptando sus costumbres y aprendiendo de las tribus que allí habían habitado durante cientos de años y enseñando lo que ellos habían aprendido, descubrieron el por que de que aquel lugar no estuviese habitado más que por unos pocos, en vez de ser una civilización, Var-Kandik, que aún no se había dividido había acabado con la civilización de ese territorio.

“Cuando los Trekianos llegaron allí y defendieron aquel territorio, años después comenzaría la separación de Var-Kandik en Norte y Sur, los Kandisios, que ya entonces poseían los principales puertos marítimos de aquella zona, se aliaron con Trekia y, por supuesto, obtuvieron nuestro apoyo.

“Una vez terminó la Primera Guerra Civil de Kandisios y Kandinos los Trekianos viajaron hacia el este para agradecer nuestra ayuda y aprender de los pueblos dragoneros. Desde entonces mi familia siempre ha viajado a Trekia al menos una vez cada dos o tres primaveras (aunque esta vez nos hemos adelantado), para dar las gracias, ya que, sin ellos los kandisios habrían desaparecido, y la situación con Var-Kandik del Norte nunca sería tan buena.”

-Interesante, no conocía esa parte de la historia de Trekia, a pesar de saber que son bárbaros y grandes médicos, creo que es lo que más se sabe de ellos. Hablando de Trekia, hay un grupo de bandidos, kuhaitines diría yo, por estas tierras, deberíais tener cuidado.

-Son tribus peligrosas, están locos, no me extraña que los fundadores de Trekia dejaran el norte y se separasen de sus hermanos.

“ No se, de todos modos ¿dónde vais? y ¿quién es vuestro amigo?

-Vamos hacia el norte, a un pueblo llamado Treefield, escolto a esta persona, un mercader de gran corazón a su casa.

-No conozco ese lugar, pero deberíais tener cuidado, el camino está mucho peor cuanto más al norte viajéis, además los lobos andarán hambrientos con tanto frío y los bandidos también.

Al poco de despidieron, habían perdido casi una hora y ya era hora de comer algo, así que pararon para descansar un rato y comer algo rápido.


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martes, 23 de diciembre de 2008

Día 24.-Reanudar la marcha

Habían tomado el camino hacia Treefield, pueblo de Raüm, aquella misma mañana, sin hablarse, el mercader no quería cruza palabra con Ethan, y él sabía que le culpaba de la indudable muerte de los hombres de Farmhill y, aunque sabía que quedarse allí solamente podría haber significado la muerte de todos, se sentía culpable.

“Habrías sido capaz de acabar con diez kuhaitines con tus propias manos-se dijo- tienes miedo. No, no tengo miedo, no me puedo culpar por querer vivir, por no permitir que se entregue mi vida a una causa perdida. ¿Perdida? Habríamos perdido a decenas de hombres de haberlos tenido, si hubieran decidido replegarse y marchar a Knight’s Field ahora estarían vivos y quizás podrían conseguir ayuda de los caballeros de Keepersburg para recuperar el pueblo y a sus familias; si es que siguen vivos.”

Raüm marchaba unos pasos detrás de él con los hombros caídos y la cabeza gacha, habían parado a comer y no había comido nada hasta que Ethan se lo dio en la mano, con tal de no dirigirle la palabra, había bebido bastante, el mercenario no entendía muy bien como conseguía mantenerse en el caballo, pero al mercader parecía no afectarle sumido como estaba en la pena.

Llevaban horas cabalgando entre la profunda nieve, cada vez subían más, pero el camino estaba bien, a pesar de no llevar nada de tráfico, durmieron a la intemperie una noche más y, cuando reanudaban el camino vieron un grupo de hombres bajar por el mismo camino en dirección contraria, serían unos veinte o veinticinco, viajaban con carros y pesados caballos de guerra, eran altos y fuertes, de espaldas anchas y pelo oscuro, menos de la mitad eran mujeres, pero iban igualmente ataviadas, con capas de pieles sobre armaduras de cuero endurecido tachonado, iban armados con largas espadas y pesados martillos y en vez de arcos portaban pesadas ballestas. Ethan inmediatamente pensó en un señor y su guardia personal, aunque no era capaz de ver estandarte o pendón que indicase rango alguno, tampoco llevaban libreas.

Sabía que les habían visto, así que decidió continuar su camino aunque Raüm le tomara por el brazo.

-¿Quién son?

-No se, quizá algún señor menor con su séquito.

-¿Sin pendones?

-Quizá sea algún mercader sureño.

-Pues debe portar valiosas mercancías.

-Lo mejor para saber, es preguntar, ¿no crees?- Ethan espoleó a su caballo y se adelantó, ante aquel gesto los ballesteros le apuntaron con sus armas, a lo que Ethan respondió tirando un poco de las riendas para detener a su corcel y luego levantó las manos.

Dos de los hombres se acercaron y se colocaron detrás de él, les miró con una amplia sonrisa. Otros dos más se le acercaron.

-No hace buen día para andar de paseo ¿maese…?- El que habló era posiblemente el más grande los hombres, con una larga barba marrón y un casco rodeado de una cinta de piel de marta con protecciones de metal.

-Ethan Edhamson de Krom.

-Hermoso lugar Krom, tiene unos valles muy hermosos, sobre todo en primavera. Mi nombre es Kaudor hijo de Kaunos hijo de Kauntor, señor de Frazzar, y este es mi primogénito Kaubaros.

-¿Frazzar, dónde queda?, he viajado bastante pero nunca había oído hablar de ese lugar.

-Quizá porque los occidentales nunca soléis llegar a los Acantilados de los Dragones, ¿Quizá te suene Corisain? Frazzar se encuentra algo más al noreste.

-¿Corisain? Eso está muy lejos, ¿qué os trae tan lejos de vuestro reino?

-¿Reino?, jajaja, condado más bien. Marchamos hacia el oeste, a Trekia.


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lunes, 22 de diciembre de 2008

Día 21 al 23.- Una amarga victoria

Cuando Ethan supuso que los arqueros habrían llegado al otro lado desplegó a los que quedaban con él. Él y los cuatro arqueros tomarían posiciones mientras Ox y Raüm esperarían a la carga del enemigo para enfrentarse a ellos en combate cuerpo a cuerpo, momento en el que el mercenario dejaría su arco y tomaría posición junto a ellos con su espada en alto.

Al ver al grupo de arqueros los kuhaitines emprendieron la carga, dos cayeron con la primera andanada, pero continuaron cargando, de pronto mas flechas les alcanzaron por la espalda derribando a otro, si bien no detuvieron la carga, una segunda andanada de flechas acabó con tres bárbaros más en el suelo, pero los cuatro restantes alcanzaron a Ox y Raüm derribándolos sin problemas, Ethan tubo que ordenar la carga de todos los arqueros, esperaba abrumarlos con su proporción de dos a uno hasta que llegasen los otros arqueros.

El ataque de los kuhaitines continuó acabando con dos de los hombres de Ethan, pero este era un guerrero experimentado y mantuvo a los otros dos entretenidos mientras el resto eran masacrados y despedazados, Ox apareció delante de Ethan con su hacha en alto y la descargó sobre uno de los bárbaros que respondió con un giro para detener el golpe, luego giró sobre si mismo y con una estocada certera clavó su larga espada en el abdomen de Ox, Ethan aprovechó el momento para dar muerte a su contrincante sin mucha dificultad, pero el bárbaro restante aún encontró fuerzas para dar muerte a otro hombre antes de que Ethan y Raüm lo ensartasen.

El balance era muy desalentador, ocho bárbaros muertos y dos heridos y por su parte habían muerto tres hombres y Ox herido de gravedad, en realidad era una victoria abrumadora, pero a él le quedaban, a penas, once hombres en total, de los que uno estaba herido y medio cojo y Ox estaba a punto de morir.

O llegaban refuerzos pronto o tendrían que huir. Si el poblado de los kuhaitines no tenía noticias de sus hombres mandarían un nuevo ataque y esta vez no serían diez hombres, habría al menos el doble y seguro que no cometerían la misma estupidez de no mandar arqueros.

Ox se debatía entre la vida y la muerte con una fiebre altísima, el hombre que había curado al congelado no sabía que hacer con aquella herida, era demasiado profunda y no era capaz de detener la hemorragia. El sudor perlaba la frente de Ox que enfebrecido mandaba a un imaginario ejército cargar hacia los bárbaros. Habían tenido que atarle pues no paraba de moverse en la cama, cada poco tiempo le cambiaban las mantas empapadas en sangre, Caurt lloraba ya la muerte de su amigo, que no tardó en producirse y, a pesar de sentirse apesadumbrado por la pérdida, Ethan se dio cuenta de que era mejor así, sus gritos habrían indicado a los bárbaros dónde estaban.

-Todos sentimos lo de Ox, Caurt,- dijo Ethan,- pero no podemos quedarnos en el pueblo, ya has visto lo que ha pasado y la próxima vez no tendremos tanta suerte, los que nos atacaron eran solo una avanzadilla, hemos interrogado a los dos bárbaros que sobrevivieron al ataque hasta matarlos y no han dicho nada.

-Pero no podemos abandonar el pueblo, tenemos que defenderlo.

-¿Cómo?

-Montemos barricadas

-¿De que serviría?, no podemos defenderlas, no tenemos suficientes hombres y en cuanto nos ataquen con cuatro arqueros y otros diez guerreros, nos tendrán a su merced, debemos dar gracias de haber sobrevivido para ver el nuevo día.

-Ethan tiene razón Caurt.- Interrumpió Raüm,- queremos ayudaros, pero deberíais huir a Knight’s Field, y tratar de encontrar el apoyote los caballeros de Keepersburg, quizá, de ese modo tengáis alguna posibilidad.

-Caurt.- Dijo Ethan con su voz más comprensiva.- Hemos hecho lo que hemos podido, pero dos cargas más como esta y no quedará ni uno de nosotros, además Raüm y yo hemos de partir hacia el norte antes de que los caminos queden intransitables, ya hemos retrasado mucho tiempo nuestra partida y quedarnos aquí solo conseguirá que acaben con nosotros.-Raüm le miró dispuesto a interrumpir, pero Ethan le mandó callar con la mano.

Al día siguiente los hombres de Caurt partieron a primera hora, Ethan se sentía como cuando le habían drogado, con un intenso dolor de cabeza, pero siguió un poco las huellas para darse cuenta de que iban hacia el bosque, algo murió en su corazón aquel día, pero él y Raüm, ya no podían hacer nada, debían partir hacia el norte de inmediato.



