Último leido: "La Saga de Geralt de Rivia II, La Espada del Destino" Andrzej Sapkowski
lunes, 29 de junio de 2009
Día 41.- La casa de Raüm
Tras desayunar Briane insistió en ayudar a Falá con la comida mientras Raüm e Ethan marchaban en busca de Tumrol, un gran comerciante de metales del norte, traía la mejor mercancía de Rusan, la cantidad que quería comprar no era ninguna tontería así que decidió tantear un poco el terreno, no obstante con la cantidad de dinero que iba a pagar Tumrol tendría que partir de inmediato para reabastecerse para el futuro más cercano.
La casa del comerciante era realmente grande, había dos guardias apostados en la puerta y otro más patrullando el jardín, Ethan dejó su espada a los gusrdias y pasaron, Raüm era suficientemente conocido en la zona a pesar de lo cual al llegar a la entrada interior un guardia les cortó el paso y les escoltó llevando la ballesta cargada.
Tuvieron que esperar un poco junto a un hombrecillo de pelo grasiento negro y finos bigotes encrespados que echaba cuentas con un viejo ábaco y que se presentó como el socio de Maese Tumrol.
-¿Raüm? Maldito hijo de perra.- La enorme mola de Tumrol se abalanzó sobre el mercader y le propinó un potente abrazo, era un tipo de mofletes prominentes y ojos pequeños, el poco pelo blanco que le quedaba colgaba en una coleta a su espalda.
-Tum, amigo.
-Has estado mucho tiempo fuera...
-¿No habrás intentado embaucar a mi mujer, verdad Tum?
-¿Por quién me tomas?- Ambos rieron con ganas, estaba claro que el afable viejo era muy buen amigo de Raüm.- Esto hay que celebrarlo, ¿conocéis a mi socio Yage? Es una pena que no pueda acompañarnos, pero Raüm he oído que te vas pronto. ¿Qué te traes entre manos?
-Si no te importa prefiero contártelo a solas, te presento a Maese Ethan mi socio, él sí puede acompañarnos.
-Ecantado.- Ethan creía que aquel apretón sería blando y humedo, pero nada más lejos de la realidad, la firme mano del comerciante era firme como la roca.- Yage, nos veremos esta noche si no te importa, en esta casa mi amigo es uno más.
Entraron en un salón ricamente vestido y una hermosa joven ataviada de camarera les trajo te y bollos recién horneados.
-Y bien Raüm, ¿qué te ha mantenido tanto tiempo fuera del hogar?
-Las nevadas este año han sido copiosas y el camino de vuelta no ha ido bien, me atracaron mis guardias.
-Esos dos... brrrr más les vale no poner un pie en Manrik, de ahora en adelante tienen prohibido visitar este lugar, ya me encargaré yo de que no entren y si no puedo evitarlo, al menos no saldrán.
-Gracias Tum.
-¿Y qué te trae por mi casa cuando deberías estar cumpliendo las necesidades de tu mujer?, ha de ser algo importante para dejar a tan gran señora.
-Tum, no te pases.
-Jajaja, sabes que si te pasara algo nada la faltará.- Raüm asintió.- Ethan, cuentame, ¿de dónde eres?
-De Krom.
-Estuve a punto de hacer negocios con el joven señor de esas tierras, se llamaba como tú, creo que le desbancaron, una pena, espero que no te moleste, pero su mujer era una joya de los negocios.
-Sí, bueno, eso dicen, más bien era una fulana, pero era hermosa, eso no se puede negar, aquel Ethan tenía más suerte que yo.
-No he oído lo mismo, más bien dicen que tuvo que huír para que no le dieran tierras nuevas, ya me entiendes. Raüm, sabes que esta es tu casa y que aquí tçu mandas, así que sírveme una buena copa de Brandy.
-Por supuesto, como es mi casa, me tomaré otra yo, y creo que invitaré a mi socio.
-Jajaja, creo que la próxima vez te haré regalos menos caros.- Los tres rieron con ganas.
Era un gran licor, suave y dulce a la par, Ethan estimó el precio en unas 4 monedas de oro, una auténtica locura solo al alcance de un gran capital.
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domingo, 7 de junio de 2009
Día 40.- Manrik
Para el transporte del agua los Manrikeños habían creado enormes cañerías y un sistema de turbinas conectadas a enormes molinos, que arrendaban a la ciudad, y que les subía el agua lentamente pero sin pausa. Por el mismo motivo se había creado un sistema de bajantes por el que se tiraban el agua sucia y la basura.
