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martes, 9 de diciembre de 2008

Día 12.- Nieve en el camino

A la mañana siguiente el mismo posadero subió a despertarles, tenían un frugal desayuno preparado en la sala donde un par de hombres ya bebían su segunda cerveza del día, un chico de unos 10 años entró en la sala y se acercó corriendo al posadero, le dijo algo al oído y tal como había entrado desapareció cruzando el umbral de la puerta.

Nada más pasó y nada dijo Raüm, parecía algo intranquilo, aunque Ethan no se preocupó y terminó su comida. Cuando salieron a la calle los caballos estaban ya ensillados y preparados para montar. Raüm había vendido el burro y el carro con los que había llevado su mercancía a Keepersburg, por lo que podrían avanzar a buen ritmo.

Tomaron el camino principal que en seguida les alejó de Knight's Field, los campos que rodeaban el pueblo parecían haber estado en barbecho durante mucho tiempo, sin embargo un poco más alejado de aquel lugar si parecía haber actividad agrícola y ganadera, trigo y pastos rodeaban varios caserones de los que manaban volutas de humo.

El camino a esas horas estaba completamente cubierto de nieve lo cual impedía que pudiesen avanzar a mejor ritmo, según Raüm deberían poder llegar al siguiente pueblo sin mucho problema.

Se apartaron del camino a media mañana para comer, Ethan aprovechó para sacar una camisa limpia y se la puso sobre la ropa, llevaba la armadura y el yelmo colgados de la silla en unas improvisadas alforjas; la sola idea del contacto con la piel del metal le hacía estremecerse.

Cuando prosiguieron con el camino lo hicieron por un camino de cabras que escalaba una colina, habían dejado la seguridad del camino principal para ahorrarse una hora de viaje que no les sobraba, el mercader le indicó que aquel camino era seguro, pero el mercenario tenía sus dudas ya que el primero no dejaba de mirar aquí y allá y mantenía su diestra cerca de la espada, no obstante no hubo de utilizarla.

El camino se volvió más pedregoso y, por dos veces, el caballo de Ethan estuvo a punto de caer, por lo que el mercenario decidió apearse y continuar el camino a pie, no perderían mucho más tiempo y, con suerte el caballo llegaría de una pieza, sin embargo el mercader siguió montado su montura era mucho más robusta y conocía bien el camino, cada poco tiempo Raüm tenía que detenerse a esperar a su guardián.

La cara de Raüm cambió drásticamente cuando dejaron el caminito de montaña para volver a tomar la senda principal, al mirar hacia abajo Ethan se dio cuenta de que habçian avanzado mucho al tomar ese camino, a pesar del esfuerzo, pero aún así ya empezaba a anochecer y aún les quedaba un largo trecho bajo una suave nevada que les calaba la ropa y helaba el cuerpo.

-Me temo que quizá he sido demasiado optimista con los tiempos.- Dijo el mercader.

-¿Falta mucho para el próximo pueblo?

-Unas siete millas solamente, pero a este paso tardaremos varias horas.

-Con este frío los caballos no aguantarán tanto tiempo, hemos de detenernos y acampar resguardados del frío, ¿Hay algún lugar donde podamos guarecernos y encender un fuego?

-Sí, pero tendremos suerte si encontramos un madero seco que nos permita aguantar a la intemperie media hora. Si nos quedamos moriremos congelados.

-Y si seguimos también, por lo que propongo parar y tratar de encontrar ese madero seco; quizá con algo de aceite y una camisa seca podamos mantener el fuego vivo.

Montaron un rato más bajo al cada vez más intensa nevada, hasta alcanzar el punto que le comentara Raüm, se trataba de un entrante en la montaña donde a penas si entraba la nieve, por suerte no eran los primeros que pensaban en aquel refugio de invierno y pudieron encontrar sin buscar mucho un puñado de maderos, estaban cubiertos de nieve, pero, al menos los que estaban algo resguardados parecían algo menos húmedos; tras muchos intentos con su yesca y pedernal, Ethan consiguió prender una camisa impregnada en aceite que se encontraba sobre un madero clavado en el suelo, de modo que pudieron hacer una especie de tienda de campaña con piedras y maderas de modo que las que estaban más húmedas fueran secándose al calor de la primera, hasta, que, por fin, tras más de una hora al fuego y con más de una pinta de aceite desperdiciado, se decidieron a prender. Una vez más, Ethan colocó maderos rodeando el fuego para que fueran secándose.

Mientras prendía el fuego ambos hicieron lo que pudieron para eliminar la nieve del suelo donde tendrían que dormir y con la tela embreada que llevaban montaron una pared que les cubriría de la nieve y que les permitiría aprovechar mejor el calor.


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Una Daga en la Noche by Adrián García Maganto is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-No comercial-Sin obras derivadas 3.0 España License.

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