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viernes, 19 de diciembre de 2008

Día 21.-El ataque

Tomaron aliento y se refugiaron bajo sus mantas, la noche era helada, habían hecho un pequeño fuego que a duras penas podía calentar algo el gélido ambiente, llevaban algo de comida, así que decidieron comer algo caliente antes de continuar. Habían caminado durante horas, siempre en círculos, cada vez más cerca de su objetivo que estaba marcado en un árbol, tratando de hacer el mínimo ruido, cada vez que producían un ruido excesivamente alto, Ethan los hacía retroceder para ocultarse de nuevo, una vez más giraron hacia el objetivo en absoluto silencio.

El mercenario hizo un gesto con la mano y todos prepararon sus arcos y se dispusieron en un semicírculo que rodeaba un lateral del objetivo, se dio la orden de tres andanadas y luego Ethan se acercó a comprobar el resultado.

“Está bastante bien”, pensó, “quizá si no nos oyen tengamos alguna posibilidad”.

-Buen trabajo, vamos a repetirlo, recoged vuestras flechas y…

Un silbido atravesó el silencio, no era muy fuerte pero estaba bien dirigido, por suerte el viento soplaba hacia ellos, desde el pueblo con lo que empujó al sonido. Ethan dio una orden y todos corrieron junto a él hacia el pueblo, al acercarse, entre los árboles pudieron ver el reflejo del fuego entre las casas, había unos 10 hombres y tenían a Juil, el hombre que se había quedado como vigía, atado a un poste de madera.

Ethan y sus hombres continuaron emboscados, estaban demasiado lejos como para acertar a los invasores bárbaros, sin duda eran kuhaitines. Tenían que rodearlos como habían hecho en su ejercicio, no sería mala idea hacer dos grupos aunque, sin duda, uno de ellos debía llevar el peso del ataque cuerpo a cuerpo.

Decidió enviar un grupo de cuatro arqueros a que rodearan el pueblo y él con el resto tratarían de avanzar lo más posible y aguantar la carga.

Ox y Raüm se prepararon para avanzar, no eran buenos arqueros así que ni siquiera llevaban arcos, sin embargo, si iban armados con hacha y espada respectivamente y con sus escudos.


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jueves, 18 de diciembre de 2008

Adaptación al ROL de Una Daga en la Noche en MERP

Este post es fuera de narración

Pronto os presentaré la descripción de las razas de de este mundo para utilizarlas en vuestras partidas de rol de MERP, para los que no lo sepan, es el clásico e inmejorable sistema de El Señor de los Anillos.

Es mi juego de Rol de referencia, para mi es el sistema definitivo; con su sistema de D100, en detrimento del D10 que no me acaba de convencer, a pesar de ser el que más ha crecido en los últimos tiempos.

No obstante, al no existir un juego propio, si no una adaptación, acepto sugerencias para la adaptación a otros juegos, aunque en ese caso, necesitaría de expertos para el cambio, sobre todo, de las características.

Pronto lo podréis tener, un saludo.



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miércoles, 17 de diciembre de 2008

Días 15 al 21.- Entrenando a los hombres

La nieve seguía cayendo cada vez con mayor intensidad, así que habitualmente se encontraban todos en la misma casa con la chimenea encendida, desde que Ethan y Raüm llegaron habían ido a por leña un par de veces, dejándola dentro de las casas para que se secase puesto que con las continuas nevadas tenían el fuego encendido a todas horas y.

Como no tenían mucho que hacer pasaban el día cazando y entrenando a las órdenes de Ethan. Eran buenos hombres pero como guerreros no valían gran cosa, con la espada o el hacha eran pobres, pero con el arco se defendían algo mejor al ser cazadores experimentados, a pesar de lo cual no tenían entrenamiento marcial y eran difíciles de adiestrar y olvidaban las órdenes con facilidad.

Para entrenarles Ethan estableció un plan, a parte de disparar y esconderse, Ethan les enseñó a ser la sombra de sus enemigos, a escabullirse entre los arbustos. Cada día entrenaban varias horas en el bosque con sus arcos y luego salían de caza, les hacía correr por la nieve con pesadas capas mojadas a la espalda. Por la tarde hacían flechas y volvían a salir al frío intenso.

Les enseñó a montar refugios y les instruyó en las mejores acciones de ataque envolvente, pero sentía que todo aquello no era suficiente.

-Ethan, ¿Cuándo podremos enfrentarnos a los bandidos?- Preguntó Caurt.

-Creo que evitaremos hacerlo si no es porque ellos nos ataquen.

Habían improvisado una atalaya en la chimenea de la casa que estaba más alta, de tal modo que, con mantas embreadas cubiertas de nieve, un hombre podía ver si alguien se acercaba por cualquier dirección sin ser visto, pero era demasiado pequeño para poder disparar con un arco, así que habían ideado una especie de cerbatana-ballesta que lanzaría una flecha de aviso en caso de ser necesario, de tal modo que al ser lanzada esta flecha emitiría un fuerte silbido, ahora bien este arma no podría herir ni levemente a nadie, por lo que la respuesta debía ser inmediata si querían estar seguros de que nada malo pasaría.

Habían ocupado la casa más alta, una posada de dos plantas que además tenía en frente otra casa con un establo que tenía el tejado oculto entre los árboles, y era el lugar perfecto para apostar a un par de arqueros, como los habían puesto también en las ventanas altas de la posada.

Como los hombres no eran buenos guerreros, Ethan pensó que sería mejor protegerlos el máximo tiempo posible, así que hicieron grandes escudos que les permitiesen ocultarse, mientras masacraban al enemigo para retener una posible carga.

Los arcos, estaban siempre encordados y con un carcaj repleto de flechas a su lado, y situados al lado de todas las salidas.

Ox era su mejor guerrero y parecía que Raüm se defendía mejor con la espada que con el arco, así que, muy a su pesar, dejó dada la instrucción de que si había que atacar de frente ellos formarían el centro de tal modo que si solo quedaban ellos tres se pudiesen defender entre todos y en cualquier caso que pudiesen retener una posible carga aunque fuesen dos segundos para conceder a los arqueros un disparo más.

La noche se les echó encima mientras caminaban por el bosque, aquel día habían escondido todo el material bien y pasarían la noche a la intemperie, solo un hombre estaba en el pueblo oculto en la improvisada atalaya para poder avisar al resto.


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martes, 16 de diciembre de 2008

Día 14.-Un plan desesperado

-¿Y bien?- Dijo Ethan cuando habían terminado de comer.- ¿Cuántos eran esos hombres que atacaron el pueblo?

-Unos veinte, llevaban armaduras cuero y enormes hachas y espadas, trataron de quemar el pueblo pero, con la nieve, los tejados no prendieron, gracias a eso que el pueblo ha sobrevivido, el problema es que al ver que no podían acabar con el pueblo decidieron hacer algo mejor, volver y llevarse a nuestras mujeres e hijos.

-Posiblemente sea un pueblo nómada de guerreros, por eso toman a mujeres y niños, se asentarán unos años y cando acaben con los recursos volverán a marcharse.

-¿Quieres decir que volverán?

-Necesitarán comida, si es un grupo de hombres solos no creo que cargasen con comida para toda la gente que capturen, son esclavistas, aunque por estas tierras no se ve bien la venta de esclavos, utilizarán a las mujeres para trabajar la tierra y ellos cazarán y saquearán cuanto puedan.

“Keepersburg está demasiado cerca, así que no creo que se queden demasiado cerca.”

-¿Qué podemos hacer para recuperar nuestro pueblo y a nuestras familias?

-Conozco algunos pueblos de esas características y creo que podrían ser Kuhaitines, sin duda han viajado muy al sur, más de lo que acostumbran, pero seguramente en el norte el clima será mucho más duro y algunos habrán decidido ir más al sur a buscarse la vida saqueando.

-¿Kuhaitines? Creo que he oído hablar de ellos, son bárbaros del norte, de las estepas, pero no se mucho más.

-Son grandes guerreros, muy fuertes y muy resistentes a las temperaturas extremas, no tendrían ni para empezar con vosotros dos.

-En realidad, somos alguno más.

-¿Cuántos más?

-Diez hombres, un anciano y dos jovenes, también hay una mujer que partió unos días antes a Knight’s Field con un cargamento de carne en salazón para vender, pero no creo que regrese hasta dentro de una semana, acostumbra a quedarse allí unos días con su familia.

-Bien, con doce hombres no tenéis nada que hacer.

-Pero no podemos abandonar, aquí está nuestra vida, debes ayudarnos.

-Yo soy un guardaespaldas.

-Yo me quedo.- Raüm cruzó la espalda tenía un atisbo de duda en la voz, sin embargo se erguía firme, sacando pecho.- Si quieres quedarte conmigo, tendrás que ayudar a esta gente Ethan.

-Raüm, esto no es un viaje de placer, esa gente son asesinos, no tienen piedad.

-Pero tú puedes ayudar a las gentes de Farmhill, tú fuiste mercenario y caballero, seguro que podemos hacer algo por ellos.

-Mira, Raüm, no hay hombres suficientes.

-Pues consigamos más en Knight’s Field podemos contratar media docena de hombres.

-Buna está allí, ella tiene algo de dinero, puede ayudarnos.- Interrumpió el hombre.-Por cierto señor Raüm, permítame que me presente yo soy Caurt y este es Ox.

-Encantado.

Ethan decidió quedarse para organizar a aquellos hombres desesperados, mandaron a un jinete hacia el sur, a Knight’s Field para hablar con Buna y tratar de volver con un puñado de hombres, el camino solo ya llevaría dos días largos e Ethan estimó, al menos otros tres o cuatro días hasta que encontraran un grupo de locos que estuviesen dispuestos a perder la vida por un sueldo miserable.

Pasaron los días sin rastros del ataque y el guardaespaldas de Raüm consiguió convencerles de que no podían permanecer más tiempo con es frío, un hombre había perdido varios dedos de un pie al quedar estos congelados, por suerte uno de los hombres era un notable cirujano, que había amputado muchas patas a animales de granja y que había conseguido sacarlos adelante, el hombre tuvo mucha fiebre durante días, la comida caliente consiguió revitalizarlos e hizo que más de un enfermo recuperase el color y abandonase sus febriles sueños.



