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jueves, 7 de mayo de 2009

Día 35.- Corto camino

Era tarde cuando habían emprendido la marcha, pero no parecían preocupados, lo mejor sería que tomaran refugio esa noche en la pequeña taberna El Descanso del Rey, era una gran taberna, tan rodeada de pequeñas casas y granjas que se había formado un pueblo, arracimado en el camino, conocido como Smalltown.

Allí la gente holgazaneaba, esperando a que acabara lo más duro del invierno, los campos estaban helados y tratar de trabajar las tierras sería una pérdida de tiempo, el ganado podía persistir con el grano y la paja recogidos durante el verano y que se guardaban en un gran almacén comunal. Como no podía ser de otro modo, la máxima autoridad de Smalltown era el posadero, no era el típico posadero, sus padres habían comprado un pequeño título con lo que habían obtenido vendiendo las tierras y de la posada, que era un buen punto de paso y habían invertido parte de su dinero en una fábrica de cerveza artesanal que les había hecho bastante poderosos en la zona.

Los Gartov eran una familia muy apreciada y Fardas, el posadero era un gran anfitrión y un magnífico líder por lo que todos le adoraban. Fardas había partido e joven hacia el sur, había luchado en un par de ocasiones con un grupo de hombres de armas, no más de veinte en su mejor momento, y había conseguido el apoyo de sus vecinos, sus viajes, se jactaba, le habían llevado a tierras tan lejanas como las Islas de Sekis, decía que había sido un gran marino también, pero parece ser que era más bravucón que viajero y pronto volvió, aunque era joven, sus padres ya habían muerto hacía tiempo.

Fardas tenía unos penetrantes ojos grises y el pelo rizado, la piel morena y unas anchas espaldas a pesar de su extrema delgadez, era bastante atractivo y su labia le allanaba el camino. En más de una ocasión un grupo se había quedado sin hospedaje en Smalltown por culpa de alguna muchacha que había caído en sus redes, estando prometida, era curiosamente normal que cosas así le sucedieran, pero todo el pueblo le defendía en esos casos y Fardas podía volver a alardear.

Cuando alcanzaron Smalltown estaba empezando a hacer más frío, el cielo se estaba encapotando y una ligera niebla húmeda cubría los valles y las colinas.

Framar montaba junto a Ethan y Raüm a la cabeza mientras Yal jugueteaba con una lira cantando versos delirantes y soeces, para regocijo de los hombres de Jur que le aplaudían y silbaban con entusiasmo.

En El Descanso Yal era bien conocido por lo que Fardas salió a su encuentro casi antes de que cruzasen las lindes del pueblo.

-Amigo Yal, ya le echábamos de menos, alguien tiene que animar a las mozas de este pueblo, para que salgan a beber con nosotros en estos días de frío.

-Bien se que usted, maese Fardas, no necesita música y versos para atraer a las muchachas.- Ambos rieron con ganas mientras caminaban hacia el pueblo.

-Y bien amigo mío, ¿qué te trae por mi pueblo con este frío?

-Acompaño a mi amigo Raüm y su séquito, es un mercader que anda con un negocio entre manos, pero antes de que nos desplumes te diré que hasta al vuelta andamos mal de dinero.

-No te preocupes, amigo, os haré buen precio a cambio de que nos des un poco de tu talento esta noche.

-Eso está hecho.

-Pues he de comentarte que anoche llegó una muchacha, preciosa, cabalgaba como alma que lleva el diablo y se paró exhausta en la posada a dormir, al ofrecí mi jergón, ¿dónde iba a estar mejor?, pero la muy fresca me dijo que no, que pagaría una habitación para ella sola, una pena, porque es muy bonita en verdad, pero creo que no la acabo de gustar aunque se dejó acompañar un buen rato de mis historias, le gustaban sobre todo las de batallas y viajes, mi especialidad, pero ya ves, ni aún así.

-Tengo que conocer a esa dama, sin duda me caerá bien.- Volvieron a reír con una risa contagiosa y despreocupada.

Llegaron a la puerta de la posada, era realmente un gran edificio de piedra con remates de madera y hasta tres faroles de aceite en la entrada, las caballerizas eran grandes y estaban bastante desocupadas, salvo por media docena de asnos, pero Fardas se excusó indicando que, con el frío, dejaba que los amigos del pueblo usasen las cuadras , ahora que estaban vacías sin pagarlas, a cambio del grano para mantener a los animales y algo de paja extra.

Cuando entraron en la taberna se respiraba un ambiente festivo, todos bebían de una cerveza muy aromática y brindaron por Fardas cuando entró, porque es ronda iba a su cuenta. De repente la vieron ahí en una mesa, hablando con un joven campesino y supieron de inmediato que ella era la que había despertado el deseo en Fardas.


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Una Daga en la Noche by Adrián García Maganto is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-No comercial-Sin obras derivadas 3.0 España License.

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