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viernes, 27 de febrero de 2009

Día 30.- Mal negocio

Aquel tipo parecía haber sido creado pieza a pieza para ser un guardaespaldas, era demasiado grande para ser un asesino, sus facciones, aún no habiendo estado repletas de cicatrices, habrían sido difícilmente aceptadas fuera de los suburbios.

El hombre delgado le miró a los ojos cuando ya se había sentado:

-¿Y bien?

-Necesito dinero.- Raüm conocía bastante bien a ese tipo de personas, no le importaban tus problemas.

-Claro, claro, para eso estamos aquí, ¿no es así Gordo?- Lo último lo había dirigido al guardaespaldas que había llevado a Raüm a la mesa.- Claro que lo es. Mi nombre es Jur de Gaufar, es un placer, ¿Quiere tomar algo?

-Un vino, por favor.

-Por favor, camarera, dos vinos Gran Haldaf uno para mi y otro para mi amigo...

-Raüm.

-Sí, eso es.- Replicó Jur en un murmullo

El hombre le miraba con ojos codiciosos, el mercader era consciente de que podría sacarle bastante dinero, ahora el tal Jur le haría pagar con creces los intereses, de cualquier manera no tenía elección. La camarera, una fea y escuálida mujerzuela con bigote en ciernes, les sirvió dos copas de madera y se marchó sin decir palabra.

-Bien, ¿por dónde íbamos? Ah, sí, iba usted a contarme un poco de su vida.- Aquella pregunta era muy común en aquella clase de personas, en función de la respuesta tendría mayor o menor capacidad de obtener el dinero, tal había sido el caso del campesino que se había ido con las manos vacías.

-Soy mercader, necesito dinero para comprar mercancías y venderlas luego en...

-¿De qué tipo de mercancías estamos hablando?, ¿si no es mucha indiscreción?.- Jur se había ido acercando a él y ahora parecía a punto de recostarse sobre la mesa.

-Madera y...

-Sería una estupidez por su parte, la madera de esta zona es, ¿cómo la definí ayer, señor Gordo?

-Una mierda inútil, señor.

-Sí esas parecen mis palabras. Raüm, amigo mío, no pretende llevarse madera de Freetown.

-Al menos aquí es barata.

-Cierto es, pero por poco que pagase por ella, no sacaría gran cosa por ella y andar acarreando una carga tan pesada... na, no lo creo, le voy a dar otra oportunidad, no parecía usted idiota, me estaba cayendo bien, no lo estropee tratando de tomarme el pelo.- Jur tomó un largo sorbo de vino, haciendo un ruido excesivo.

-Está bien, es que, en realidad es un negocio de alto riesgo.

-Aha, eso me interesa, alto riesgo es alta rentabilidad, eso decía mi señor padre, le escucho.

Raüm levantó al copa para darse tiempo de pensar, en realidad no tenía ningún plan y las cosas se estaban desmadrando, estaba a punto de tirarse un farol muy gordo, si todo iba bien saldría de allí con una enorme deuda, si no saldría con otro tipo de problemas.

-En realidad voy a comprar un derecho de venta.

-Interesante, prosiga por favor.- La cara de Jur era justamente lo que esperaba, en su cara había duda y expectación, Raüm supo al instante que Jur no sabía de que le estaban hablando.

-Como sabe, un derecho de venta es pagar a otra persona para que dentro de un tiempo compre un bien que yo le entregue, al precio que habremos acordado...

-Claro, claro, eso lo sabía, una operación entre mercaderes- aventuró-, pero ¿de qué bien se trata?

-Se trata de un bien muy preciado en estas tierras.- Raüm le hizo un gesto de cabeza y se recostó en el respaldo sacando de un bolsillo una pipa y una bolsa de tabaco, ofreció al hombre que lo declinó con un gesto de mano, luego tomó otro trago de vino.

-Interesante, ¿de qué se trata? ¿es carbón eh, bribón?

Por la voz del prestamista Raüm supo que le estaba poniendo a prueba.

-Eso sería una estupidez, casi mayor que mi negocio de la madera...

-Jajaja, claro, claro, veo que va en serio, hasta hace un segundo pensaba que estaba tirándose un farol. ¿Y de qué hablamos?, amigo Raüm.

-Metales.

-No podía ser de otro modo, el acero fabricado en el norte es muy valorado y la plata también.

-¿Cómo sabe que voy al norte?

-Ya me habían hablado de usted.

-Claro.

-Bien y dígame, ¿qué cantidad necesitaría? ¿setecientos, ochocientos?

-Mil...- La cara de Jur se iluminó por un segundo, entonces Raüm se dio cuenta, podía sacarle algo más, necesitaría más, se acababa me meter en un grave problema, ahora necesitaba también un cliente que comprara sus metales a cuanto, al ciento veinte, quizás al ciento veinticinco por cien del precio.- cien, mil cien.

-Interesante, eso es mucho riesgo, ¿no cree?

-Bastante, sin duda.

-Bastante, sí, ¿sabe que eso le va a costar?

-Claro, estoy dispuesto a compartir un diez por ciento.

-Pensaba más en doscientos, al mes.

-Pero, necesitaré dos meses al menos.

-Eso hacen mil quinientos, creo que estoy siendo muy razonable, ¿tiene escolta?

-En realidad he de contratar...

-Claro, por mil ochocientos, digamos, tendrá la escolta que necesita, carros, y demás, a parte.

-Entonces hablamos de dos mil.

-Por supuesto, pero eso en dos meses máximo, cada semana posterior añadiremos, ¿cuánto?, ¿ciento cincuenta más? Creo que estoy siendo razonable.

-Claro, pero tendremos que firmar un contrato, es mucho dinero, y no quiero andar cargando con ello.

-Por supuesto.

Un grupo de diez hombres de Jur acompañarían a Raüm en su expedición a partir de la semana siguiente, Raüm por su parte había decidido que guardaría una parte importante del dinero para contratar a otros diez hombres y negociaría otros novecientos por el contrato con un mercader local que era famoso por aceptar contratos de alto riesgo a cambio de un buen pellizco, además Freetown se encontraba en un proceso de renovación de su arsenal que permitirían a Raüm cerrar un contrato de esas características, el problema es cuánto iba a perder con aquel negocio.

Volvió a la posada con la intención de contar a Ethan que esperarían unos días para salir, pero cuando llegaba estaba dormido y ya había comido, así que no quiso despertarle, salió de nuevo hacia la plaza, donde perezosamente se iban abriendo de nuevo los puestos, y preguntó por Kulias Yum.

No le costó encontrar al mercader que ya a esas horas se encontraba bebiendo en una de las posadas de alto nivel de la ciudad. Raüm conocía a Kulias a través de un amigo común y una vez habían realizado un negocio común muy lucrativo para ambos y del que Kulias había salido bastante contento.

Estuvieron hablando durante horas y a la noche había un acuerdo, con un contrato firmado por un valor algo superior al que Raüm estaba dispuesto, pero el tal Kulias era un gran bebedor y él, sin embargo, estaba menos acostumbrado.

Ethan estaba dormido de nuevo, aunque parecía haber estado leyendo durante horas, pues había una vela casi acabada sobre la mesilla. El mercader se tumbó y entre pesadillas en las que Jur y Gordo le cortaban los dedos, pasó una noche en la que la cama giraba sin parar.


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Una Daga en la Noche by Adrián García Maganto is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-No comercial-Sin obras derivadas 3.0 España License.

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