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lunes, 15 de diciembre de 2008

Día 14.-Un pueblo vacío

Sentía un terrible dolor de cabeza tal que a duras penas podía pensar, de nuevo atado y ahora no eran cuerdas, de esto no se podría deshacer tan fácilmente, estaba en el centro de una habitación, hacía mucho frío pero les habían cubierto con mantas y estaban tumbados en una cama de paja, Raüm estaba dormido a su lado, Ethan miró para atrás y vio a un hombre con barba de tres días sentado en una silla con un hacha de leñador en el regazo, también vio sus armas y enseres detrás del hombre. Había una chimenea pero no había fuego en ella.

-Aquí no queda nada.- Dijo el hombre.

-¿Cómo?-Respondió Ethan.

-He dicho… nada, no he dicho nada,-el hombre se levantó, dejando en la silla un manto de piel de oso- ¿Creíais que podíais venir y tomar lo que quisieseis?

-No entiendo de qué me hablas.

-Claro que no, venís con las armas listas para darme muerte, solo quedamos unos pocos, pero podemos defendernos, vais a pagar…

-Tranquilo Ox.- Un segundo hombre entró en la habitación por una puerta que dejó entrar un viendo helado.- Señor, ¿me podría decir qué hacen en mi pueblo armados?

-Él es un mercader y yo su guardaespaldas, al ver el pueblo completamente vacío y las chimeneas sin humo pensamos que tenía que suceder algo.

-Algo pasó, unos hombres bandidos vinieron y violaron a nuestras mujeres y se llevaron todo lo que encontraron matando a muchos de nuestros hombres, enviamos un hombre a Keepersburg pero, antes de saber nada de él, los bandoleros volvieron y mataron a la mayoría solo dejaron a Duj, un anciano medio ciego para que nos dijera que volverían y quemarían el pueblo si no teníamos su dinero, y se llevaron a nuestras mujeres y a los hijos.

-¿Qué dinero?

-No lo se, dijeron algo así como que eran los nuevos señores del pueblo, que nunca más estaríamos a las órdenes de Keepersburg.

“Unos días después aparecieron los caballeros de la ciudad pero dieron el pueblo por perdido, buscaron a los bandoleros y nos ofrecieron escoltarnos hasta la ciudad para que nos quedásemos allí, pero dijeron que con la nieve era imposible encontrar huellas de los bandoleros con tantos días de de diferencia y que era un riesgo salir y correr el riesgo de perderse en el bosque. Aquí nos dejaron, nosotros no queremos dejar el pueblo, son nuestras casas, nuestras tierras.

“Al veos llegar así, armados, nos dio miedo de que fuera un nuevo ataque y fueseis solo una avanzadilla. Tenéis que perdonarnos, Ox perdió a toda su familia mientras él estaba en el bosque de caza.

-Lo siento mucho,- dijo Ethan- nosotros solo queríamos pasar la noche.

-Ox, suéltalos.

El hombre se acercó y quitó las cadenas de sus manos, Raüm seguía dormido, roncando suavemente con cara de felicidad, Ethan le sacudió un poco pero no consiguió despertarle, así que le dejó allí. Dieron algo de carne fría a Ethan, que no se atrevían a encender las chimeneas para que los bandidos pensasen que no había nadie.



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jueves, 11 de diciembre de 2008

Día 13.- El pueblo desierto

A pesar de haber podido dormir muy poco Ethan se sintió reconfortado pues había salido el sol y parecía que las nubes les darían un descanso ese día, había conseguido mantener el fuego encendido toda la noche y manteniéndose muy cerca de las brasas y con los caballos también bajo la lona se notaba calor siempre que el aire helado no corriera bajo la manta que les servía de improvisado hogar.

Comieron y bebieron tranquilamente, el hecho de no haber llegado el día anterior a su destino les dejaba con pocas millas para recorrer en un día o bien les obligaría a dormir de nuevo a la intemperie, por lo que decidieron que ese día descansarían en el pueblo aunque perdieran un día de viaje, además les vendría bien para retomar el camino con más fuerza.

A pesar de todo, tardaron varias horas en llegar al pueblo y estando ya a las puertas se dieron cuenta de que algo no iba bien, todo estaba muy silencioso y no había humo saliendo de las chimeneas a pesar del intenso frío.

Se acercaron lentamente, Ethan con su arco preparado y Raüm con una espada corta en la diestra y una rodela en la zurda. De repente un viento helado les arrancó un escalofrío y, tras ellos un fuerte golpe los sobresaltó, haciéndolos girarse.

Una contraventana se movía al ritmo del aire. Según avanzaban sus caballos hacían crujir la nieve bajo sus cascos, pero ellos no se desmontaron, el camino estaba completamente cubierto con varios centímetros de nieve a pesar de que el sol de ese día había derretido en parte la nieve que, por consiguiente estaba convirtiéndose en hielo poco a poco.

-No entiendo lo que está pasando.- Dijo Raüm.- La última vez que pasé por aquí este pueblo estaba repleto de gente, claro que no había nieve aún.

-O todo el mundo a partido a tierras más cálidas para pasar el invierno o esto es un poco raro, estate atento por…

Un silbido le alertó, cuando quiso darse la vuelta el mercader estaba cayéndose del caballo y parecía fuera de combate. Un nuevo silbido, pero Ethan se agachó esquivando un dardo, se dejó caer del caballo sobre la nieve quedando parcialmente oculto, hincó una rodilla en el suelo y dispuso su arco, disparando y cargándolo a toda velocidad cuando vio algo moverse entre las fachadas de dos casas.

Hubo un suave sonido de nieve aplastada y después el silencio de nuevo; se acercó lentamente dejando los caballos dónde estaban, cuando se estaban asomando al callejón sintió un murmullo tras de si y alguien le agarró por la espalda atándole las manos con unos grilletes, acto seguido sintió una picadura en el cuello y quedó inconsciente casi de inmediato, sin tiempo de ver nada.



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martes, 9 de diciembre de 2008

Día 12.- Nieve en el camino

A la mañana siguiente el mismo posadero subió a despertarles, tenían un frugal desayuno preparado en la sala donde un par de hombres ya bebían su segunda cerveza del día, un chico de unos 10 años entró en la sala y se acercó corriendo al posadero, le dijo algo al oído y tal como había entrado desapareció cruzando el umbral de la puerta.

Nada más pasó y nada dijo Raüm, parecía algo intranquilo, aunque Ethan no se preocupó y terminó su comida. Cuando salieron a la calle los caballos estaban ya ensillados y preparados para montar. Raüm había vendido el burro y el carro con los que había llevado su mercancía a Keepersburg, por lo que podrían avanzar a buen ritmo.

Tomaron el camino principal que en seguida les alejó de Knight's Field, los campos que rodeaban el pueblo parecían haber estado en barbecho durante mucho tiempo, sin embargo un poco más alejado de aquel lugar si parecía haber actividad agrícola y ganadera, trigo y pastos rodeaban varios caserones de los que manaban volutas de humo.

El camino a esas horas estaba completamente cubierto de nieve lo cual impedía que pudiesen avanzar a mejor ritmo, según Raüm deberían poder llegar al siguiente pueblo sin mucho problema.

Se apartaron del camino a media mañana para comer, Ethan aprovechó para sacar una camisa limpia y se la puso sobre la ropa, llevaba la armadura y el yelmo colgados de la silla en unas improvisadas alforjas; la sola idea del contacto con la piel del metal le hacía estremecerse.

Cuando prosiguieron con el camino lo hicieron por un camino de cabras que escalaba una colina, habían dejado la seguridad del camino principal para ahorrarse una hora de viaje que no les sobraba, el mercader le indicó que aquel camino era seguro, pero el mercenario tenía sus dudas ya que el primero no dejaba de mirar aquí y allá y mantenía su diestra cerca de la espada, no obstante no hubo de utilizarla.

El camino se volvió más pedregoso y, por dos veces, el caballo de Ethan estuvo a punto de caer, por lo que el mercenario decidió apearse y continuar el camino a pie, no perderían mucho más tiempo y, con suerte el caballo llegaría de una pieza, sin embargo el mercader siguió montado su montura era mucho más robusta y conocía bien el camino, cada poco tiempo Raüm tenía que detenerse a esperar a su guardián.

La cara de Raüm cambió drásticamente cuando dejaron el caminito de montaña para volver a tomar la senda principal, al mirar hacia abajo Ethan se dio cuenta de que habçian avanzado mucho al tomar ese camino, a pesar del esfuerzo, pero aún así ya empezaba a anochecer y aún les quedaba un largo trecho bajo una suave nevada que les calaba la ropa y helaba el cuerpo.

-Me temo que quizá he sido demasiado optimista con los tiempos.- Dijo el mercader.

-¿Falta mucho para el próximo pueblo?

-Unas siete millas solamente, pero a este paso tardaremos varias horas.

-Con este frío los caballos no aguantarán tanto tiempo, hemos de detenernos y acampar resguardados del frío, ¿Hay algún lugar donde podamos guarecernos y encender un fuego?

-Sí, pero tendremos suerte si encontramos un madero seco que nos permita aguantar a la intemperie media hora. Si nos quedamos moriremos congelados.

-Y si seguimos también, por lo que propongo parar y tratar de encontrar ese madero seco; quizá con algo de aceite y una camisa seca podamos mantener el fuego vivo.

Montaron un rato más bajo al cada vez más intensa nevada, hasta alcanzar el punto que le comentara Raüm, se trataba de un entrante en la montaña donde a penas si entraba la nieve, por suerte no eran los primeros que pensaban en aquel refugio de invierno y pudieron encontrar sin buscar mucho un puñado de maderos, estaban cubiertos de nieve, pero, al menos los que estaban algo resguardados parecían algo menos húmedos; tras muchos intentos con su yesca y pedernal, Ethan consiguió prender una camisa impregnada en aceite que se encontraba sobre un madero clavado en el suelo, de modo que pudieron hacer una especie de tienda de campaña con piedras y maderas de modo que las que estaban más húmedas fueran secándose al calor de la primera, hasta, que, por fin, tras más de una hora al fuego y con más de una pinta de aceite desperdiciado, se decidieron a prender. Una vez más, Ethan colocó maderos rodeando el fuego para que fueran secándose.

