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martes, 28 de abril de 2009

Día 33.- Dejando Freetown

El mercader y Ethan marchaban a la cabeza, con Framar y Yal un paso por detrás, al fondo les seguían los otros hombres. El trovador traía una interesante discusión con su compañero sobre los requisitos de una buena balada y, a pesar de lo que pudiera parecer, las pequeñas estrofas que Framar canturreaba, en respuesta a cada ataque del primero, parecían darle la razón.

El sol calentaba a pesar de que a la sombra hacía bastante frío y de que el aíre que venía del sur refrescaba el ambiente. A ambas orillas de la calle se amontonaba la nieve sucia que aún no se había derretido a pesar del mejor clima de los últimos días.

Los hombres de Jur refunfuñaban por el calor y reían al rato cuando veían pasar a alguna joven bonita que recibiera con desdén sus soeces piropos. Cuando llegaron al cruce con la calle larga giraron hacia la izquierda y enfilaron esta hasta la puerta norte o Puerta de la Libertad. El muro era en esta zona bastante alto pues no había rocas ni río en esta zona, como en el resto de las paredes, que hiciesen el acceso algo más complicado. Una vez rebasado el umbral siguieron camino entre la multitud de casuchas de los suburbios. En un momento los niños se arracimaron sobre ellos y Framar se adelantó.

-No les dejéis que se acerquen tanto,estos pilluelos os vaciarán los bolsillos antes de que tengáis tiempo de daros cuenta. Alejaos- El hombre sacó un par de monedas de su bolsa y se las arrojó a los niños, Ethan se dio cuenta de que eran de plata.

-Eres un buen hombre.- Dijo Raüm, pero Framar no contestó, agachó la cabeza en gesto de asentimiento y dejó que su semental se pusiera de nuevo a la altura del carro.

Ethan echó ojo hacia atrás, los guardaespaldas que les habían impuesto apartaban a los críos a patadas y les recriminaban a gritos. Había mucha gente por las calles, todos con ropas sencillas de campesinos de tonos parduzcos. Ninguno osaba mirarles a la cara, agachaban la mirada y se apartaban de su camino para abrirles paso.

Media hora después caminaban a paso lento por las lindes de las afueras de la ciudad, Ethan se giró sobre la silla de su caballo y miró hacia atrás, a lo lejos ya, aún se podían ver perfectamente las murallas, el enorme portón abierto de par en par y un grupo de arqueros vigilando desde las almenas, una brisa suave agitaba los pendones de gules y rosa pálido, que eran los colores de la ciudad.

-Ethan, se que no has podido despedirte de esa joven, en realidad era muy hermosa, hace dos días la vi, por la mañana, tú aún estabas dormido, me pidió que no te dijera nada y yo estoy rompiendo mi promesa.- La mirada del guardaespaldas no dejaba lugar a dudas.- Lo siento, ella no quería verte, no puede dejar sola a su madre...

-Raüm, déjalo, ya vale, no esperaba verla, porque no me importa.- Ethan espoleó a su caballo dejando atrás al mercader. Sabía que Raüm no quería molestarle pero no quería que siguiera revolviendo el tema.

A media mañana Framar se adelantó y se puso junto a él.

-No me recuerda, ¿verdad?

-¿Como dice?

-Combatimos juntos, antes de que le nombraran señor de Krom,- las levas de ciudadanos no eran comunes pero algo le hacía suponer que Framar había sido un guerrero importante tiempo atrás,- la verdad es que es normal, ya entonces era caballero, con hombres a su cargo, que le seguían sin pensarlo.

-Creo que se equivoca. El señor de Krom es otro.

-Nada de eso, le recuerdo perfectamente, me hubiese gustado luchar a su servicio.- Framar suspiró.- No siempre llegamos a ser lo que deseamos, o quizá cuando llegamos no sabemos mantenerlo.

-A veces lo que pasa es que te das cuenta de que no merecía la pena el esfuerzo.- Framar asintió.- Mire, maese Framar, no me gustaría que Raüm... ya sabe, que se enterase, para él soy...

-Un amigo, no lo dude, no se enterará por mi, la primera vez que le vi, por la calle le reconocí, pero en sus gastadas ropas no vi al señor, por eso decidí unirme a su servicio.

-Aquí somos iguales.

-Nunca seremos iguales, aunque lo quiera ocultar, siempre será mi general. Yo lo veo así y así lo ve Raüm, para él usted es más que su guardaespaldas, le pide consejo, acude a usted.

-Si, lo he notado, pero siempre ha sido de este modo,nos une la amistad desde que nos conocimos.

Un silbido les llamó la atención, el grupo se había detenido y Yal les miraba desde el suelo. Comieron algo de carne y reemprendieron la marcha en seguida, el ritmo era muy lento, así que al empezar a ocultarse el sol aún se veía la ciudad a lo lejos a pesar de la ligera neblina que empezaba a aparecer. Ethan se arrebujó en la capa para curirse del intenso frío nocturno, aún les quedaban unas horas antes de parar a dormir y, a ese ritmo, no alcanzarían la posada en la que tenían planeado detenerse hasta bien avanzada la noche.

Poca gente transitaba aquel camino, se encontraron con un mensajero que iba a galope tendido y poco más hizo que dedicarles un saludo cuando pasó a su lado en dirección contraria, un grupo de tres pastores con un pequeño rebaño de cabras les saludó y les indicó que había un refugio e cazadores a una hora de camino por si querían pararse a descansar ya que para la posada tenían varias horas. Así lo hicieron, el refugio era poco más que una habitación estrecha, pero, al menos les cubría de la escarcha que empezaba a caer fuera; había algo de madera, pero estaba muy húmeda para que llegara a prender con facilidad, así que Raüm echó mano de un frasco de aceite para embadurnar un par de maderos y el calor generado fue suficiente para hacer prender una pequeña hoguera.


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Una Daga en la Noche by Adrián García Maganto is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-No comercial-Sin obras derivadas 3.0 España License.

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