El pueblo, como era de esperar estaba copado de comerciantes y era bien conocido por sus alfarerías, la gran cantidad de arcilla encontrada al otro lado de la montaña había hecho imprescindible aquel asentamiento para protegerla pues, en el momento de la creación del pueblo, casi cien años atrás, aquel era un material por el que se llamaba a las armas.
Raüm iba el primero cuando cruzaron los enormes portones, no había ningún guardia allí, guardando la entrada; Ethan y Briane le seguían de cerca y Yal y Framar andaban justo detrás.
Un chiquillo de unos diez años al verles entrar echó a correr hacia ellos, Raüm bajó de su caballo para atarle entre sus brazos y llenar su rubia y desamarañada cabellera de besos.
-Braül, hijo mío, que grande estás, ¿eras tan grande cuando me fuí?
-Padre, solo hace unas semanas que se fue.- Raüm rió con él mientras le levantaba y le subía a horcajadas en el caballo.- Madre ya estaba preocupada, pero yo le dije que no pasaba nada, que volverías pronto, y que allí estaba yo para cuidar de ella y de Jara.
-Claro, no tenían nada de lo que preocuparse contigo allí.
-Aha.
Cuando llegaron a su hogar, una enorme casona de piedra de dos plantas y con un hermoso establo propio, suficiente para tres caballos y un carro y en cuya planta inferior había un antiguo taller convertido en almacén Raüm entró de golpe y llamó a gritos, una mujer de gracioso rostro, con rojos labios y sonrosados mofletes se abrazó a él, la mujer lloraba, y le abrazaba y le apartaba para mirarle la cara repetidas veces, riendo y sollozando.
-Ethan.- Le llamó Raüm.- Esta es mi mujer Falá.
Raüm mandó a los hombres de Jur a una posada bastante alejada de la casa y de aspecto destartalado, pero en la que les tratarían bien, Yal y Framar cenaron con Raüm y su familia y Briane e Ethan en la posada el Gran Alfarero, lugar en que ambos se alojaron , pero Ethan y la muchacha acabaron durmiendo en casa de Raüm, aunque el mercenario no consintió en dormir en la habitación del matrimonio pese a que casi le cuesta que Raüm se enfadase con él.
Briane y Ethan dormían en una habitación de invitados con un jergón relleno de blandas plumas y tapados con suaves sábanas y gruesas mantas. La cama no era demasiado grande por lo que pasaron toda la noche abrazados, la muchacha se durmió en seguida, pero Ethan no quería dormirse, a la luz de la estufa observaba su rostro y la curva de sus pechos en la manta mientras ella no soltaba su mano, como si temiera que fuera a escaparse de su lado. No sabía que eso sería lo último que haría él.
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miércoles, 3 de junio de 2009
Día 39.- Llegando a Manrik
Habían conseguido alcanzar Gardland sin tener que hacer frente a la nieve, un par de días les había llovido ligeramente pero, por suerte, habían podido resguardarse en los frondosos bosques lo suficiente para encender hogueras que les mantuvieran secos y calientes.
Briane, que había comenzado el viaje durmiendo sola en el carro, ahora dormía junto a Ethan, al abrigo de su cuerpo, compartiendo el calor que el mercenario siempre pensó que nunca más compartiría. Aquella noche había decidido doblar guardia junto a Framar, ambos estaban encantados de no tener que mantener conversaciones con sus otros guardaespaldas. Briane se despertó cuando ya hacía bastante que Ethan no estaba a su lado, sintió frío y se arrebujó en la manta mientras pasaba por entre los cuerpos tendidos del resto de los hombres.
Era demasiado hermosa, Ethan no dejaba de mirarla mientras ella se acercaba al fuego que hacía más ardientes aún sus cabellos, sabía que la muchacha lo estaba pasando mal desde hacía días, no era solo lo de su madre, había algo más, aquellos hombres aprovechaban cualquier despiste de Ethan para acercarse a ella, más de una vez había visto como se alejaban de su lado solo cuando él aparecía, esto estaba haciendo que su carácter fuera más hosco y solo ella sabía devolverle la sonrisa.
Briane se sentó junto a él, le besó con suavidad en la mejilla y se frotó las manos frente al fuego.
-¿Eth?