Mientras prendía el fuego ambos hicieron lo que pudieron para eliminar la nieve del suelo donde tendrían que dormir y con la tela embreada que llevaban montaron una pared que les cubriría de la nieve y que les permitiría aprovechar mejor el calor.


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lunes, 8 de diciembre de 2008

Día 11.- Reanudar el camino

Ethan decidió que lo mejor sería acompañar a Raüm a buscar el préstamo, el prestamista era un tipo llamado Grunt, su aspecto no era el de un matón sin embargo detrás de él siempre andaban dos tipos a los que parecía pagar muy bien para que no se le comieran, Raüm le contó, sin embargo que aquel tipo, de pelo cano y tez morena, con largos bigotes enmarcando un mentón afilado, era nada menos que Grunt 'El Fugaz' un asesino a sueldo venido a más que había decidido tomar algo de dinero prestado de una de las personas que le habían contratado.

Por supuesto, todo esto eran suposiciones porque Grunt jamás se permitía el lujo de tener amigos. La guardia de la ciudad le dejaba en paz desde que acabó, presuntamente con tres de sus miembros más valiosos.

En más de una ocasión habían tratado de darle caza contratando asesinos , mercenarios e incluso magos, pero la verdad es que nadie parecía ya preocuparse de él siempre que evitase dejar su casa en los suburbios de Keepersburg.

Desde la toma de posesión de Frandrich-A-Keepersburg como conde de la ciudad tras la muerte, en extrañas circunstancias, de su padre parecía que Grunt paseaba con mayor libertad por la ciudad e incluso se estaba costeando un puesto en la alta sociedad.

El hecho de que a penas hubiese pedido dinero para costearse un viaje austero de unos diez días no hacía que Raüm se sintiese más tranquilo, según sus propias palabras tardaría meses en pagar su deuda si es que Grunt no decidía pedírselo antes, cada día que pasara hasta que devolviese el dinero la deuda aumentaría enormemente.

Ethan sin embargo consideró que era un riesgo a correr, interesante para él, aunque esperaba que el haber hecho aparecer su figura junto a la del mercader no le pasara factura más adelante. No es que tuviese miedo de Grunt, pero seguro que este podía costearse un ejercito para darles caza en caso de necesitarlo.

Con el dinero obtenido Raüm compró un caballo para Ethan y algo de comida, lo suficiente para poder comer los próximos tres días, aunque sabía perfectamente que no lo necesitarían ya que había posadas durante todo el camino a menos de una jornada de intervalo.

Partieron sin esperar a que pasase el día a pesar de que para cuando partieron ya había pasado la hora de la comida.

Decidieron que pararían en un pueblo que se encontraba a pocas millas, de ese modo, al día siguiente no perderían tiempo y evitarían dormir al raso, ya que los caminos se encontraban cubiertos de nieve lo que les entorpecería el viaje, a pesar de intenso tráfico de entrada a la capital del condado.

-Ethan, ¿por qué dejaste tu tierra?, tengo la sensación de que ocultas algo.

-¿Sabes lo de los segundos hijos de los nobles?

-¿A qué te refieres?

-Al hecho de que no heredan el título del padre, si la línea de sucesión da un giro inesperado.

-Sí, claro, y supongo que por eso decidiste dejar tu tierra, aunque no recuerdo ningún noble que se llamase Edham en Krom.

-Yo tampoco, pero podría haber valido como explicación.

-Entiendo, no vas a contarme nada.

-Exacto.

-Y por qué has decidido acompañarme sin saber dónde vamos.

-Vamos al norte, ¿no es eso?

-Es cierto, bueno, en realidad vamos a Manrik, dónde vive mi familia. ¿Estás casado?

-Supongo que podría decirse que lo estuve aunque después de lo que pasó no estoy seguro de estarlo aún.

-¿Qué quieres decir?

-Digamos que no estoy seguro de si existe un Ethanson.

-Lo siento.

-Yo no, cuando nos casamos ella no era virgen y yo tampoco, debía suponer que no iba a atarse porque yo fuese un caballero.

Era ya noche cerrada cuando llegaron a un pueblo bastante grande llamado Knight's Field. Raüm le contó que recibía ese nombre por ser un lugar de paso habitual de los caballero que partían de Keepersburg a la guerra, actualmente se trataba del principal centro de comercio ilegal de la ciudad, todo aquel que no podía hacer llegar sus mercancías a la ciudad se encargaba a distribuirlas allí.

Aquello significaba un tenso ambiente puesto que los guardias que recorrían el pueblo a todas horas recibirían sin duda un sobresueldo de los contrabandistas y rateros.

Sin embargo aquello no parecía preocupar en absoluto a Raüm, “simplemente hay que saber donde meterse” le había dicho, a pesar de lo cual Etham cabalgaba con una mano en la empuñadura de su espada y la otra en las riendas.

Montados en sus caballos un grupo de niños les rodearon ofreciéndoles cientos de saquillos de cuero y ramas entrelazadas que según los críos les darían grandes dotes, más de una vez Ethan notó que una hábil mano le escalaba por el muslo pero con un golpe había podido deshacerse de ellas. Raüm por otro lado sacó una moneda y la lanzó hacia atrás con lo que los críos se dieron la vuelta para pelearse por ella.

-Estos chicos son la mejor red de espías que conozco, cuando lleguemos a la posada el señor Raüm tendrá dos habitaciones confortables en la posada del Dragón Blanco.- Así fue, cuando alcanzaron las puertas de la posada les esperaba un hombretón que vestía un mandil limpio y lucía unas enormes patillas acabadas en grueso bigote en una redonda cabeza carente de pelo en su cumbre. El hombre saludó al mercader y le indicó que dejase sus monturas allí y pasara a comer algo que su mesa de siempre estaba ya preparada y dos cervezas les esperaban.

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viernes, 5 de diciembre de 2008

Día 11.- El mercader huérfano

Habían dejado al mercader inconsciente, sin duda para robarle puesto que su equipaje estaba desparramado por el suelo y los pocos cajones de la habitación estaban sobre los muebles, sin duda habían encontrado lo que buscaban porque allí no quedaba nada. Sin revolver.

Ethan indicó a la Ileena, la posadera, que le trajese un balde con agua, y en seguida lo tuvo, el mercenario esperaba que tardase un poco más para poder registrar la habitación un poco.

Varios huéspedes murmuraban desde la puerta arrancada mientras el joven ayudante de la posada trataba de dispersarlos, las voces iban atrayendo a más gente cada vez, pronto tendría allí a la guardia de la ciudad, no esperaba que eso le diese problemas, pero estaba bastante claro que tampoco sería lo mejor el que le viesen husmeando y menos tras lo acaecido en Gatetown pocos días atrás, poco más se había oído de aquello, solamente que un joven de Keepersburg había partido hacia el pueblo para construir una nueva posada, si conseguía tenerla lista para las fechas en que fuese la feria podría hacer un buen dinero.

Raüm soltó un gemido y trató de incorporarse pero calló sobre el colchón de su lecho sin fuerzas con un quejido, miró a un lado y a otro.

-Menos mal que estás bien.- Ileena parecía más tranquila.- Jaun, saca a esa gente de aquí por favor.- El joven cerró la puerta tras de si y trató de dispersar a la gente que al ver recuperarse al mercader parecía algo decepcionada.

-Malditos guardias.- Raüm se llevó la mano a la cabeza y soltó un bufido.- Como los pille los voy a despellejar vivos, ¿Ethan?, al menos estás tú aquí, parece que eres el único fiel. Tengo que dejar de fiarme de la gente. Como comprenderéis ambos, no estoy en situación de pagar, Ethan, siento haberle hecho levantarse tan pronto.

-No se preocupe por eso.

-Ileena, ¿qué te puedo decir?

-No te preocupes Raüm, hay cofianza, no me importa, ya me pagarás cuando vuelva.

-Muchas gracias, Illena, ¿Podrías dejarnos solos un minuto?, por favor.

La mujer salió de la habitación y cerró la puerta lo mejor que pudo.

-Ethan, voy a necesitar una escolta, aunque no tengo dinero, es fácil que intenten asaltar un carro de un mercader en los caminos, no podré pagarte hasta que alcancemos mi ciudad, hay una semana de viaje.

-Nada me ata a Keepersbourg, lo que no se es de dónde sacaremos el dinero para el camino.

-Ahora que lo pienso, puedo conseguir un préstamo de una persona que conozco, no es lo más recomendable, pero en menos de un mes estaré de vuelta con el dinero.

-En ese caso, saldremos en cuanto consigas ese préstamo.



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jueves, 4 de diciembre de 2008

Día 11.- Otra mañana fría

Ethan se levantó pronto para estar listo a primera hora dónde el mercader le tendría que esperar, le había advertido de que era realmente puntual y, con cierta sorna le había dicho que no le esperaría.

Visitó la jofaina como cada mañana y se lavó cara y manos en el agua fría, se sintió despertar en aquel momento, abrió los postigos de la ventana y un aire helado bañó la habitación, aún faltaría una o dos horas para el amanecer, "quizá demasiado pronto" pensó entre vestirse y hacer el fardo de la ropa pasó los primeros minutos de su mañana luego volvió a tumbarse sobre la cama y dormitó como media hora, cuando consiguió despegarse del influjo de la mullida cama volvió a quitarse las legañas y se dispuso a salir de la habitación con todos sus enseres a cuestas.

El posadero estaba en el salón, limpiando pues ningún parroquiano había asomado aún la cabeza ni lo harían, seguramente, en una hora.

El espigado hombre se le acercó y le ofreció una cerveza tibia. A lo que Ethan respondió afirmativamente.

-Aquí tiene, veo que se marcha, ¿puedo preguntar a dónde se dirige?

-Por supuesto, aunque no le puedo responder, voy a escoltar a un mercader hacia el norte, pero no se decirle a dónde; aunque tampoco es un problema, por lo que pretende pagarme iría casi a cualquier lugar de este mundo.

-Entiendo, un guardaespaldas tiene que hacer lo mejor para su empleador.

-En realidad soy más un compañero de viaje, no creo que siga por todo el mundo a ese hombre, simplemente…

-Entiendo, que le viene de camino.

-Exacto.

-Muy bien, bueno, tengo que seguir limpiando, si le parece bien quería obsequiarle con un poco de carne en salazón y este pan para el viaje. Ya sabe, si algún día vuelve por aquí no dude en pasar a visitarnos.

-No se preocupe, recordaré su hospitalidad.

