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lunes, 26 de enero de 2009

Días 27 y 28.- Lo peor de la enfermedad

La noche empezó bien, Ethan parecía encontrarse mucho mejor tras haber comido, pero tras unas horas de sueño, Raüm se despertó con la fuerte tos del Mercenario, este estaba sentado sobre la tabla que les servía de cama y trataba de taparse la cara mientras se sujetaba la cabeza. Tenían algo de agua que habían calentado por la noche, pero ya estaba fría, así que no ayudaba a acallar la tos.

Tras más de una hora sin parar Raüm consiguió que Ethan volviese a tumbarse, estaba ardiendo, pero Raüm cedió al cansancio y se quedó dormido lo que le parecieron escasos minutos a pesar de haber pasado horas. Ethan gritaba de forma incoherente, estaba delirando y, a pesar de los esfuerzos del mercader, Ethan seguía dormido retorciéndose en la cama y gritando en sueños. Raüm tomó una de sus camisetas y la mojó en la nieve para ponérsela en la frente a Ethan que empezó a tiritar de inmediato retorciéndose como un niño enfermo.

Con la primera luz de la mañana Raüm observó que la boca de Ethan estaba cubierta de calenturas y unas ojeras negras cubrían las cuencas hundidas de sus ojos, a pesar de los esfuerzos de Raüm, Ethan no se despertó y seguía debatiéndose y gritando.

El granjero entró alarmado por el ruido.

-Está muy enfermo.- Dijo Raüm.- Debemos encontrar a un sanador y rápido.

-Pero no existe tal posibilidad en estas tierras, debéis marchar a Freetown, allí podréis encontrar lo que necesitéis pero aquí no podemos hacer nada por él.

-Deben dejarle quedarse en su casa, junto al fuego, no aguantará una jornada de camino entre la nieve, cuando menos las dos que nos quedarían si tuviese que cargar con él.

-Pero nosotros no podemos, casi no tenemos alimentos...

-Yo les traeré un carro de cereal de la ciudad y les pagaré por las molestias, pero por favor, quédense con él un par de días, tiempo que pueda utilizar yo para traer un curandero o un sanador o lo que sea.

El granjero lo habló largo y tendido con su esposa y finalmente cedieron a cambio de una cantidad de dinero que triplicaba el coste de la mejor posada de la ciudad, sin embargo Raüm no tenía elección y de cualquier forma tenía una deuda con Ethan por una cantidad mayor, por el dinero que le había devuelto, a pesar de ser suyo.

Raüm partió en seguida, por suerte el clima estaba tranquilo y brillaba un sol cálido entre las nubes, lo que hacía que mientras no se apartase de este no sentía un frío tan intenso.

Al llegar a la caseta de los guardias, a medio día de Freetown, empezaba a oscurecer, estos le preguntaron cual era el motivo de tanta prisa, pero una moneda de plata le abrió las puertas de inmediato e incluso le consiguió una escolta y un caballo descansado.

El mercader pasó la noche en Freetown en una pequeña posada a las afueras donde un anciano posadero le consiguió en seguida a un sanador dispuesto a acompañarle, por un módico precio.

Al anochecer del día siguiente Raüm volvía con su caballo y otro más alquilado para el sanador a la granja.

Ethan se encontraba cada vez peor, le dijeron que no había despertado en todo el día y que incluso había vomitado la comida que habían tratado de darle, tenía la cara de un amarillo macilento y los ojos cada vez más hundidos, a pesar de que a veces los abría en muescas de terror, no daba señales de verlos.

El sanador en seguida pidió agua caliente y echó en ella unas hojas afiladas de un verde brillante, luego hirvió también unas hojas marrones secas, parecidas al tabaco y pidió a Raüm que le trajera un puñado de nieve, con la nieve enfrió el agua de las hojas secas y, mientras le daba de beber el te mezclado con leche, le daba friegas por el cuerpo semi-desnudo y cubierto de cicatrices.

Pasaron así más de tres horas, pero después de secarle y arroparle con mantas, junto al fuego como estaba, Ethan parecía dormir tranquilo y algo de color había vuelto a su rostro.


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Una Daga en la Noche by Adrián García Maganto is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-No comercial-Sin obras derivadas 3.0 España License.

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