-Dime Bri.- Ella sonreía cuando él la llamaba así, sabía que a él no le gustaba que le llamara así, pero ella no podía resistirse y sabía que el nombre que ella recibía a cambio era la venganza de aquel enorme guerrero.
-Estaba pensando.
-¿Qué pensabas?
-En mi casa, en todo lo que he dejado atrás,- él la miró con tristeza en lo ojos- Ethan, no lo hecho de menos, pero... No se, es como si algo malo fuera a pasar porque yo no estoy, es una tontería, lo se, pero...
-Tranquila es normal.
-Hay una cosa que necesito saber.
-¿Y bien?
-¿Tú eres Ethan-A-Krom?
-¿Quién te ha dicho esa estupidez? Maldito Framar cuando vuelva le voy a decir un par de cosas.
-No ha sido él, Raüm me lo dijo en Freetown antes de iros, pensar que eso fuera cierto...
-Briane, eso no cambia nada, no lo elegí, en realidad nunca debería haberlo sido, todo habría sido más fácil. No lo entiendes, ni siquiera él debía saberlo, nadie lo entiende. Si no hablo de ello es porque no me siento orgulloso, perdí mi título, a mi mujer. Todo.
-Pues, perdona que me alegre, si no fuese así Raüm ya habría muerto congelado y yo seguiría aguantando los insultos y los sobeteos de los clientes de la taberna. Y creo que Framar ha rejuvenecido varios años desde que tú apareciste, antes era un viejo cascarrabias, ahora tiene una misión, le conozco hace tiempo, nada especial, de vez en cuando paraba por la posada, no hablaba mucho y casi siempre estaba solo. Por eso te digo que no entiendo por que lo mantienes en secreto entre aquellos que te queremos.
Briane tenía lágrimas en los ojos, él la abrazó, balbuceó un “lo siento”, que ni siquiera supo si ella había oído pero luego la besó, siguieron así, abrazados largo rato hasta que se quedo dormida sobre su hombro.
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domingo, 17 de mayo de 2009
Día 36.- Camino a Manrik
Le estaba costando mucho dormirse y sabía perfectamente que se debía a que sabía que Briane se encontraba en una habitación en frente de la suya, él estaba allí con Raüm, como era ya costumbre, pero no podía dejar de pensar en ella, a punto había estado en un par de ocasiones de ir a verla, pero no estaba seguro de que fuera ese el modo.
Durante la cena había tenido que soportar las miradas encendidas y los murmullos referidos a la joven, un joven se había acercado a ella, pero le había despachado sin malos modos y este se había ido a por una jarra de cerveza para ahogar sus penas. Yal se había pasado toda la noche cantando y recitando. Suponía que habría cenado con el posadero como era habitual entre los trovadores, y más teniendo en cuenta la relación que los unía.
Creía haber tardado horas en dormirse y cuando Raüm le despertó sentía los ojos legañosos y un gran cansancio.
Briane estaba ya desayunando, con Yal, cuando llegaron Ethan creyó que estaba aún más hermosa que el día anterior, pero no dijo nada a pesar de la calida sonrisa que brillaba en su rostro mientras le invitaba a acompañarles.
Partieron pronto, el día había amanecido nublado y todo apuntaba a que habría nieve a lo largo del día, el frío les helaba los huesos hasta hacerlos tiritar aunque no hacía aire en absoluto que les molestase.
Ethan volvía a cabalgar al frente acompañado de Raüm y Briane que mantenía una simpática conversación sobre los distintos lugares por los que el mercader había viajado.
-Una vez anduve un tiempo por el Akass, como todo el mundo sabe es un desierto interminable de miles de millas, sin embargo aquella gente comercia, tanto con el Norte como con el Sur, traen buenos metales de Dürsk, aunque el comercio principal va por barco, es difícil cruzar las defensas de los kandisios y no es rentable si lo que deseas es que la mayoría llegue a manos del Emperador.
-Y dime, Raüm, ¿cómo es el desierto?, la gente dice que hay caballos que tienen montañas en sus espaldas y que escupen veneno, ¿es verdad que hace tanto calor que la arena se convierte en cristal?
-Todo eso son exageraciones, hay que tener cuidado pues el sol abrasa, pero la arena es tan fina y está tan caliente que casi no se puede pisar.
-¿Y qué hay de los caballos?