Raüm no aparecía en el punto acordado, Ethan decidió ir a buscarle a la posada en la que estaba, la mujer que ocupaba la barra le dijo que el mercader no había bajado aún, pero que si lo habían hecho los guardaespaldas que habían pedido que se ensillaran sus monturas; según la mujer habían partido tranquilamente hacia el sur.

-¿Cuál es la habitación de Raüm, señora?

-No puedo decírselo caballero, esa no es una información que compartamos con el primero que la pregunta, somos un establecimiento muy respetable.

-Entiendo, en ese caso, ¿puede avisarle de que Ethan Edhamson le espera?

-Por supuesto.

La mujer llamó a un joven y le indicó que fuese a buscar al señor Kreogh, en seguida el joven bajó corriendo e indicó que nadie le había abierto la puerta a pesar de que había llamado en varias ocasiones, era extraño que no contestase, así que la mujer subió a llamar ella misma, estaba visiblemente preocupada, también ella sabía que el mercader era muy puntual y, si había concertado una cita con aquel hombre, tendría que estar ya despierto.

Llamaron a la puerta en repetidas ocasiones, ante la falta de respuesta la posadera trató de abrir la puerta, pero parecía que se habían dejado la llave por dentro. Ethan la apartó con la mano y con su hombro bueno embistió la puerta haciendo saltar trozos de madera y astillas.

Raüm se encontraba en el suelo, había sangre junto a su cabeza, la mujer se lanzó junto a él llorando amargamente, sus sollozos indicaban que le creyó muerto, sin embargo Ethan se dio cuenta de que solo estaba inconsciente pues el pecho subía y bajaba ligeramente.

El mercenario tranquilizó a la posadera y subió a Raüm a la cama dónde esta trató de limpiarle la herida.



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martes, 2 de diciembre de 2008

Día 10.- Durante la cena

La cena estaba siendo agradable, Ethan y Raüm comían hablando sobre el tiempo y algún que otro libro.

-En verdad que me había usted engañado, Ethan, le había tomado pro un palurdo de ciudad, claro está que su acto le honra y que, por tanto no podía por menos que recompensarle y créame si le digo que aunque hubiese sido usted un campesino esta noche habría estado a mi mesa.

-No creo que en la posada hubiese estado bien visto, el posadero parece un hombre acostumbrado a ciertos convencionalismos.

-Sin duda lo es, no obstante es un buen hombre, en realidad un poco seco en el trato; Sin duda habría puesto alguna pega en poner en la mesa un plato de esta calidad a un campesino, seguramente me habría ofrecido sentarle en otra mesa y darle una cerveza aguada y pan.- Este negó con la cabeza con suavidad en gesto de desaprobación.

-Entiendo su postura y me pongo en su posición, recuperar esa cantidad de dinero, tiene que ser algo muy importante para usted, pero no creo que debiera dar un trato preferente a un campesino que...

La sonrisa sarcástica en la cara del mercader mostraba una importante apatía ante los convencionalismos sociales. Ethan, por su parte había sido educado para ser caballero y para él había tres clases de personas, los nobles, los ciudadanos y los campesinos, y seguramente no tendría a bien comer con uno de los terceros, aunque, y ahí se dio cuenta de lo estúpido de su argumento, no veía mal que un caballero comiese en la mesa de un rey lo que en la escala social de este último sería menos de lo que un campesino era para un ex-caballero como el.

-Señor mío,- le cortó el mercader- si se cree mejor que un campesino quizá no debería estar sentado a mi mesa, sepa que gracias a ellos come usted cada día, ¿sabe cual es la única actividad imprescindible para un reino? Se lo diré, por pequeño que sea un reino lo único que no puede eliminarse es la comida que comen sus gentes y créame si le digo que un noble por pobre que sea no trabajará una tierra.

-Bueno, en realidad tiene usted razón, pero hay otras actividades...

-Todas prescindibles no se crea, por ejemplo, mi profesión: si no hubiese alimentos que transportar no habrían aparecido los mercaderes, o acaso los guerreros, lo que defiende un militar es tierra, tierra para cultivar y alimentarse. Los deseos de poder y grandeza son consecuencia de la estupidez humana.

-Me siento como un idiota, y eso que siempre me había considerado por encima de los nobles en mis ideas y resulta que soy igual.

-De todos modos ningún noble pensará como yo, está claro, por eso yo no regalo nada a nadie. Suena contradictorio que yo gane dinero aprovechándome de la desgracia de pobres campesinos y también de nobles estúpidos, no se crea. Va contra mis principios, pero lo hago porque soy codicioso, es la naturaleza humana. Señor mío, siempre has de ver las dos caras de la moneda para hacer un juicio justo.

-Estaba pensando que una persona con su juicio podría ser un consejero de algún gran condado, por ejemplo.

-Ya le he dicho que soy codicioso, quizá en un futuro piense en su oferta.-Dijo Raüm sonriendo.

-En verdad no creo que nunca vuelva a luchar como caballero.

-No es malo que sea un caballero errante.

-En estos momentos, no siento la necesidad de ser un héroe, me valdría con comer tres veces al día.

-Y dígame, ¿que le ha traído a Keepersbourg? La verdad es que no es el mejor lugar para un mercenario que busca trabajo.

-Quizá no lo sea, pero tras la guerra uno se merece un descanso, quizá dejé escapar demasiado tiempo.

-Dado que la Legión del Cielo anda cerca, quizá pueda unirse a sus filas.

-Me temo que ese camino ya lo tomé y 'Blueface' no es el tipo de hombre que da una segunda oportunidad a un hombre.

-Seguramente no, la verdad es que procuro estar lejos de la Legión, pero bueno, entonces quizá le interese cambiar de rumbo...

-¿En qué estaba pensando?

-No puedo ofrecer tanto como la Legión pero tres comidas al día si está en mis posibilidades.

Ethan quedó en marchar al día siguiente con el mercader que partía de nuevo hacia el norte, el precio, tres comidas y una moneda de plata al día.


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Día 10.- Antes de la cena.

Ethan se labó bien y se vistió con sus ropas de guerrero, quería dar una impresión clara en el mercader, no era un campesino ni un ciudadano anónimo y era más que probable que el mercader se diese cuenta y quizá llevarlo en secreto fuera a causarle más inconvenientes.

Cuando llegó el mercader ya estaba sentado junto a dos hombres más bebiendo unas cervezas. El orondo caballero se levantó al verle.

-Le esperabamos, señor... Disculpe, no recuerdo su nombre, el mío es Raüm Kreogh; porque creo recordar que no nos legamos a presentar. Y estos dos son Xartós y Rubras, mis guardaespaldas.

-Encantado.- Los dos tipos movieron la cabeza en gesto de saludo, pero no le dedicaron palabra alguna. El llamado Xartós era un hombretón grande y fuerte de piel morena y pelo entrecano, con facciones duras y cara de pocos amigos; el otro, Rubras, era algo más bajo, pero de espaldas muy anchas, la cara casi por completo llena de pelo y una incipiente calvicie.- Mi nombre es Ethan...- El mercenario dudó un segundo y a punto estubo de dar su rando como señor de Krom, algo que seguía haciendo cuando no se andaba con cuidado.

-Bien, Ethan 'a secas', sientese por favor.

-En realidad es Ethan Edhamson.- Dijo este mientras se sentaba.

-Bien, no voy a engañarle me ha sorprendido su atuendo, por cierto, ¿de dónde es esa librea que lleva en sus ropas? Creao haberla visto en alguna ocasión.

-Es de un condado, Krom, mi tierra.

-Ah, claro, lo recuerdo, dirigido por un tal... La verdad es que no recuerdo su nombre.

-¿Ludward?

- En verdad él nunca tomó cargo en Krom, creo que tenía un lugarteniente allí. Pero creo haber oido que estaban en guerra, incluso fueron atacados por la Legión del Cielo.

-Sí, bueno, algo he oido, pero, la verdad es que hace un tiempo que dejé Krom para viajar por estas tierras.

Mientras hablaban no faltó la cerveza, la mejor que tenía la posada, grandes jarras de un líquido parduzco de intenso sabor y regusto amargo. El posadero les ofreció in guiso de carne y otro de ave, así como carne de presa y pan con mantequilla y queso.


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lunes, 1 de diciembre de 2008

Día 10.-Keepersburg

Después de despertarse, abrió las ventanas, la temperatura había descendido varios grados, pero él se encontraba bien así sintiendo el aire frío de la mañana en la cara. Ya tenía el hombro bastante mejor, el dolor casi había remitido aunque seguía teniendo dificultades para hacer fuerza, también las diversas marcas de la pelea habían remitido, aunque seguían quedándole marcas parduzcas en la piel donde días atrás había habido tonos morados.

Como todos los días se lavó la cara y bajó al salón común a tomar un rápido desayuno a base de pan y miel.

La calle estaba más vacía de lo habitual pues un manto de nieve hacía resbalar a todo aquel que salía, sin embargo, había más niños jugando de lo que venía siendo habitual, sin duda por la llegada del blanco elemento.

Por el centro de la calle se veían huellas de animales y rodadas de los carros que se dirigían desde primera hora de la mañana al mercado. Ethan decidió desviarse un poco, iba vestido con ropas típicas de la gente de aquella ciudad con colores suaves y distintos tonos de marrón y gris, dos días atrás había tenido que comprar una capa para guarecerse del frío, a pesar de lo cual sentía como si estuviese incubando alguna enfermedad.

Caminaba por el mercado cuando vio a un chico escabullirse por detrás de uno de los mercaderes, un tipo grande y orondo con los mofletes arrebolados pro el frío y ojos alegres enmarcados pro unas espesas cejas. El chico llevaba algo en la mano e iba ocultándose tras las otras tiendas del mercado hasta que desapareció por una callejuela.

Ethan sabía que no tenía nada que ver con él pero, sin embargo, decidió seguir al chico, este caminaba tranquilo por la callejuela tratando de pasar desapercibido, a pesar de que la calle estaba casi vacía de gente, de repente el chico echó a correr y desapreció por una esquina, el mercenario le siguió con grandes zancadas resbalando más de una vez y estando a punto de caer, le estaba recortando terreno al chico que al ir más atento a su perseguidor que a la calle, tropezó y a punto estuvo de caer pero, a pesar de que consiguió mantenerse de pie, Ethan le alcanzó lanzándose sobre él y colocándose sobre su espalda para inmovilizarlo.

