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viernes, 9 de enero de 2009

Dos años atrás.- II

Ethan se sentía traicionado, sucio, furioso, la ambición de venganza bullía en su fuero interno, sentía un profundo odio y lo más grave es que no se había dado cuenta; no, no había querido darse cuenta, las señales eran demasiado claras, de una obviedad casi cristalina. ¿Qué había querido decir esa… mujer de deleznable virtud? No podía ser, ¿ni siquiera aquel que él había considerado su vástago lo era en realidad?

Pero no podía seguir así, se volvería loco si dormía con ella, seguía siendo una diosa a sus ojos, pero no, una diosa no, una sirena que le había engañado, eso era lo que era.

Pero a pesar de todo, lo que más le dolía era que él si la había amado, la amaba, y la amaría siempre. “Ha de ser mentira, ha sido un momento de enfado” quiso pensar, pero sabía perfectamente que no era eso, aquella había sido su conversación más larga en meses.

Pasaron días hasta que Parnás volvió a dirigirle la palabra y hubiese sido mejor que no lo hiciera, todo fueron insultos, él se sentía un ser despreciable, había alcanzado el odio de su mujer, la única que había amado, como un crío, había creído que todo iría bien, que serían felices, pero todo lo que había conseguido era haber criado una sanguijuela que le estaba arrancando la vida.

Por otro lado sufría los continuos ataques verbales del grupo de nobles amigos de Sir Ludward y la situación era cada vez más tensa. Una semana desaparecieron unas mercancías que habían partido de Corland por las que Ludward pensaba decía a bombo y platillo que cobraría una gran suma de dinero, era de todos sabido que habían sido los bandidos quieres robaron la mercancía, pero Ethan tuvo que ir a testificar como principal responsable ante el Emperador que, ante la falta de pruebas decidió dejarle libre y no tomar represalias.

Sin embargo, si sufrió Ethan varios asaltos a sus transportes de mercancías en las siguientes semanas con lo que acumuló unas perdidas muy importantes.

La relación con el Emperador se estaba deteriorando a pesar de que Parnás trató de defender a su marido ante el máximo dirigente. Pronto empezaron a surgir dudas sobre Krom y las actividades que la habían llevado a un crecimiento tan acelerado, en una situación relativamente estable del territorio de Therium; Ethan sabía que había trabajado duro para conseguir crecer y recuperar los años perdidos mientras el señorío de Krom había quedado huérfano.

A pesar de todo, ver como perdía su influencia y parte de sus beneficios comerciales, le hacía gracia, ya que parecía haberle unido algo más a Parnás cuyo padre estaba realmente enfermo. Además esta parecía haber perdido parte de su atractivo, o al menos eso debían creer los hombres nobles que la habían rodeado los últimos años, porque cada vez era invitada a menos fiestas y las que organizaba empezaban a atraer menos gente influyente. Ethan vio en este hecho el conflicto con Ludward, nadie querría participar de sus negocios si estos iban a ser desmantelados una vez ya estaban desembolsados los principales costes.

A pesar de todo, Krom seguía manteniendo un buen nivel de vida para sus ciudadanos que eran ajenos a los problemas de su señor. Ethan tubo que aparcar la idea de crear un su ejército a causa de la falta de fondos, pero no cejó en su empeño y decidió crear un gran mercado en su ciudad que pronto atrajo a gran cantidad de gente, los impuestos derivados del cual le permitieran, meses más tarde, retomar su idea original.

Por desgracia, la guerra empezó a recrudecerse en el sur y el Imperio pidió su ayuda, no contaba más que con unos treinta hombres de armas y no más de cuarenta arqueros con una formación militar escasa y él y otros dos caballeros con la formación necesaria.

Como uno de los caballeros más condecorados en los últimos años, Ethan tuvo que participar en una campaña poco menos que suicida y quedó herido tras perder el valle del Granj, lo que le obligó a volver a Krom con el deshonor de haber perdido aquella posición estrategica, sabía que se encontraba en inferioridad numérica y que, además no habían recibido al ayuda prometida, pero seguía pesándole grandemente el deshonor cuando volvió a su señorío acompañado de un pequeño sequito de nueve hombres.



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Una Daga en la Noche by Adrián García Maganto is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-No comercial-Sin obras derivadas 3.0 España License.

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