-Sí, es cierto que existen, se llaman camellos, pero no escupen veneno aunque sería un buen arma pues poseen una puntería prodigiosa.- La joven respondió con una suave sonrisa.
-Y, ¿Dónde más has estado?, ¿has salido más veces de Var-Kandik?
-A parte del Akass, viajé en una ocasión al este, crucé toda Vassakit, e incluso llegué a la Desolación de Bibahk-Yam.
-¿Y cómo son?
-Los bosques de Vassakit son realmente hermosos aunque la tierra es algo inhóspita y la verdad es que no producen gran cosa, exceptuando madera y rocas para construir...
Continuaron hablando largo rato, Briane no se aburría nunca de hablar de viajes, a veces se acercaba Yal con el carro y contaba alguna anécdota de tierras lejanas, pero, por lo poco que sabía Ethan de lo que había fuera de su país creía que más de la mitad eran mentiras, eran las típicas historia que contaban los mentirosos compulsivos de renombre en las tascas más movidas de todas las ciudades.
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domingo, 10 de mayo de 2009
Día 35.- Encuentro inesperado
La muchacha de fogosos cabellos se quedó mirándoles, callada, el joven de su lado siguió su mirada y vio a la gente que acababa de entrar, de un trago acabó su cerveza y se levantó haciendo una leve inclinación ante la muchacha que ni siquiera le miraba.
-Habéis tardado mucho, esperaba encontraros pero ya hace un día que estoy aquí, y creí partir antes que vosotros.- Sonrió como solo ella sabía sabía y sus ojos se abrieron más que nunca reflejando la luz de la tarde que entraba por al ventana, la visión era impresionante, un verdadero regalo.
Ethan se acercó a Briane y la miró a los ojos, ella hizo un gesto como de extrañeza, como si no comprendiera que hacía aquel hombre mirándola así y luego volvió a sonreír.
-No esperaba...- Ethan calló de nuevo.
-Creo que tenías razón, debía salir de allí, Freetown no era lugar para mi, me estaba ahogando entre sus muros.
-Pero, ¿tu madre...?
-No saques ese tema, es lo que me impedía salir, vivir, debía dejarla atrás, la quiero, pero no podía dejar que se consumiese mi vida así, quería partir contig... con vosotros, aprender a defenderme, conocer otros lugares.
Ethan sintió como por detrás de él se acercaba uno de los picaros de Jur y lanzaba su mano al muslo de la muchacha, pero no consiguió pararlo.
-Esta será nuestra zorra, es muy...
Antes de que llegase a decir nada más tenía la daga de Ethan en el cuello, los hombres de Jur habían desenfundado sus armas y Ethan soltó al tipo.
-La próxima vez no tendrás tanta suerte, vuelve a hacer algo así y te rebanaré el cuello.
-Puedes intentarlo.- De pronto soltó una risotada.- No merece la pena, cerveza para todos, posadero, estamos secos del viaje.
-Lo siento.- Dijo Ethan a Briane.
-Estoy acostumbrada, no es la primera vez, los hombres se creen en el derecho a... Bueno, no se, siéntate conmigo.
-¿Qué hay del joven?
-¿El campesino?, creo que ha entendido que no me interesaba su compañía. He corrido mucho, pensaba que os había perdido, por suerte maese Fardas me indicó que no había visto pasar a ningún grupo estos días y yo, supuse que no habríais llegado aún, Raüm, bueno, él trató de consolarme, me dijo que querrías despedirte, pero yo no podía, espero que no me culpes, era demasiado complicado.
-Era tu decisión, no te voy a decir que no deseara esto, Briane...
Los ojos de la muchacha eran más hermosos que nunca, con un brillo especial.
-Me alegro de que estés con nosotros, pero el camino puede ser peligroso, tendremos que encontrar alguna armadura para ti.- La joven bajó la vista y asintió, luego miró a Raüm que acudió en su ayuda.
Cenaron pronto, y se fueron a acostar en seguida, por suerte Fardas conocía a toda la gente del pueblo y pudo conseguir una armadura de cuero apta para la muchacha y una vieja hacha, que a pesar de todo estaba en buen estado, el precio no era malo tampoco así que Ethan la armó como si fuese un caballero y él un señor, ella respondió con una risa alegre y se lanzó a sus brazos. El mercenario la miró directo a los ojos y se puso colorado, pero no la apartó de si, estuvo aún un poco más aferrado a ella, mientras, Yal cantaba una balada subida de tono para el regocijo de todos.