El chico llevaba una bolsa llena de monedas de cobre, "No es un gran botín", pensó Ethan, el niño lloraba para dentro mientras pedía perdón y decía que no volvería a hacerlo, Ethan se dio cuenta de que estaba famélico.

-Ten, unas monedas no le harán daño a ese tipo, pero no deberías robar, si te vuelvo a pillar, te arrepentirás, ¿entendido?.-Dijo Ethan mientras ayudaba al chico a incorporarse y le ofrecía unas pocas monedas de cobre de su propio bolsillo.- Ahora lárgate, yo devolveré esto.

-Gracias señor.- Antes de que Ethan pudiese decir nada más, el chico ya había desaparecido con su dinero por la siguiente esquina.

El mercenario, se acercó al mercader y le entregó la bolsa diciéndole:

-Señor, he visto como le robaban hace un rato, he perseguido al chico, pero ha escapado, aunque en la carrera debió caérsele la bolsa.

-¡Por todos los dioses!, menos mal si pierdo el dinero mi mujer me matará, déjeme que le recompense.

-No hay de qué, además no sería ético por mi parte aceptar su dinero.

-Está bien, entonces, al menos acepte comer conmigo en la posada que hay al final de la calle.

-De acuerdo.-Quedaron para una más tarde cuando el mercado cerrase y la gente se marchara a sus casas e Ethan se marchó a cambiarse de ropa por su ropa de guerrero que además estuviese más seco.


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viernes, 28 de noviembre de 2008

Día (-21).- Ataque envolvente


El grupo de mercenarios alcanzó la retaguardia del ejercito órgori tomándoles por sorpresa, estos al verse superados en número y en posición difícil de defender se retiraron hacia la retaguardia de los guerreros corlandos. Los arqueros mercenarios aprovecharon su posición en un punto elevado y la falta de luz, pues empezaba a anochecer, para ralizar un ataque de desgaste contra el ejercito enemigo que, poco a poco iba cediendo terreno hasta encontrarse, muy mermado, a suficiente distancia de los arcos mercenarios.

Blueface ordenó una vez más avanzar a sus hombres, los defensores estaban lejos pero ya habían perdido la posición, no obstante Arkadi dejó a dos decenas de hombres en lo alto de la colina para vigilar que no envolvieran al grupo que estaba avanzando.

Los mercenarios procuraron mantenerse a cierta distancia, mantenían al enemigo a tiro, pero la luz diurna había desaparecido pro completo y disparar sin referencias habría sido una locura.

-¡Flechas incendiarias!- Gritó Argarum haciendo, acto seguido, sonar el cuerno dos veces con dos largas notas atronadoras.

Diez flameantes flechas surcaron el cielo formando una línea entre los hombres del ejército enemigo, antes de que pudiesen retroceder alarmados por el fuego, los órgori sufrieron decenas de bajas, mientras dos líneas de arqueros mercenarios corrían apara avanzar sus posiciones. Nueva andanada de flechas para iluminar el ejército enemigo y más bajas entre sus filas.

-¡A la carga!- Otra nota más larga que las anteriores les indicó que era el momento, mientras tres partes de la Legión del Cielo cargaba, otra mantenía la lluvia de flechas, para cuando Ethan llegó al combate poco había que hacer, el ejército órgori se rindió, deponiendo las armas y dejando vencidos a los corlandos que aún aguantaron todo el día siguiente bajo el ataque por ambos frentes.

Ethan y los demás recibieron su parte del botín y este decidió dejar la Legión del Cielo tras varios meses, y algunas que otras batallas y saqueos, en su haber.




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jueves, 27 de noviembre de 2008

Día (-21).-El ataque final


La orden de marchar fue fulminante para su ánimo, Ethan no se sentía capaz de caminar ni un paso más aquel día habían cubierto varias millas al trote, trataban de alcanzar la retaguardia del enemigo antes del anochecer, el ataque por el frente estaba siendo realmente encarnizado, pero no había grandes opciones de avance, si hacían retroceder al enemigo este se encontraría con el Monte Cruno, si lograban arrastrar a sus atacantes hasta allí el ejército de Corland y Orgoras tendría una ventaja estratégica importante al situarse en alto, por eso Ser Fraugald-a-Karath había mandado a la Legión del Cielo, a la que Ethan pertenecía, rodear al enemigo esa misma mañana.

En verdad ninguno esperaba tener que dar tanto rodeo, pero los corlandos tenían exploradores por todas partes. Y los arqueros órgori defendían el único paso de montaña por lo que también habían tenido que esquivarlos por la cara norte de la montaña.

El consiguiente retraso les obligó a apretar el paso, más de uno se había quedado en el camino, aquellos no volverían a ver la luz del sol si el General Arkadi 'Blueface' (Capitán de la Legión del Cielo desde su creación cuarenta años atrás) les encontraba, era un tipo duro de rostro cuadrado, rala barba y ojos pequeños, su frente y ojos estaban surcados de arrugas, un tatuaje ritual azul le cubría media cara, y una cicatriz doble, en cruz, con marcas de haber sido cosida, le cubría la otra mejilla, siempre iba armado con un par de hachas, jamás utilizaba escudo ni yelmo, pero si una brillante armadura esmaltada en un tiempo lejano de un azul que ya casi había desaparecido por completo.

Junto a 'Blueface' a la cabeza, iba su hijo, cuarenta años más joven, grande como un toro, caminando a grandes zancadas, su larga barba, teñida de azul en honor a su padre y un cuerno al cinto; Argarum era su nombre y portaba como arma predilecta una enorme hacha de doble filo, casi cuadrada.

No habían descansado ni para comer, pero ya estaban cerca de su objetivo cuando, de repente una flecha apareció de entre las hojas de un roble enorme, el disparo fue tan certero que, a pesar de impactar en la frente al desdichado, la punta le sobresalía por el cuello. Ethan como tantos otros sacó su arco y preparó una flecha, pero no sabiendo dónde disparar tres flechas más acabaron con otros tantos mercenarios, uno de ellos justo a su lado por lo que se agachó y cubrió con un escudo, muchos de los mercenarios se dispersaron para tratar de evitar la mortífera puntería de aquellos arqueros.

Cuando se quiso dar cuenta cinco mercenarios trataban de escalar el tronco lo que acabó con dos de ellos muertos, y otros dos heridos, pero el último de ellos, Argarum, saltó de una rama hasta la siguiente hasta que atrapó a uno de los arqueros; era terriblemente rápido y ágil pese a su tamaño y su fuerza. Las ramas estaban demasiado juntas para utilizar el hacha por lo que el enorme mercenario se lanzó sobre el desdichado arquero rompiendo la rama que le sostenía a su paso y haciéndoles caer a ambos al suelo de una altura de unos tres metros con la que el arquero de complexión delgada y frágil se partió el cuello.

Más flechas cayeron pero esta vez fueron menos efectivas e Ethan pudo ver de dónde venían, tiró de la flecha hacia atrás y con un silbido impactó al arquero que perdió el equilibrio por el impacto a pesar de que su armadura no se vio atravesada por la afilada flecha.

El tercero de los arqueros escapó saltando por las ramas mientras los mercenarios que habían despedazado al arquero se peleaban por el botín.

-Esa no es una armadura normal.- Oyó decir a un mercenario enjuto y con el pelo cano.

-Son Vanalit...- Arkdi escupió sobre el cuerpo de uno y luego hizo un gesto con la mano.- No esperaba encontrármelos de nuevo. Recoged todo lo que haya y cargadlo, luego seguidnos.- Dijo a un par de mercenarios.




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Día 5.- Un relajado salón

Ethan había dejado Gatetown, el día anterior, le habían llegado noticias de que un loco había quemado la posada con sus dueños dentro, pero por la descripción nada decían del ser maldito y, ni siquiera se parecía a Ethan la descripción del hombre que había prendido fuego al edificio.

Aunque en a Keepersburg no le fue difícil encontrar a un curandero que le colocase el hombro y a pesar de haber tomado un té de hierbas que le había dado este, por un alto precio, claro está, el mercenario seguía con el brazo en cabestrillo, puesto que el dolor al moverlo era insufrible, también había conseguido unos apósitos para curar sus heridas en las muñecas y tenía el cuerpo lleno de arañazos y moratones de diversos colores y tonalidades. Por si esto fuera poco había tenido que tirar toda la ropa que llevaba puesta para no levantar sospechas, puesto que estaba llena de sangre.

Dedicó el día a caminar por la ciudad tratando de quedarse con la fisonomía de las calles y acabó en un abarrotado mercado donde compró algo de carne en salazón y algo de ropa discreta de campesino por si los rumores de lo sucedido en Gatetown trascendían y se aproximaban con mayor grado de realidad.

En cualquier caso, pasó el resto del día sentado en el salón de la posada, ‘El Trovador Sediento’ con un libro que tomó de la pequeña biblioteca del posadero. Era un tipo afable, extremadamente delgado y bastante alto; con un largo bigote apuntalando un mentón enjuto, de ojos claros y piel morena tenía siempre el pelo alborotado y era de risa fácil. También en la posada trabajaban la hija de este, muy agradable, parecida a su padre en todo, incluida la falta de volumen. Por la cocina y, a veces, en la barra la mujer, baja y también delgada con la cara arrugada en demasía, pero también de sonrisa pronta se ocupaba de dar la comida a los pocos que aún la demandaran, pues ya había pasado la hora para estos menesteres.

Por último, dos chicos de aspecto varonil, pero aún barbilampiños, y de cuerpo más abultado, con iguales facciones y pelo revuelto repartían bebida y comida a diestro y siniestro además de ser los mozos de cuadras. Los gemelos eran bastante más temperamentales y casi nunca sonreían, además parecían haber peleado poco tiempo atrás pues no se hablaban ni aunque se encontrasen de frente.

El salón de la posada, estaba muy vacío, a penas cuatro hombres que comían en silencio, a pesar de que el tiempo había mejorado la chimenea seguía encendida todo el día con lo que Ethan estaba sentado junto a ella, tratando de desentumecer sus doloridos músculos.

-Y bien caballero, que le trae por nuestra posada.- Le preguntó el posadero. Ethan dejó el libro abierto sobre la mesa.

-Verá, estuve en el frente y al terminar la guerra, necesitaba un tiempo de descanso antes de regresar a mi hogar, ya sabe, gastar el botín y descansar.

