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domingo, 1 de febrero de 2009

Día 29.- Llegando a Freetown

El sanador se fue al amanecer, pero les dejó un poco de las hiervas que había utilizado para tratar a Ethan, este seguía dormido. Por deferencia y por la cantidad de dinero que Raüm había prometido al granjero, les habían dejado dormir en la sala, junto al fuego, Ethan, a pesar de todo seguía la tez excesivamente pálida y seguía tosiendo aún en sueños, aunque parecía algo más controlado.

Se despertó una hora después, pero al tratar de levantarse le fallaron las piernas y calló sobre las manos, sentía nauseas y un terrible dolor de cabeza, empezó a vomitar hasta que no le quedaba nada en el estómago y de su boca solo salían arcadas que hacían que su cuerpo se estremeciera.

-Debemos darle la medicina.- dijo la mujer del granjero, pero Raüm rehusó alegando que al vomitaría, y que, posiblemente, la propia infusión fuera la causante del malestar actual de Ethan.

El mercenario, pronto empezó a tiritar, estaba sudando y delirando, hablaba, pero no tenía sentido lo que decía y les miraba con los ojos desorbitados.

Debido a que el día anterior el clima había mejorado mucho, Raüm se obligó a sacar de allí a su guardaespaldas, en aquella granja moriría casi con toda seguridad, según habían pasado las horas su cuerpo sufría mayores espasmos y su piel se estaba tornando de un color grisáceo. Además el granjero y su mujer les estaban ofreciendo volver a la cuadra pues sentían miedo a la enfermedad que estaba consumiendo al guerrero.

Con un carro viejo sobre el que el granjero no puso pega alguna para que se llevaran, a cambio de un precio, esta vez, más que razonable, Raüm improvisó un camastro con algo de paja y muchas mantas, ató los dos caballos como pudo y emprendió la marcha.

Ethan vomitaba cada cosa que Raüm le daba para comer por lo que Raüm no se molestó en parar. Se mantuvo a pesar del frío y la noche , solo paraba para ver que Ethan estuviese bien. Llegaron a Freetown el siguiente día a mediodía. Ethan había empezado a sufrir fuertes sacudidas aquella misma mañana y Raüm había tenido que atarle para evitar que se cayese del carro, que traqueteaba por el camino con suavidad tirado por los dos caballos.

Uno de los guardias que, al ver aparecer a Raüm le reconoció de dos días atrás, había decidido escoltarles aunque no fue necesaria su ayuda más que a la hora de atar a Ethan.

Gracias a pasar con el guardia de la ciudad pudieron cruzar las puertas sin problemas, Raüm le llevó directamente a una posada que conocía dónde dos mozos le ayudaron a subir a Ethan a una habitación y le acostaron. Estaba dormido más tranquilo aunque seguía tiritando y tenía los labios morados.

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Una Daga en la Noche by Adrián García Maganto is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-No comercial-Sin obras derivadas 3.0 España License.

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