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jueves, 26 de febrero de 2009

Día 30: Una ligera mejoría

Pasaron la noche sin Ethan dormido y Raüm a los pies de la cama, había pedido que le subieran la cena a la habitación, acompañada de un caldo que dio al mercenario como pudo.

Ethan se despertaba de vez en cuando murmurando palabras sueltas, sin sentido, luego volvía a caer dormido, el mercader cada vez le hablaba, le preguntaba comos e encontraba, pero ni siquiera conseguía que sus ojos le miraran.

Al final de varias horas Raüm se quedó dormido, sentado, con la cabeza colgando. Le despertó la luz de la mañana que entraba por al ventana, cuyos postigos se encontraban completamente abiertos, tardó un segundo en darse cuenta, la cama estaba vacía, miró a la izquierda, hacia la puerta, estaba cerrada, inmediatamente giró la cabeza a la derecha y allí, en un rincón encontró el cuerpo de Ethan hecho un ovillo . De inmediato se lanzó a ayudarle, estaba despierto y tiritando como una hoja en un vendaval.

-Ethan.

-Tenía mucho calor, fui a abrir la ventana, no quería despertarte.

-Estás muy enfermo, no deberías haberte levantado.

-Pero tenemos que ponernos en camino, no se como hemos llegado aquí, así que supongo que he estado inconsciente un día.

-En realidad, hace cuatro días que llegamos a la granja, estabas cada vez peor así que te traje a la ciudad, para que te pudiese ver un sanador.- Raüm acompañó a Ethan a la cama, a penas se tenía en pie, estaba muy débil.

-Cuatro días, lo siento, no deseaba retrasarte. He visto que el sol ha empezado a fundir la nieve, eso nos hará un poco más fácil el camino, además las nubes anuncian lluvia, pronto no quedará rastro del manto de días pasados.

La cara del guerrero era pálida y sus pómulos se habían hundido, así como los ojos que rodeaban oscuras franjas negras.

-Ethan, aún debes descansar.

-¿Pero...?

-¿El camino?, seguirá allí, podremos retomarlo mañana.

Pasaron parte del día charlando, un sanador apareció poco antes de la hora de la comida, dio una infusión que sabía a puerro y cebolla a Ethan y le recomendó guardar reposo.

El bullicio de la calle les llegaba a pesar de tener las ventanas cerradas, el mercado estaba cerca y Raüm aprovechó para bajar a vender el carro que le había comprado al granjero y a llenar las alforjas con comida para el viaje. A penas le quedaba dinero ya, y si varios días de camino, así que decidió hacer lo que no debería y tomar un préstamo otra vez, Freetown no era el lugar para este tipo de acciones, había demasiada guardia y los prestamistas eran ilegales, por otro lado los escasos mercaderes con permiso, no parecían haber tenido su mejor año y no quisieron reconocer a Raüm que hubo de adentrarse en los suburbios.

Conocía bastante bien los bajos fondos y Freetown era como cualquier otra ciudad. Preguntando con sutileza mercantil había llegado a una sucia taberna en el que un tipo delgado, sentado en una mesa apartada, recibía peticiones de crédito, en ese momento había un campesino que rogaba por una miseria.

A ambos lado de la mesa, dos hombres fornidos guardaban de que las peticiones fueran llevadas en un tono amigable o, en su caso, echaban al solicitante.

El granjero se fue con las manos vacías, arrastrado por los dos hombres mientras suplicaba llorando.

Uno de los hombres se acercó a barra y susurró algo al posadero que le indicó con un gesto a Raüm, luego se le acercó y le dijo que le acompañara.


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Una Daga en la Noche by Adrián García Maganto is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-No comercial-Sin obras derivadas 3.0 España License.

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