Alguien llamó al posadero que en estos momentos era el único que se encontraba en el salón e Ethan aprovechó para subir a su habitación, lanzando al aire un “buenas tardes” que el posadero respondió al momento.

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martes, 25 de noviembre de 2008

Día 4.- El salón de la muerte

Ethan se despertó con un espasmo, trató de levantarse pero calló de bruces al constatar que aún tenía el hombro fuera, se quitó la camisa con gran esfuerzo y anudó las mangas con esfuerzo utilizando su diestra y pisando la manga con el pie para hacer fuerza luego se colocó el brazo izquierdo en cabestrillo de forma que, al menos no le colgara al costado. Decidió no mirar atrás, aquel ser demoníaco seguía vivo, aunque estuviese inconsciente.

Tomó el pasillo y llegó a la que había sido su habitación, recogió su coraza de cuero para echársela sobre los hombros no sin esfuerzo y se enfundó las botas, no sabía que había hecho el hombre con sus armas pero no estaban allí, tendría que volver por ellas más tarde o dejarlas en aquel lugar. Era una pena, perder una buena espada y la daga, además del arco, por suerte el resto no lo había tocado, hizo un hatillo como pudo y salió sin mirar por las puertas abiertas que se fue encontrando, bajó las escaleras y salió al salón que estaba lleno de sangre por todos lados, sintió nauseas ante es terrible olor que impregnaba todo.

Trató de salir pero la puerta estaba cerrada, las ventanas parecían duras con los postigos cerrados y clavados, caminó por la sala, había una mesa tirada que ocultaba algo,parecía un cuerpo, se acercó y el nauseabundo olor le hizo vomitar varias veces hasta casi perder la consciencia. Se trataba de un gordo cliente de la posada que había llegado el día anterior, Ethan le había visto sentado junto a la ventana hablando con una joven de abultados pechos y generosa figura que se encontraba aposentada en sus rodillas y que parecía llevar la ropa excesivamente abierta para ser una señorita.

Había visto muchos muertos pero ninguno en ese estado, de todos modos le registró en busca de dinero, un arma, lo que fuera; de lo primero algo si encontró, pero no iba armado a pesar de tener en su cinto destrozado la marca de una vaina, al parecer bastante pesada.

Supo que tendría que volver arriba si no encontraba la llave de la puerta, o al menos, otra puerta. Se metió en la cocina sin miramientos y tomó el mayor de los cuchillos que encontró resuelto a utilizarlo para acabar con aquella bestia, pero antes abrió la nevera, un hueco en el suelo de bastante profundidad, bajó por las escaleras y, de no haber echado antes todo lo que podía tener en el estómago habría vuelto a vomitar, el cuerpo del posadero colgaba de un gancho, de rodillas sobre un charco de sangre con los ojos aún abiertos y una mueca de terror en la cara.

Su resolución era total salió del pozo y se dirigió al salón, estaba a punto de subir las escaleras cuando escuchó algo a sus espalda, no había tiempo de escabullirse pero aún así saltó hacia delante; el tremendo puñetazo que sintió en la espalda le impulsó contra la pared, sintió como se le rompía la nariz y se desplomó con un grito de dolor, el gigante estaba frente a él dispuesto a descargar un puñetazo le tomó por la pechera para levantarle. Ethan sacó el cuchillo y aprovechando el impulso, lo clavó en la base del estómago y tiró de él hasta el esternón, sentía como la sangre tibia le corrí entre los dedos, el hombre miró hacia abajo e hizo un amago de gritar aunque no salió más que un susurro de su boca sanguinolenta, tosió una bocanada de sangre aunque seguía manteniendo al mercenario en el aire, este empezó a clavar el cuchillo y arrancarlo repetidas veces en el pecho mientras el ser le golpeaba con su puño en la cara, por suerte estaba perdiendo fuerzas, al quinto puñetazo soltó a Ethan y calló de espaldas, este hizo lo propio y se quedó a su lado tirado en un charco de sangre negra.

El olor terrible a penas le importaba empezó a reír de forma histérica y se levantó, una vez más clavó el cuchillo repetidas veces y luego le cortó el cuello, con una mirada de locura absoluta tomó una botella de licor y se sentó tomó solo tres tragos pero con el estómago vacío sintió como si hubiese bebido tres jarras, vomitó una vez más. Luego de un rato registró el cuerpo del maldito y encontró las llaves, con temible parsimonia abrió todas las puertas hasta encontrar en la habitación del posadero a la mujer de este desnuda y muerta, junto a ella estaban sus armas, registró la habitación pero a penas encontró un par de monedas de plata y la calderilla que tres como él habían dejado allí.

Volvió a la cocina y buscó algo de comida, también se llevó una botella, el resto las tiró al suelo.

Como pudo encendió su yesca y prendió un pañuelo empapado en alcohol y lo dejó caer sobre un el suelo que empezó a arder en seguida, salió por la puerta a la calle y dejó el pueblo cruzando la plaza, la gente le miraba pero nadie se atrevió a detenerle, solamente el herrero se plantó frente a él.

-¿Qué ha pasado? ¿Por qué has hecho eso?

-El mal vivía allí dentro.- Fue toda su respuesta.


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Día 4.- La tez de la muerte

Ethan trataba de desatarse lo más rápido posible pero desistió al ver abrirse la puerta, el enmascarado iba a matarle y ya no tenía escapatoria, su enorme y encorvada figura cubrió el hueco de la puerta completamente abierta, al verle soltó un pequeño gruñido y con su enorme mano se quitó el pañuelo que le cubría el rostro.

Su cara era horrible, estaba completamente desfigurado, sus labios metidos para dentro rodeaban una boca babeante llena de dientes negros y retorcidos, el cráneo parecía más ancho por un lado que por el otro, una oreja era grande y le colgaba un lóbulo rojizo mientras que la otra tenía solo un retazo del pabellón descarnado y pequeño; la nariz era pequeña pero aguileña, más ancha por arriba que por abajo, los dos ojillos, uno de iris amarillo y el otro marrón eran cada uno de un tamaño y uno estaba bastante más alto, los pómulos colgaban bajo las cuencas negruzcas de los ojos y era prácticamente calvo. Su piel estaba llena de bultos negruzcos. La barba era escasa y estaba cubierta de sangre.

Ethan le vio acercarse con el paso acelerado, se agachó poniendo su cara junto a la de él, le miró directamente a los ojos y le susurró algo, pero parecía tener la lengua de un tamaño descomunal y no se le entendía nada, el hombre comenzó a desatar a Ethan pero sus manos eran demasiado grandes para deshacer las ataduras.

Con su mano izquierda le agarró de las piernas y, de un terrible tirón arrancó el grillete que mantenía a Ethan sujeto a la pared, luego hizo lo mismo con el que le mantenía atadas las manos sintió que perdía el conocimiento por el intenso dolor y el brusco movimiento.

Al ponerle en pie el hombre sintió que le fallaban las piernas sentía calambres por todo el cuerpo. Aquel ser le mantenía sujeto, se sacó un cuchillo de cocina del cinturón, Ethan estaba completamente aterrorizado, pero encontró fuerzas para lanzar un cabezazo a la cara del hombre que no pudo esquivarlo y recibió el golpe en plena nariz que inmediatamente comenzó a sangrar, se llevó una mano a la cara con lo que Ethan quedó libre pero seguía atado, se tiró al suelo y tironeó de las piernas hasta que la cuerda, cedió fruto del terrible trato al que había sido tratada. Justo cuando iba a levantarse a pesar de seguir atado el hombre descargó un enorme puño en su espalda con lo que se derrumbó de bruces, Ethan giró sobre si mismo justo en el momento antes de que el hombre hincara su rodilla justo donde debía estar su pecho.

El mercenario lanzó una patada a la espalda del ser, pero este a penas la sintió. De nuevo le estaba mirando y sus ojos reflejaban furia, juntó sus dos manos haciendo un bloque y golpeó de arriba abajo, por suerte era demasiado lento e Ethan pudo esquivar de nuevo para levantarse de un salto, nunca sabría como lo había hecho pero estaba alcanzando la puerca cuando esta se cerró delante de él con un bramido brutal, el gruñido a su espalda le alertó para que se agachara justo a tiempo para sentir como un puño arrancaba barias tablas de la puerta, pero el hombre no se detuvo y golpeó hacia abajo con la otra mano.

Desde el suelo Ethan hizo presa de los pies de su adversario y con un giro de su cuerpo le hizo derrumbarse estrepitosamente. En un segundo de lucidez vio el cuchillo que había quedado clavado en el suelo y se lanzó por él, al hombretón parecía costarle levantarse pues tenía cortas piernas para su enorme tamaño, el guerrero se desató utilizando la sierra el cuchillo, el brazo izquierdo quedó colgando pero en el derecho sentía toda la fuerza de su cuerpo.

Esquivó de nuevo el envite del hombre y se situó a su espalda que parecía llena de cicatrices y con los huesos de la columna excesivamente marcados., con un geto clavó el cuchillo hasta el mango pero ni siquiera pareció sentirlo, al girarse Ethan perdió el cuchillo, que había quedado clavado y se lanzó a toda prisa hacia la puerta que había quedado encajada.

El hombre le rodeó con dos brazos de fuerza descomunal y empezó a presionarle el pecho, sentía que iban a salírsele las tripas por al boca, pero se defendió lanzando una patada a la entrepierna del ser que por un segundo se quedó sin respiración y lanzó un grito de dolor.

El guerrero alcanzó las cajas sin mirar el cuerpo cubierto de ratas y levantó una justo a tiempo de descargarla en la frente del hombre que quedó tendido boca arriba con cara de sorpresa aunque seguía vivo, el impacto contra el suelo había hecho que el cuchillo se clavase hasta sobresalir la punta por el pecho, de nuevo Ethan tomó una caja y la descargó contra la cabeza, la caja se hizo astillas, la sangre manaba de la cabeza abierta pero los ojos aún parpadeaban.

El mercenario se lanzó hacia la puerta con todo el peso de su cuerpo y esta estalló, perdió el equilibrio y calló por las escaleras donde perdió el conocimiento.


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lunes, 24 de noviembre de 2008

Día 4.-El hedor de la muerte

Ethan se despertó una vez más no recordaba haber dormido nada sin embargo. Trató de hacer algo de fuerza para incorporarse pero no lo consiguió, el dolor de las articulaciones y nuca era terrible, a pesar del miedo profundo, lo que en realidad sentía era hambre y sed tenía la boca pastosa de toda la noche.

