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martes, 2 de diciembre de 2008

Día 10.- Durante la cena

La cena estaba siendo agradable, Ethan y Raüm comían hablando sobre el tiempo y algún que otro libro.

-En verdad que me había usted engañado, Ethan, le había tomado pro un palurdo de ciudad, claro está que su acto le honra y que, por tanto no podía por menos que recompensarle y créame si le digo que aunque hubiese sido usted un campesino esta noche habría estado a mi mesa.

-No creo que en la posada hubiese estado bien visto, el posadero parece un hombre acostumbrado a ciertos convencionalismos.

-Sin duda lo es, no obstante es un buen hombre, en realidad un poco seco en el trato; Sin duda habría puesto alguna pega en poner en la mesa un plato de esta calidad a un campesino, seguramente me habría ofrecido sentarle en otra mesa y darle una cerveza aguada y pan.- Este negó con la cabeza con suavidad en gesto de desaprobación.

-Entiendo su postura y me pongo en su posición, recuperar esa cantidad de dinero, tiene que ser algo muy importante para usted, pero no creo que debiera dar un trato preferente a un campesino que...

La sonrisa sarcástica en la cara del mercader mostraba una importante apatía ante los convencionalismos sociales. Ethan, por su parte había sido educado para ser caballero y para él había tres clases de personas, los nobles, los ciudadanos y los campesinos, y seguramente no tendría a bien comer con uno de los terceros, aunque, y ahí se dio cuenta de lo estúpido de su argumento, no veía mal que un caballero comiese en la mesa de un rey lo que en la escala social de este último sería menos de lo que un campesino era para un ex-caballero como el.

-Señor mío,- le cortó el mercader- si se cree mejor que un campesino quizá no debería estar sentado a mi mesa, sepa que gracias a ellos come usted cada día, ¿sabe cual es la única actividad imprescindible para un reino? Se lo diré, por pequeño que sea un reino lo único que no puede eliminarse es la comida que comen sus gentes y créame si le digo que un noble por pobre que sea no trabajará una tierra.

-Bueno, en realidad tiene usted razón, pero hay otras actividades...

-Todas prescindibles no se crea, por ejemplo, mi profesión: si no hubiese alimentos que transportar no habrían aparecido los mercaderes, o acaso los guerreros, lo que defiende un militar es tierra, tierra para cultivar y alimentarse. Los deseos de poder y grandeza son consecuencia de la estupidez humana.

-Me siento como un idiota, y eso que siempre me había considerado por encima de los nobles en mis ideas y resulta que soy igual.

-De todos modos ningún noble pensará como yo, está claro, por eso yo no regalo nada a nadie. Suena contradictorio que yo gane dinero aprovechándome de la desgracia de pobres campesinos y también de nobles estúpidos, no se crea. Va contra mis principios, pero lo hago porque soy codicioso, es la naturaleza humana. Señor mío, siempre has de ver las dos caras de la moneda para hacer un juicio justo.

-Estaba pensando que una persona con su juicio podría ser un consejero de algún gran condado, por ejemplo.

-Ya le he dicho que soy codicioso, quizá en un futuro piense en su oferta.-Dijo Raüm sonriendo.

-En verdad no creo que nunca vuelva a luchar como caballero.

-No es malo que sea un caballero errante.

-En estos momentos, no siento la necesidad de ser un héroe, me valdría con comer tres veces al día.

-Y dígame, ¿que le ha traído a Keepersbourg? La verdad es que no es el mejor lugar para un mercenario que busca trabajo.

-Quizá no lo sea, pero tras la guerra uno se merece un descanso, quizá dejé escapar demasiado tiempo.

-Dado que la Legión del Cielo anda cerca, quizá pueda unirse a sus filas.

-Me temo que ese camino ya lo tomé y 'Blueface' no es el tipo de hombre que da una segunda oportunidad a un hombre.

-Seguramente no, la verdad es que procuro estar lejos de la Legión, pero bueno, entonces quizá le interese cambiar de rumbo...

-¿En qué estaba pensando?

-No puedo ofrecer tanto como la Legión pero tres comidas al día si está en mis posibilidades.

Ethan quedó en marchar al día siguiente con el mercader que partía de nuevo hacia el norte, el precio, tres comidas y una moneda de plata al día.


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Una Daga en la Noche by Adrián García Maganto is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-No comercial-Sin obras derivadas 3.0 España License.

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