En mi mesilla: "La Rueda del Tiempo VIII, El Yermo de Aiel" Robert Jordan
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domingo, 17 de mayo de 2009

Día 36.- Camino a Manrik

Le estaba costando mucho dormirse y sabía perfectamente que se debía a que sabía que Briane se encontraba en una habitación en frente de la suya, él estaba allí con Raüm, como era ya costumbre, pero no podía dejar de pensar en ella, a punto había estado en un par de ocasiones de ir a verla, pero no estaba seguro de que fuera ese el modo.

Durante la cena había tenido que soportar las miradas encendidas y los murmullos referidos a la joven, un joven se había acercado a ella, pero le había despachado sin malos modos y este se había ido a por una jarra de cerveza para ahogar sus penas. Yal se había pasado toda la noche cantando y recitando. Suponía que habría cenado con el posadero como era habitual entre los trovadores, y más teniendo en cuenta la relación que los unía.

Creía haber tardado horas en dormirse y cuando Raüm le despertó sentía los ojos legañosos y un gran cansancio.

Briane estaba ya desayunando, con Yal, cuando llegaron Ethan creyó que estaba aún más hermosa que el día anterior, pero no dijo nada a pesar de la calida sonrisa que brillaba en su rostro mientras le invitaba a acompañarles.

Partieron pronto, el día había amanecido nublado y todo apuntaba a que habría nieve a lo largo del día, el frío les helaba los huesos hasta hacerlos tiritar aunque no hacía aire en absoluto que les molestase.

Ethan volvía a cabalgar al frente acompañado de Raüm y Briane que mantenía una simpática conversación sobre los distintos lugares por los que el mercader había viajado.

-Una vez anduve un tiempo por el Akass, como todo el mundo sabe es un desierto interminable de miles de millas, sin embargo aquella gente comercia, tanto con el Norte como con el Sur, traen buenos metales de Dürsk, aunque el comercio principal va por barco, es difícil cruzar las defensas de los kandisios y no es rentable si lo que deseas es que la mayoría llegue a manos del Emperador.

-Y dime, Raüm, ¿cómo es el desierto?, la gente dice que hay caballos que tienen montañas en sus espaldas y que escupen veneno, ¿es verdad que hace tanto calor que la arena se convierte en cristal?

-Todo eso son exageraciones, hay que tener cuidado pues el sol abrasa, pero la arena es tan fina y está tan caliente que casi no se puede pisar.

-¿Y qué hay de los caballos?

-Sí, es cierto que existen, se llaman camellos, pero no escupen veneno aunque sería un buen arma pues poseen una puntería prodigiosa.- La joven respondió con una suave sonrisa.

-Y, ¿Dónde más has estado?, ¿has salido más veces de Var-Kandik?

-A parte del Akass, viajé en una ocasión al este, crucé toda Vassakit, e incluso llegué a la Desolación de Bibahk-Yam.

-¿Y cómo son?

-Los bosques de Vassakit son realmente hermosos aunque la tierra es algo inhóspita y la verdad es que no producen gran cosa, exceptuando madera y rocas para construir...

Continuaron hablando largo rato, Briane no se aburría nunca de hablar de viajes, a veces se acercaba Yal con el carro y contaba alguna anécdota de tierras lejanas, pero, por lo poco que sabía Ethan de lo que había fuera de su país creía que más de la mitad eran mentiras, eran las típicas historia que contaban los mentirosos compulsivos de renombre en las tascas más movidas de todas las ciudades.


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domingo, 10 de mayo de 2009

Día 35.- Encuentro inesperado

La muchacha de fogosos cabellos se quedó mirándoles, callada, el joven de su lado siguió su mirada y vio a la gente que acababa de entrar, de un trago acabó su cerveza y se levantó haciendo una leve inclinación ante la muchacha que ni siquiera le miraba.

-Habéis tardado mucho, esperaba encontraros pero ya hace un día que estoy aquí, y creí partir antes que vosotros.- Sonrió como solo ella sabía sabía y sus ojos se abrieron más que nunca reflejando la luz de la tarde que entraba por al ventana, la visión era impresionante, un verdadero regalo.

Ethan se acercó a Briane y la miró a los ojos, ella hizo un gesto como de extrañeza, como si no comprendiera que hacía aquel hombre mirándola así y luego volvió a sonreír.

-No esperaba...- Ethan calló de nuevo.

-Creo que tenías razón, debía salir de allí, Freetown no era lugar para mi, me estaba ahogando entre sus muros.

-Pero, ¿tu madre...?

-No saques ese tema, es lo que me impedía salir, vivir, debía dejarla atrás, la quiero, pero no podía dejar que se consumiese mi vida así, quería partir contig... con vosotros, aprender a defenderme, conocer otros lugares.