Seguía sin haber ruido alguno en la estancia más que un desagradable sonido blando y pastoso, además del suave arañazo de las patas de las ratas sobre el suelo de madera.

El olor era absolutamente repugnante y con la boca amordazada a duras penas podía evitar su olfato, volvieron las nauseas pero, una vez más tubo que contenerlas pues si vomitaba se ahogaría seguro.

Tragó saliva como pudo y se dio cuenta de que le dolía la garganta especialmente.

De pronto el enmascarado volvió con su andar pesaroso, llevando la jarra y el saco, pero en vez de ir hacia él fue hacia la ventana y arrancó sin esfuerzo aparente uno de los tablones que la cubrían, el sol inundó la habitación. Ethan casi sintió que se le reconfortaban los músculos con la luz que inundó la habitación, parecía que el día se había desperado mucho más despejado que el último que recordaba el mercenario, sin embargo, como solo podía ver el cielo desde allí, seguía teniendo dudas sobre su situación, aunque todo apuntaba a que se encontraba en la posada aún.

El hombretón que parecía cojear sensiblemente de una pierna que era, ahora se dio cuenta, bastante más corta que la otra. De nuevo le apartó la mordaza, con lo que Ethan creyó que iba a perder la mandíbula, y le embutió en la boca un trozo de pan duro que sabía a moho aunque al menos había tenido la decencia de haberlo humedecido en cerveza por lo que esta vez no le iba a costar tanto masticarlo, luego le echó un chorro de agua en la boca y volvió a colocar la mordaza.

Tardó bastante en poder tragar la bola que se le hacía en la boca, pero hasta que no terminó el hombretón no dejó de mirarle, pero Ethan se dio cuenta de que casi habría sido mejor que no se hubiese apartado pues el otro hombre estaba cubierto de ratas, el suelo lleno de sangre y el estómago abierto y esparcido por el suelo, el hombretón apartó las ratas de una patada y se agachó tomando la cabeza con una mano y tirando de ella, se oyó un crujido y cuando soltó la cabeza colgaba en una postura imposible.

Acto seguido sacó las entrañas del cuerpo y las echó en el saco. Las ratas no se acercaron a pesar de que esperaban expectantes a que el hombre se marchara.

No tenía opción había de escapar de esa habitación horrible y matar a aquel hombre, pero el miedo no le dejó hacer fuerza, solo consiguió temblar en silencio para no alarmar al monstruo que se asomó u salió haciendo crujir el suelo y cerrando con suavidad.

Con un movimiento fuerte y rápido consiguió girarse un poco, aunque su hombro izquierdo parecía a punto de salirse, recordó que de joven tenía un amigo al que se le salía el hombro con cierta frecuencia y a pesar que más de una vez se había desmayado del dolor, no era algo mortal y se recuperaba en pocos días. Se retorció como pudo y con un fuerte gesto levantó parte del cuerpo y se dejó caer, hubiera preferido que le clavasen una daga en el corazón en vez de soportar ese dolor, mordió la mordaza con fuerza mientras las lágrimas le corrían por la cara; sin embargo, el hombro seguía en su sitio, el punzante dolor era tan terrible que casi perdió el conocimiento.

Una vez más repitió la operación y no pudo dejar escapar un sollozo cuando notó que su hombro no estaba en su sitio y que el brazo estaba completo a su espalda. A pesar del estruendo no debió alertar a nadie porque, cuando recuperó el ánimo, horas más tarde, con la luz del sol ya menguada y haciendo uso de sus piernas y del brazo sano se retorció hasta que una de las vueltas de al soga pasó por encima de su cabeza, el dolor era tan terrible que sentía como le bombeaba la sangre en las sienes.

Tras un rato más de esfuerzo y entre sollozos consiguí quitarse las cuerdas del cuerpo, pero seguía amordazado y atado de pies y manos y además su brazo izquierdo estaba inutilizado.

De repente, escuchó los pasos lentos y el crujir de madera, como pudo se retorció hasta tener los tobillos a la altura de las manos.


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El hombretón nunca se había quitado aquella máscara desde que se la pusieron siendo un niño babeante, él se sentía un monstruo, siempre había estado recluido, había tratado de no hacer caso a las voces que le hablaban todo el tiempo, pero eran más fuertes que él, le decían que no era un monstruo, que no se dejara pisotear, que actuase y se defendiera, que ‘El Grande’ era el verdadero dios y no esos que trataban de imponerle sus padres, él lo había visto, era un hombre deforme como él, que comía carne humana y derrotaba a sus enemigos con su tremenda fuerza, nadie podía herirle. Le había dicho que sería su heredero, su mano en la tierra.

Cuando mató a su padre y le arrancó el corazón supo que era lo mejor, que él era el bueno y que su lucha había empezado, había cerrado la posada de la que nunca se había atrevido a salir. Su madre que siempre le había repudiado fue la siguiente, la tomó el su propia capa mientras las cuencas vacías de los ojos de su padre le miraban, bañado en sangre como estaba y con la máscara como toda ropa, luego la mató con sus propias manos y la dejó tendida en la cama, no se merecía que se comiera sus entrañas, luego se había dedicado a dar caza a los huéspedes de la casa, eran a penas tres. Uno lo había tenido que matar, porque se le había enfrentado, pero los otros dos los dejó atados en el desván, pues ya tenía comida suficiente.

Poco a poco notó que necesitaba más y más comer carne humana por lo que se comió incluso a su madre, pero el hambre no arreciaba.

‘El Grande’ le dijo que estaba cerca, que pronto estaría a su lado, que obtendría su don y con él sería un semi-dios en la tierra. Pero tenía que acabar con el guerrero en combate singular, todo estaba listo, se acercaba la noche y el alcanzaría su destino. Se arrancó la máscara y se dirigió al desván, en busca de su destino, un hilillo de saliva le corría por la prominente mandíbula; tenía la cara embadurnada de sangre y el pecho descubierto, la sangre le brotaba de las heridas circulares de su pecho, no sentía dolor a pesar de que se había hecho los cortes por todo el cuerpo como le había dicho ‘El Grande’.


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viernes, 21 de noviembre de 2008

Día 3.-Encerrado

Se seguía sintiendo mal, el sabor agrio le acudía a la garganta con mayor intensidad a cada momento, poco a poco se iba acostumbrando a la postura y la falta de luz, a pesar de lo cual sentía una intensa punzada en la base de la espalda, pero lo que más le dolía era el golpe de la nuca, sentía una fuerte quemazón en las muñecas y tobillos.

Se dio cuenta de que a pesar de llevar su ropa le habían quitado el cinto con sus armas, era de esperar, pero aún tenía una esperanza en ese aspecto.

Le costaba respirar con la boca tapada, hizo un intento de soltar sus manos o sus pies de las cuerdas que le mantenían aferrado a la pared pero sin mucho entusiasmo, para evitar recibir de nuevo el latigazo de dolor de su último intento, con lo que corroboró que sus ataduras estaban suficientemente prietas.

Escuchó a lo lejos un gemido y una serie de tirones como si alguien estuviese tratando de soltarse de sus ataduras, sin duda no estaba solo en la sala, y sintió como si lo que escuchaba fuese el eco de sus propios esfuerzos.

Pasaron lo que le parecieron días antes de que nada nuevo sucediera aunque el otro, al que no podía ver, no había dejado de sollozar, había tratado de quedarse dormido ante la acongojante sensación de estar encerrado junto a un hombre en su misma situación que no le podía ayudar y que estaba sufriendo. Ethan había pasado un par de días en una celda hacía muchos años de aquello era joven y le capturaron en la Batalla de Cuarrh, en una emboscada en el valle calló toda la unidad, tuvieron que deponer las armas para no ser descuartizados pero, por suerte, sus compañeros del resto de la Legión Rogh acabaron con el ejercito del Barón Jaigler-a-Glindia y les rescataron, sin duda la situación no era tan desesperada.

Trató de mantener la calma no obstante pero no consiguió que el sueño le tomara en sus brazos, tenía la impresión de que soñar con caer por un precipicio infinito no sería tan desesperante como escuchar los sollozos de su compañero.

De pronto, se abrió un resquicio en una puerta unos metros más allá, a penas no entró más luz, pero si suficiente como para ver que efectivamente había otro hombre al otro lado de la enorme estancia que estaba casi vacía por completo, de no ser por un par de cajas que el hombre tenía a pocos metros de sus pies. Por la puerta entró un robusto hombretón con la cara tapada con un pañuelo negro con dos agujeros para los ojos, sus movimientos eran lentos y torpes, caminaba encorvado dando dos pasaos cada vez, con un ritmo torpe; llevaba en sus manos un saco pequeño y una jarra vieja y rota.

El tipo se acercó a Ethan lo suficiente para que este se diera cuenta de que tenía los brazos completamente cubiertos de antiguas quemaduras.

El otro hombre no cesaba de sollozar, así que el encorvado dejó caer el saco en el suelo y se acercó a él jarra en mano, el hombre se agachó junto al sollozante cuerpo y le susurró algo, pero los gemidos persistieron con un gruñido como toda respuesta, Ethan vio como se incorporaba el enmascarado y pisaba la cara del hombre cada vez con más fuerza mientras el otro trataba de gritar ahogado su llanto por una mordaza al menos tan prieta como la suya, ante la persistencia, el hombretón se agachó, tomó al otro de la pechera y le levantó un palo sin a penas esfuerzo para acto seguido comenzar a golpearle con toda su fuerza contra el suelo, Ethan no podía ver bien que pasaba pero los sollozos cesaron.

El enmascarado pasó las manos por la cabeza sangrante y luego las introdujo bajo el pañuelo con un suspiro que al mercenario le sonó como placer. El hombretón se acercó de nuevo a Ethan, él comenzó a temblar, pero el enmascarado solamente le apartó con fuerza la mordaza; antes de que pudiese decir nada sintió como una mano húmeda y tibia le metía algo en la boca y echaba un chorro de agua directamente de la jarra y le volvía a colocar la mordaza para marcharse con el mismo movimiento cansino.

Como pudo tragó el pan, sentía como la dura corteza le arañaba el paladar y la garganta irritada. El resto del día nada pasó, el otro atado no hacía ningún ruido. Supo que se hacía de noche porque la poca luz que entraba por el resquicio de la ventana se apagó.



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