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jueves, 27 de noviembre de 2008

Día 5.- Un relajado salón

Ethan había dejado Gatetown, el día anterior, le habían llegado noticias de que un loco había quemado la posada con sus dueños dentro, pero por la descripción nada decían del ser maldito y, ni siquiera se parecía a Ethan la descripción del hombre que había prendido fuego al edificio.

Aunque en a Keepersburg no le fue difícil encontrar a un curandero que le colocase el hombro y a pesar de haber tomado un té de hierbas que le había dado este, por un alto precio, claro está, el mercenario seguía con el brazo en cabestrillo, puesto que el dolor al moverlo era insufrible, también había conseguido unos apósitos para curar sus heridas en las muñecas y tenía el cuerpo lleno de arañazos y moratones de diversos colores y tonalidades. Por si esto fuera poco había tenido que tirar toda la ropa que llevaba puesta para no levantar sospechas, puesto que estaba llena de sangre.

Dedicó el día a caminar por la ciudad tratando de quedarse con la fisonomía de las calles y acabó en un abarrotado mercado donde compró algo de carne en salazón y algo de ropa discreta de campesino por si los rumores de lo sucedido en Gatetown trascendían y se aproximaban con mayor grado de realidad.

En cualquier caso, pasó el resto del día sentado en el salón de la posada, ‘El Trovador Sediento’ con un libro que tomó de la pequeña biblioteca del posadero. Era un tipo afable, extremadamente delgado y bastante alto; con un largo bigote apuntalando un mentón enjuto, de ojos claros y piel morena tenía siempre el pelo alborotado y era de risa fácil. También en la posada trabajaban la hija de este, muy agradable, parecida a su padre en todo, incluida la falta de volumen. Por la cocina y, a veces, en la barra la mujer, baja y también delgada con la cara arrugada en demasía, pero también de sonrisa pronta se ocupaba de dar la comida a los pocos que aún la demandaran, pues ya había pasado la hora para estos menesteres.

Por último, dos chicos de aspecto varonil, pero aún barbilampiños, y de cuerpo más abultado, con iguales facciones y pelo revuelto repartían bebida y comida a diestro y siniestro además de ser los mozos de cuadras. Los gemelos eran bastante más temperamentales y casi nunca sonreían, además parecían haber peleado poco tiempo atrás pues no se hablaban ni aunque se encontrasen de frente.

El salón de la posada, estaba muy vacío, a penas cuatro hombres que comían en silencio, a pesar de que el tiempo había mejorado la chimenea seguía encendida todo el día con lo que Ethan estaba sentado junto a ella, tratando de desentumecer sus doloridos músculos.

-Y bien caballero, que le trae por nuestra posada.- Le preguntó el posadero. Ethan dejó el libro abierto sobre la mesa.

-Verá, estuve en el frente y al terminar la guerra, necesitaba un tiempo de descanso antes de regresar a mi hogar, ya sabe, gastar el botín y descansar.

Alguien llamó al posadero que en estos momentos era el único que se encontraba en el salón e Ethan aprovechó para subir a su habitación, lanzando al aire un “buenas tardes” que el posadero respondió al momento.

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Una Daga en la Noche by Adrián García Maganto is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-No comercial-Sin obras derivadas 3.0 España License.

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