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sábado, 4 de abril de 2009

Día 32.- Listos para partir

Cuando se levantó Raüm ya no estaba, mientras había estado enfermo Raüm había estado cuidando de él y ahora Ethan no consideró ni por un momento decirle que quería su propia habitación, más aún conociendo que había gastado mucho dinero en aquella granja. La rabia le hizo apretar los puños, “granjero avaro, reza por que mis pasos no me lleven a tu puerta de nuevo.”

Habían pasado varias horas del amanecer, el sol estaba bastante alto aunque no lo había notado pues Raüm había dejado los postigos cerrados. Se aseó con el agua de la palangana, estaba muy fría pero, a pesar de que sentía los músculos de la cara atenazados por el contacto, se sentía bien, más aún cuando abrió la ventana y una gélida brisa le hizo tiritar un segundo, a pesar de lo cual no cerró la ventana para cambiarse, le gustaba la sensación de despertar su mente y activar el cuerpo.

Se puso una camisa y una chaqueta limpias, la última muda debería haberla usado hacía dos días, pero todo indicaba que Raüm se había encargado de que les lavaran la ropa y de que tuviese todo preparado para partir ese mismo día.

Al este las nubes negras anunciaban una inminente nevada, o quizá fuese lluvia, era difícil preverlo, a pesar de que hacía mucho frío no se sentía el ambiente seco que suele preceder a las nevadas. En las calles aún se podían ver restos de nieve, aunque solo en las zonas que se encontraban durante todo el día resguardadas del sol.

Ethan se acercó las escaleras y sintió un sobrecogimiento al recordar la presencia que había sentido la noche anterior, había bebido, sí, pero no lo suficiente para nublar sus sentidos de aquel modo, de repente, cuando ya estaba bajando algo llamó su atención en la pared del rellano. La vela descansaba sobre un saliente, aunque le colgaban chorretones de sebo no estaba gastada del todo y, ni mucho menos era nueva, instintivamente se llevó la mano al cinto, pero su espada no estaba allí, cambió el rumbo de su mano y aflojó la daga mientras observaba el rellano en busca de algún posible escondrijo. No pudo ver nada, además el pasillo era demasiado estrecho como para que pudiesen pasar dos personas hombro con hombro. “No puede ser- se dijo- debo estar equivocado.”

Bajó el tramo de escaleras y se asomó al comedor, el posadero estaba ocupado sirviendo a una mesa; los cuatro hombres sentados a esta parecían comerciantes, ciudadanos con algo de dinero a la vista de las ropas de buena hechura, solo uno de ellos podría ser un soldado, pues era grande y fornido. En otra mesa, al fondo de la sala, junto al escenario, Yal desplumaba con malas artes a un grupo de tres campesinos que arriesgaban su dinero a los dados. La fortuna de Junto no parecía de su lado a juzgar por sus caras serías, a pesar de lo cual el hábil juglar les permitía ganar de tanto en tanto para obligarlos a seguir jugando.

No se había dado cuenta de que una camarera había aparecido de detrás de la barra y le ofrecía asiento y una cerveza. No era Briane, tampoco ninguna de las que estaban allí la noche anterior, era una joven enjuta de graciosos ademanes y sonrisa alegre aunque tenía los ojos ligeramente separados y la nariz quizá algo aguileña, no era guapa, pero tenía algo especial. Ethan accedió a la cerveza, media pinta y un poco de pan con mantequilla y queso. Ethan lo comió todo en silencio, mientras tanto vio como Yal levantaba el campamento tras la huida de sus víctimas que posiblemente se lo pensarían dos veces antes de volver a jugar con aquel hombre. El juglar no se percató de su presencia y salió a la calle tras pagar las cervezas que se habían tomado los campesinos. Quizá era un embaucador, pero refulgía en el cierta nobleza.

Una vez se hubo marchado este Ethan recibió la visita de los hombres de la otra mesa. El que primero habló era un tipo delgado y no muy alto, con amplias orejas y el pelo negro ligeramente revuelto.

-Buenos días, permítame que me presente, mi nombre es Durab Jurabson y estos son mi hermano Jurdab,- El tamaño y la complexión de aquel hombre no dejaban lugar a dudas, a pesar de que este tenía en la cabeza unos bucles dorados, también algo enmarañados,- maese Harol y el hombretón es el señor Deaboul.

Vistos de cerca el señor Deaboul y Harol formaban una extraña pareja, el primero era como un toro alto y de anchos hombros, calculó que le sacaría una cabeza y media espalda, tenía rasgos vaskianos; por otro lado maese Harol era el prototipo de burgues Kandino acomodado, de ancha cintura, con los hombros ligeramente hundidos, completamente calvo pero con un abundante bigote que le resbalaba perezosamente hasta unirse en la papada.

-Buenos días, mi nombre es Ethan Edhamson.- El mercenario no se levantó de la silla aunque estrechó perezosamente la mano que le ofrecía Durab.

-Nos preguntábamos si nos acompañaría en una partida de cartas.

-No soy un gran jugador, seguro que el juglar habría accedido a jugar con ustedes.

-No, no, por Junto, ese hombre nos habría desplumado en un abrir y cerrar de ojos.- Dijo sonriendo abiertamente Harol.- Realmente no jugamos por el dinero, si no por el entretenimiento ¿sabe? Estos últimos días de nieve nos han dejado poco que vender, esperemos que ponto lleguen los mercaderes para suministrarnos de nuevo.

-Exacto, pero, mientras tanto, echamos alguna partida.- Jurdab parecía el más risueño aunque sus ojos ocultaban algo e Ethan decidió dares lo que querían, no le vendría mal distraerse un rato, mientras volvía Raüm de donde fuera que hubiese ido.

Gunjor el posadero les sirvió una ronda de pintas de una cerveza especial, bastante oscura, ante la pregunta de Ethan sobre si Raüm le había dejado algún recado este respondió negativamente, por lo que se reafirmó en su decisión de jugar una partida.



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Una Daga en la Noche by Adrián García Maganto is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-No comercial-Sin obras derivadas 3.0 España License.

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