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domingo, 29 de marzo de 2009

Día 31.- Cuentos a Briane III

Una vez Briane se hubo marchado, pues la taberna de la posada empezaba a recibir a nuevos parroquianos, y era necesaria su ayuda para servir las mesas, Yal se levantó hice una leve reverencia y se despidió para subir al escenario que le esperaba. Todo el mundo bajo la voz cuando empezó a recitar la Oda a Varin-a-Garj. Hacía cientos de años desde que Varin había vivido, pero sus victorias aún se cantaban y se recordaban, fue el que creó Varinat expulsando a los Vaskianos. Mucho había cambiado la historia pues ahora Vassakit era el mayor de los aliados de los Kandinos.


Raüm ya se había marchado así como parte de la parroquia y las muchachas se afanaban en recoger mientras Yal recitaba los últimos versos de la noche para los rezagados. Ethan vio a Briane cabizbaja, exenta de la alegría que les había iluminado horas antes, y se acercó a ella, con suavidad la guió a un rincón, no estaban ocultos, pero al menos podían hablar en voz baja sin que nadie les escuchara. Aunque sentía los ojos de Yal clavados en su espalda no le importó.


-Briane, no puedo marchar viéndote triste, yo , nosotros...- Ethan suspiró, hacía tiempo que no hablaba así con una mujer a pesar de que era joven aún.- Me gustaría que vinieses con nosotros.


-Pero mi madre...


-Ella ha vivido su vida, acaso crees que desearía que tú no vivieses la tuya propia, quedarte aquí, entre borrachos todo el día, ¿es eso lo que deseas?


-Claro que no, pero...- Briane parecía a punto de echarse a llorar, pero Ethan la tomó en sus brazos y la besó en la frente con suavidad, al fin la chica rompió a llorar apoyando su cabeza en el fornido hombro del mercenario.


Ethan la llevó hasta una mesa apartada y la obligó a que se sentara aunque haciendo gala de una suavidad que no parecía propia de aquel duro hombre de cerrada barba de tres días. Ella sollozaba presa de la frustración y entre suaves estertores sollozaba, deseaba poder ayudarla a tomar aquella decisión, pero ya había hecho suficiente. Permaneció a su lado largo tiempo hasta que solo quedaban ellos dos en la sala, no se habían dicho nada aunque Briane había cesado de llorar hacía rato incapaz de seguir.


De repente se levantó, parecía que iban a fallarle las piernas, pero tambaleante se alejó de Ethan, que se había quedado ahí sentado observando la silla vacía. Unos metros más allá, ella se dio la vuelta.


-Espero veros mañana antes de partir maese Ethan y quiero que sepas que siempre tendrás un lugar en Freetown.- Sin esperar respuesta se fue tras la barra y desaparecó en la cocina.


Ethan esperó aún un poco antes de subir a la habitación. Cuando decidió que Briane no volvería tomó el tramo de escaleras y desapreció en la oscuridad, arriba una vela debería haber iluminado el rellano y parte de las escaleras, pero quizá se hubiera acabado de consumir el sebo, cuando llegaba arriba percibió un suave olor a quemado, la vela se acababa de apagar seguramente, caminó por el pasillo y, de repente, sintió, casi más bien percibió una presencia a su espalda, en un segundo se había dado la vuelta y empuñaba su daga, pero no había nadie.


Entró en la habitación guardando la daga y echó la llave, no tardó en quedarse dormido y fue un plácido sueño, Briane apareció más de una vez, aunque no siempre tenía su cara, ni su cuerpo, pero siempre era ella, aquella sonrisa.






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Una Daga en la Noche by Adrián García Maganto is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-No comercial-Sin obras derivadas 3.0 España License.

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