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lunes, 20 de abril de 2009

Día 33.- La partida

Ethan se despertó, sin hacer ruido se acercó a la ventana y abrió los postigos, Raüm roncaba suavemente en la cama, faltaba poco para el amanecer, ya empezaba a clarear la noche. Se acercó a la mesilla y, con cuidado de no hacer ruido tomó una lampara que les había prestado el posadero y la encendió sin gran esfuerzo con la yesca que llevaba siempre consigo, mientras amanecía recogió la ropa que había usado la noche anterior y se encargó de que todas sus cosas estuviesen perfectamente empaquetadas, luego se sentó en la silla, mirando por la ventana y apagó la lámpara.

Recordó que hacía años que no miraba un amanecer de aquel modo, con esa necesidad en su carne, la última vez aún no se había casado con Parnás, se acordó de aquel momento, los dos semidesnudos, abrazados bajo una manta de suave lana, recostados sobre la verde hierba de la primavera de Krom, sobre una colina algo alejada. Habían sido buenos tiempos.

Cerró los ojos, casi sentía que las lágrimas acudían a sus ojos, pero no las dejó salir, él había amado a Parnás, aún la deseaba aunque se obligara a pensar que no era cierto, se la imaginó ahí sentada en su regazo, desnuda, como la primera vez, con su tersa piel rosada, pero al mirar la cara no era la de Parnás la que vio, sobre sus rodillas no estaba aquella que había ocupado sus más intensos sueños, la que ahora le miraba a los ojos era Briane, le sonrió con esos dientes perfectos y esos labios ligeramente elevados y desapreció.

Ethan notó que Raüm se había levantado.

-Perdona Ethan, no quería despertarte, supongo que estabas vigilando por la ventana y te has quedado dormido.

-Sí, vigilando.- La voz de Ethan era solo un susurro, pero Raüm ni siquiera sonrió, se le acercó y puso sus manos sobre los hombros del guardaespaldas.

-Parece que el clima nos acompañará, al menos esta jornada, con el cielo tan despejado seguro que hará frío, ha caído una buena helada, pero creo que el sol calentará bien nuestros huesos.

-Eso espero.- Ethan sonaba taciturno, aunque respondió a Raüm con una sonrisa ligera.

Cuando hubieron recogido sus enseres bajaron al salón común, hacía un rato que había amanecido, pero el salón estaba casi vacío, el posadero les sirvió una cerveza y algo de pan, estaba un poco duro, pero, tras mojarlo y acompañado de un poco de carne tierna y una manzana era bastante agradable.

Framar llegó en seguida, y Yal, que ya habría desplumado a algún campesino también se acercó un poco después tras desayunar acompañado de una camarera de abultado busto.

Tomaron una última cerveza mientras Gunjor les preparaba algo de pan, queso y carne salada para el camino, Ethan casi esperaba ver a Briane entrar de un momento a otro en la sala, ni siquiera iba a poder despedirse de ella o quizá no, el caso es que deseaba verla aunque fuera un momento.

Pero en vez de la muchacha, los que entraron, hablando a voz en grito y exigiendo un barril de cerveza, fueron los bravucones guardaespaldas que les había granjeado el prestamista.

Al frente iba un hombretón de pelo ralo y con un espeso bigote, al que una gruesa cicatriz le asomaba por el cuello de una camisa demasiado pequeña y demasiado cara para ser suya. También había un hombrecillo pequeño con el pelo muy corto y los ojos bastante grandes, al lado de este estaba Turd vociferando, tenía un ojo de madera y el otro era a penas una línea, debajo de unas cejas espesas, salvo en el lado izquierdo donde sendas cicatrices que le cruzaban la frente hasta el ojo desaparecido y que luego continuaban por la mejilla, no eran las únicas cicatrices, un costurón le recorría la mejilla dotándole de una sonrisa diavólica en todo momento. Los dos hombres restantes se quedaron a esperar en la puerta.

-Señor Raüm, estamos listos para partir.- Dijo el más bajito, un tal Fadaz.- El resto de la escolta nos alcanzará al anochecer, el señor de Gaufar tenía un encargo urgente.

Se bebieron sus cervezas de un trago y salieron fuera de la posada donde cinco caballos, de pésimo aspecto, y un asno gordo, al que habían atado un carro destartalado que estaba a rebosar de barriles y enseres, les esperaban, también encontraron ya ensillados los caballos de Raüm y Ethan, Yal por su parte indicó que no tenía problemas en montar y guiar el carro. Lo que más sorprendió a Ethan fue el enorme semental de Framar, quizá algo bajo de las patas de atrás, pero sin duda una bestia magnífica.

Antes de media hora habían terminado de cargar las cosas y ya estaban saliendo de Freetown cuando el sol ya se encontraba suficientemente alto para empezar a caldear sus huesos.


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Una Daga en la Noche by Adrián García Maganto is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-No comercial-Sin obras derivadas 3.0 España License.

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