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jueves, 7 de mayo de 2009
Día 35.- Corto camino
Era tarde cuando habían emprendido la marcha, pero no parecían preocupados, lo mejor sería que tomaran refugio esa noche en la pequeña taberna El Descanso del Rey, era una gran taberna, tan rodeada de pequeñas casas y granjas que se había formado un pueblo, arracimado en el camino, conocido como Smalltown.
Allí la gente holgazaneaba, esperando a que acabara lo más duro del invierno, los campos estaban helados y tratar de trabajar las tierras sería una pérdida de tiempo, el ganado podía persistir con el grano y la paja recogidos durante el verano y que se guardaban en un gran almacén comunal. Como no podía ser de otro modo, la máxima autoridad de Smalltown era el posadero, no era el típico posadero, sus padres habían comprado un pequeño título con lo que habían obtenido vendiendo las tierras y de la posada, que era un buen punto de paso y habían invertido parte de su dinero en una fábrica de cerveza artesanal que les había hecho bastante poderosos en la zona.
Los Gartov eran una familia muy apreciada y Fardas, el posadero era un gran anfitrión y un magnífico líder por lo que todos le adoraban. Fardas había partido e joven hacia el sur, había luchado en un par de ocasiones con un grupo de hombres de armas, no más de veinte en su mejor momento, y había conseguido el apoyo de sus vecinos, sus viajes, se jactaba, le habían llevado a tierras tan lejanas como las Islas de Sekis, decía que había sido un gran marino también, pero parece ser que era más bravucón que viajero y pronto volvió, aunque era joven, sus padres ya habían muerto hacía tiempo.
Fardas tenía unos penetrantes ojos grises y el pelo rizado, la piel morena y unas anchas espaldas a pesar de su extrema delgadez, era bastante atractivo y su labia le allanaba el camino. En más de una ocasión un grupo se había quedado sin hospedaje en Smalltown por culpa de alguna muchacha que había caído en sus redes, estando prometida, era curiosamente normal que cosas así le sucedieran, pero todo el pueblo le defendía en esos casos y Fardas podía volver a alardear.
Cuando alcanzaron Smalltown estaba empezando a hacer más frío, el cielo se estaba encapotando y una ligera niebla húmeda cubría los valles y las colinas.
Framar montaba junto a Ethan y Raüm a la cabeza mientras Yal jugueteaba con una lira cantando versos delirantes y soeces, para regocijo de los hombres de Jur que le aplaudían y silbaban con entusiasmo.
En El Descanso Yal era bien conocido por lo que Fardas salió a su encuentro casi antes de que cruzasen las lindes del pueblo.
-Amigo Yal, ya le echábamos de menos, alguien tiene que animar a las mozas de este pueblo, para que salgan a beber con nosotros en estos días de frío.
-Bien se que usted, maese Fardas, no necesita música y versos para atraer a las muchachas.- Ambos rieron con ganas mientras caminaban hacia el pueblo.
-Y bien amigo mío, ¿qué te trae por mi pueblo con este frío?
-Acompaño a mi amigo Raüm y su séquito, es un mercader que anda con un negocio entre manos, pero antes de que nos desplumes te diré que hasta al vuelta andamos mal de dinero.
-No te preocupes, amigo, os haré buen precio a cambio de que nos des un poco de tu talento esta noche.
-Eso está hecho.
-Pues he de comentarte que anoche llegó una muchacha, preciosa, cabalgaba como alma que lleva el diablo y se paró exhausta en la posada a dormir, al ofrecí mi jergón, ¿dónde iba a estar mejor?, pero la muy fresca me dijo que no, que pagaría una habitación para ella sola, una pena, porque es muy bonita en verdad, pero creo que no la acabo de gustar aunque se dejó acompañar un buen rato de mis historias, le gustaban sobre todo las de batallas y viajes, mi especialidad, pero ya ves, ni aún así.
-Tengo que conocer a esa dama, sin duda me caerá bien.- Volvieron a reír con una risa contagiosa y despreocupada.
Llegaron a la puerta de la posada, era realmente un gran edificio de piedra con remates de madera y hasta tres faroles de aceite en la entrada, las caballerizas eran grandes y estaban bastante desocupadas, salvo por media docena de asnos, pero Fardas se excusó indicando que, con el frío, dejaba que los amigos del pueblo usasen las cuadras , ahora que estaban vacías sin pagarlas, a cambio del grano para mantener a los animales y algo de paja extra.