Ethan sintió como por detrás de él se acercaba uno de los picaros de Jur y lanzaba su mano al muslo de la muchacha, pero no consiguió pararlo.

-Esta será nuestra zorra, es muy...

Antes de que llegase a decir nada más tenía la daga de Ethan en el cuello, los hombres de Jur habían desenfundado sus armas y Ethan soltó al tipo.

-La próxima vez no tendrás tanta suerte, vuelve a hacer algo así y te rebanaré el cuello.

-Puedes intentarlo.- De pronto soltó una risotada.- No merece la pena, cerveza para todos, posadero, estamos secos del viaje.

-Lo siento.- Dijo Ethan a Briane.

-Estoy acostumbrada, no es la primera vez, los hombres se creen en el derecho a... Bueno, no se, siéntate conmigo.

-¿Qué hay del joven?

-¿El campesino?, creo que ha entendido que no me interesaba su compañía. He corrido mucho, pensaba que os había perdido, por suerte maese Fardas me indicó que no había visto pasar a ningún grupo estos días y yo, supuse que no habríais llegado aún, Raüm, bueno, él trató de consolarme, me dijo que querrías despedirte, pero yo no podía, espero que no me culpes, era demasiado complicado.

-Era tu decisión, no te voy a decir que no deseara esto, Briane...

Los ojos de la muchacha eran más hermosos que nunca, con un brillo especial.

-Me alegro de que estés con nosotros, pero el camino puede ser peligroso, tendremos que encontrar alguna armadura para ti.- La joven bajó la vista y asintió, luego miró a Raüm que acudió en su ayuda.

Cenaron pronto, y se fueron a acostar en seguida, por suerte Fardas conocía a toda la gente del pueblo y pudo conseguir una armadura de cuero apta para la muchacha y una vieja hacha, que a pesar de todo estaba en buen estado, el precio no era malo tampoco así que Ethan la armó como si fuese un caballero y él un señor, ella respondió con una risa alegre y se lanzó a sus brazos. El mercenario la miró directo a los ojos y se puso colorado, pero no la apartó de si, estuvo aún un poco más aferrado a ella, mientras, Yal cantaba una balada subida de tono para el regocijo de todos.


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jueves, 7 de mayo de 2009

Día 35.- Corto camino

Era tarde cuando habían emprendido la marcha, pero no parecían preocupados, lo mejor sería que tomaran refugio esa noche en la pequeña taberna El Descanso del Rey, era una gran taberna, tan rodeada de pequeñas casas y granjas que se había formado un pueblo, arracimado en el camino, conocido como Smalltown.

Allí la gente holgazaneaba, esperando a que acabara lo más duro del invierno, los campos estaban helados y tratar de trabajar las tierras sería una pérdida de tiempo, el ganado podía persistir con el grano y la paja recogidos durante el verano y que se guardaban en un gran almacén comunal. Como no podía ser de otro modo, la máxima autoridad de Smalltown era el posadero, no era el típico posadero, sus padres habían comprado un pequeño título con lo que habían obtenido vendiendo las tierras y de la posada, que era un buen punto de paso y habían invertido parte de su dinero en una fábrica de cerveza artesanal que les había hecho bastante poderosos en la zona.

Los Gartov eran una familia muy apreciada y Fardas, el posadero era un gran anfitrión y un magnífico líder por lo que todos le adoraban. Fardas había partido e joven hacia el sur, había luchado en un par de ocasiones con un grupo de hombres de armas, no más de veinte en su mejor momento, y había conseguido el apoyo de sus vecinos, sus viajes, se jactaba, le habían llevado a tierras tan lejanas como las Islas de Sekis, decía que había sido un gran marino también, pero parece ser que era más bravucón que viajero y pronto volvió, aunque era joven, sus padres ya habían muerto hacía tiempo.

Fardas tenía unos penetrantes ojos grises y el pelo rizado, la piel morena y unas anchas espaldas a pesar de su extrema delgadez, era bastante atractivo y su labia le allanaba el camino. En más de una ocasión un grupo se había quedado sin hospedaje en Smalltown por culpa de alguna muchacha que había caído en sus redes, estando prometida, era curiosamente normal que cosas así le sucedieran, pero todo el pueblo le defendía en esos casos y Fardas podía volver a alardear.

Cuando alcanzaron Smalltown estaba empezando a hacer más frío, el cielo se estaba encapotando y una ligera niebla húmeda cubría los valles y las colinas.

Framar montaba junto a Ethan y Raüm a la cabeza mientras Yal jugueteaba con una lira cantando versos delirantes y soeces, para regocijo de los hombres de Jur que le aplaudían y silbaban con entusiasmo.

