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domingo, 17 de mayo de 2009

Día 36.- Camino a Manrik

Le estaba costando mucho dormirse y sabía perfectamente que se debía a que sabía que Briane se encontraba en una habitación en frente de la suya, él estaba allí con Raüm, como era ya costumbre, pero no podía dejar de pensar en ella, a punto había estado en un par de ocasiones de ir a verla, pero no estaba seguro de que fuera ese el modo.

Durante la cena había tenido que soportar las miradas encendidas y los murmullos referidos a la joven, un joven se había acercado a ella, pero le había despachado sin malos modos y este se había ido a por una jarra de cerveza para ahogar sus penas. Yal se había pasado toda la noche cantando y recitando. Suponía que habría cenado con el posadero como era habitual entre los trovadores, y más teniendo en cuenta la relación que los unía.

Creía haber tardado horas en dormirse y cuando Raüm le despertó sentía los ojos legañosos y un gran cansancio.

Briane estaba ya desayunando, con Yal, cuando llegaron Ethan creyó que estaba aún más hermosa que el día anterior, pero no dijo nada a pesar de la calida sonrisa que brillaba en su rostro mientras le invitaba a acompañarles.

Partieron pronto, el día había amanecido nublado y todo apuntaba a que habría nieve a lo largo del día, el frío les helaba los huesos hasta hacerlos tiritar aunque no hacía aire en absoluto que les molestase.

Ethan volvía a cabalgar al frente acompañado de Raüm y Briane que mantenía una simpática conversación sobre los distintos lugares por los que el mercader había viajado.

-Una vez anduve un tiempo por el Akass, como todo el mundo sabe es un desierto interminable de miles de millas, sin embargo aquella gente comercia, tanto con el Norte como con el Sur, traen buenos metales de Dürsk, aunque el comercio principal va por barco, es difícil cruzar las defensas de los kandisios y no es rentable si lo que deseas es que la mayoría llegue a manos del Emperador.

-Y dime, Raüm, ¿cómo es el desierto?, la gente dice que hay caballos que tienen montañas en sus espaldas y que escupen veneno, ¿es verdad que hace tanto calor que la arena se convierte en cristal?

-Todo eso son exageraciones, hay que tener cuidado pues el sol abrasa, pero la arena es tan fina y está tan caliente que casi no se puede pisar.

-¿Y qué hay de los caballos?

-Sí, es cierto que existen, se llaman camellos, pero no escupen veneno aunque sería un buen arma pues poseen una puntería prodigiosa.- La joven respondió con una suave sonrisa.

-Y, ¿Dónde más has estado?, ¿has salido más veces de Var-Kandik?

-A parte del Akass, viajé en una ocasión al este, crucé toda Vassakit, e incluso llegué a la Desolación de Bibahk-Yam.

-¿Y cómo son?

-Los bosques de Vassakit son realmente hermosos aunque la tierra es algo inhóspita y la verdad es que no producen gran cosa, exceptuando madera y rocas para construir...

Continuaron hablando largo rato, Briane no se aburría nunca de hablar de viajes, a veces se acercaba Yal con el carro y contaba alguna anécdota de tierras lejanas, pero, por lo poco que sabía Ethan de lo que había fuera de su país creía que más de la mitad eran mentiras, eran las típicas historia que contaban los mentirosos compulsivos de renombre en las tascas más movidas de todas las ciudades.


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Una Daga en la Noche by Adrián García Maganto is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-No comercial-Sin obras derivadas 3.0 España License.

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