Cuando entraron en la taberna se respiraba un ambiente festivo, todos bebían de una cerveza muy aromática y brindaron por Fardas cuando entró, porque es ronda iba a su cuenta. De repente la vieron ahí en una mesa, hablando con un joven campesino y supieron de inmediato que ella era la que había despertado el deseo en Fardas.
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lunes, 4 de mayo de 2009
Día 34.- Una noche tranquila
La noche había pasado, bien que mal, entre las risas ebrias de Yal y los hombres de Jur, el trovador se estaba jugando algo más que el dinero con esos dados trucados, pero, por suerte, sus compañeros de juego no habían estado tan lúcidos como sería necesario para seguir las manos del hábil jugador, que les dejaba ganar menos de lo imprescindible para pasar desapercibido.
El refugio era pequeño, pero eso había ayudado a mitigar el frío de la noche, la puerta estaba hecha rústicamente y dejaba un amplio hueco por debajo por el que se colaba un viento helado. Los caballos habían tenido que quedar fuera por lo que hicieron turnos de guardia, pero, por desgracia, el mercenario no pensó en el alcohol que correría con la luna y, para asegurarse de que no perdían los animales ni la carga, doblo el turno, por suerte Framar se ofreció a doblar también, cuando Ethan se despertó para su segunda guardia, el otro le estaba ya esperando, tiritando, arrebujado en su capa, al volver a dentro, se la ofreció, pero este declinó la oferta.
Era una hermosa noche, podía ver todas las estrellas y una enorme luna plateada coronaba el firmamento. Los caballos estaban tranquilos aunque había que tener cuidado para que no se acercasen demasiado a la fogata que habían dejado fuera de la cabaña para que el frío no acabase con ellos.
Raüm se despertó pronto y ofreció a Ethan que entrase a caldearse un poco y a descansar la hora que quedaría hasta el amanecer, pero el guardaespaldas prefirió quedarse allí fuera, con él.
-Raüm, este tiempo no nos acompañará demasiado tiempo, volverá a nevar y ahora debemos perder un día o dormir todos los que nos quedan a la intemperie.
-Creo que podremos parar mañana, no creo que dormir al raso sea buena opción.
-Estoy de acuerdo.- Hubo un largo silencio.-Raüm, ¿por qué me ocultaste lo de Briane?
-Lo siento, amigo, pero le di mi palabra.
-Al menos podría haberme despedido.
-Pronto volveremos y podrás verla.
-Quizás para entonces sea tarde.
-Esperemos que no.
La noche ya había pasado cuando todos se pusieron en pie, tomaron un frugal desayuno y se pusieron de nuevo en camino.
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martes, 28 de abril de 2009
Día 33.- Dejando Freetown
El mercader y Ethan marchaban a la cabeza, con Framar y Yal un paso por detrás, al fondo les seguían los otros hombres. El trovador traía una interesante discusión con su compañero sobre los requisitos de una buena balada y, a pesar de lo que pudiera parecer, las pequeñas estrofas que Framar canturreaba, en respuesta a cada ataque del primero, parecían darle la razón.
El sol calentaba a pesar de que a la sombra hacía bastante frío y de que el aíre que venía del sur refrescaba el ambiente. A ambas orillas de la calle se amontonaba la nieve sucia que aún no se había derretido a pesar del mejor clima de los últimos días.
Los hombres de Jur refunfuñaban por el calor y reían al rato cuando veían pasar a alguna joven bonita que recibiera con desdén sus soeces piropos. Cuando llegaron al cruce con la calle larga giraron hacia la izquierda y enfilaron esta hasta la puerta norte o Puerta de la Libertad. El muro era en esta zona bastante alto pues no había rocas ni río en esta zona, como en el resto de las paredes, que hiciesen el acceso algo más complicado. Una vez rebasado el umbral siguieron camino entre la multitud de casuchas de los suburbios. En un momento los niños se arracimaron sobre ellos y Framar se adelantó.
-No les dejéis que se acerquen tanto,estos pilluelos os vaciarán los bolsillos antes de que tengáis tiempo de daros cuenta. Alejaos- El hombre sacó un par de monedas de su bolsa y se las arrojó a los niños, Ethan se dio cuenta de que eran de plata.