En El Descanso Yal era bien conocido por lo que Fardas salió a su encuentro casi antes de que cruzasen las lindes del pueblo.

-Amigo Yal, ya le echábamos de menos, alguien tiene que animar a las mozas de este pueblo, para que salgan a beber con nosotros en estos días de frío.

-Bien se que usted, maese Fardas, no necesita música y versos para atraer a las muchachas.- Ambos rieron con ganas mientras caminaban hacia el pueblo.

-Y bien amigo mío, ¿qué te trae por mi pueblo con este frío?

-Acompaño a mi amigo Raüm y su séquito, es un mercader que anda con un negocio entre manos, pero antes de que nos desplumes te diré que hasta al vuelta andamos mal de dinero.

-No te preocupes, amigo, os haré buen precio a cambio de que nos des un poco de tu talento esta noche.

-Eso está hecho.

-Pues he de comentarte que anoche llegó una muchacha, preciosa, cabalgaba como alma que lleva el diablo y se paró exhausta en la posada a dormir, al ofrecí mi jergón, ¿dónde iba a estar mejor?, pero la muy fresca me dijo que no, que pagaría una habitación para ella sola, una pena, porque es muy bonita en verdad, pero creo que no la acabo de gustar aunque se dejó acompañar un buen rato de mis historias, le gustaban sobre todo las de batallas y viajes, mi especialidad, pero ya ves, ni aún así.

-Tengo que conocer a esa dama, sin duda me caerá bien.- Volvieron a reír con una risa contagiosa y despreocupada.

Llegaron a la puerta de la posada, era realmente un gran edificio de piedra con remates de madera y hasta tres faroles de aceite en la entrada, las caballerizas eran grandes y estaban bastante desocupadas, salvo por media docena de asnos, pero Fardas se excusó indicando que, con el frío, dejaba que los amigos del pueblo usasen las cuadras , ahora que estaban vacías sin pagarlas, a cambio del grano para mantener a los animales y algo de paja extra.

Cuando entraron en la taberna se respiraba un ambiente festivo, todos bebían de una cerveza muy aromática y brindaron por Fardas cuando entró, porque es ronda iba a su cuenta. De repente la vieron ahí en una mesa, hablando con un joven campesino y supieron de inmediato que ella era la que había despertado el deseo en Fardas.


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lunes, 4 de mayo de 2009

Día 34.- Una noche tranquila

La noche había pasado, bien que mal, entre las risas ebrias de Yal y los hombres de Jur, el trovador se estaba jugando algo más que el dinero con esos dados trucados, pero, por suerte, sus compañeros de juego no habían estado tan lúcidos como sería necesario para seguir las manos del hábil jugador, que les dejaba ganar menos de lo imprescindible para pasar desapercibido.

El refugio era pequeño, pero eso había ayudado a mitigar el frío de la noche, la puerta estaba hecha rústicamente y dejaba un amplio hueco por debajo por el que se colaba un viento helado. Los caballos habían tenido que quedar fuera por lo que hicieron turnos de guardia, pero, por desgracia, el mercenario no pensó en el alcohol que correría con la luna y, para asegurarse de que no perdían los animales ni la carga, doblo el turno, por suerte Framar se ofreció a doblar también, cuando Ethan se despertó para su segunda guardia, el otro le estaba ya esperando, tiritando, arrebujado en su capa, al volver a dentro, se la ofreció, pero este declinó la oferta.

Era una hermosa noche, podía ver todas las estrellas y una enorme luna plateada coronaba el firmamento. Los caballos estaban tranquilos aunque había que tener cuidado para que no se acercasen demasiado a la fogata que habían dejado fuera de la cabaña para que el frío no acabase con ellos.

Raüm se despertó pronto y ofreció a Ethan que entrase a caldearse un poco y a descansar la hora que quedaría hasta el amanecer, pero el guardaespaldas prefirió quedarse allí fuera, con él.

-Raüm, este tiempo no nos acompañará demasiado tiempo, volverá a nevar y ahora debemos perder un día o dormir todos los que nos quedan a la intemperie.

-Creo que podremos parar mañana, no creo que dormir al raso sea buena opción.

-Estoy de acuerdo.- Hubo un largo silencio.-Raüm, ¿por qué me ocultaste lo de Briane?

-Lo siento, amigo, pero le di mi palabra.

-Al menos podría haberme despedido.

-Pronto volveremos y podrás verla.

-Quizás para entonces sea tarde.

-Esperemos que no.

La noche ya había pasado cuando todos se pusieron en pie, tomaron un frugal desayuno y se pusieron de nuevo en camino.


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