-Eres un buen hombre.- Dijo Raüm, pero Framar no contestó, agachó la cabeza en gesto de asentimiento y dejó que su semental se pusiera de nuevo a la altura del carro.
Ethan echó ojo hacia atrás, los guardaespaldas que les habían impuesto apartaban a los críos a patadas y les recriminaban a gritos. Había mucha gente por las calles, todos con ropas sencillas de campesinos de tonos parduzcos. Ninguno osaba mirarles a la cara, agachaban la mirada y se apartaban de su camino para abrirles paso.
Media hora después caminaban a paso lento por las lindes de las afueras de la ciudad, Ethan se giró sobre la silla de su caballo y miró hacia atrás, a lo lejos ya, aún se podían ver perfectamente las murallas, el enorme portón abierto de par en par y un grupo de arqueros vigilando desde las almenas, una brisa suave agitaba los pendones de gules y rosa pálido, que eran los colores de la ciudad.
-Ethan, se que no has podido despedirte de esa joven, en realidad era muy hermosa, hace dos días la vi, por la mañana, tú aún estabas dormido, me pidió que no te dijera nada y yo estoy rompiendo mi promesa.- La mirada del guardaespaldas no dejaba lugar a dudas.- Lo siento, ella no quería verte, no puede dejar sola a su madre...
-Raüm, déjalo, ya vale, no esperaba verla, porque no me importa.- Ethan espoleó a su caballo dejando atrás al mercader. Sabía que Raüm no quería molestarle pero no quería que siguiera revolviendo el tema.
A media mañana Framar se adelantó y se puso junto a él.
-No me recuerda, ¿verdad?
-¿Como dice?
-Combatimos juntos, antes de que le nombraran señor de Krom,- las levas de ciudadanos no eran comunes pero algo le hacía suponer que Framar había sido un guerrero importante tiempo atrás,- la verdad es que es normal, ya entonces era caballero, con hombres a su cargo, que le seguían sin pensarlo.
-Creo que se equivoca. El señor de Krom es otro.
-Nada de eso, le recuerdo perfectamente, me hubiese gustado luchar a su servicio.- Framar suspiró.- No siempre llegamos a ser lo que deseamos, o quizá cuando llegamos no sabemos mantenerlo.
-A veces lo que pasa es que te das cuenta de que no merecía la pena el esfuerzo.- Framar asintió.- Mire, maese Framar, no me gustaría que Raüm... ya sabe, que se enterase, para él soy...
-Un amigo, no lo dude, no se enterará por mi, la primera vez que le vi, por la calle le reconocí, pero en sus gastadas ropas no vi al señor, por eso decidí unirme a su servicio.
-Aquí somos iguales.
-Nunca seremos iguales, aunque lo quiera ocultar, siempre será mi general. Yo lo veo así y así lo ve Raüm, para él usted es más que su guardaespaldas, le pide consejo, acude a usted.
-Si, lo he notado, pero siempre ha sido de este modo,nos une la amistad desde que nos conocimos.
Un silbido les llamó la atención, el grupo se había detenido y Yal les miraba desde el suelo. Comieron algo de carne y reemprendieron la marcha en seguida, el ritmo era muy lento, así que al empezar a ocultarse el sol aún se veía la ciudad a lo lejos a pesar de la ligera neblina que empezaba a aparecer. Ethan se arrebujó en la capa para curirse del intenso frío nocturno, aún les quedaban unas horas antes de parar a dormir y, a ese ritmo, no alcanzarían la posada en la que tenían planeado detenerse hasta bien avanzada la noche.
Poca gente transitaba aquel camino, se encontraron con un mensajero que iba a galope tendido y poco más hizo que dedicarles un saludo cuando pasó a su lado en dirección contraria, un grupo de tres pastores con un pequeño rebaño de cabras les saludó y les indicó que había un refugio e cazadores a una hora de camino por si querían pararse a descansar ya que para la posada tenían varias horas. Así lo hicieron, el refugio era poco más que una habitación estrecha, pero, al menos les cubría de la escarcha que empezaba a caer fuera; había algo de madera, pero estaba muy húmeda para que llegara a prender con facilidad, así que Raüm echó mano de un frasco de aceite para embadurnar un par de maderos y el calor generado fue suficiente para hacer prender una pequeña hoguera.
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lunes, 20 de abril de 2009
Día 33.- La partida
Ethan se despertó, sin hacer ruido se acercó a la ventana y abrió los postigos, Raüm roncaba suavemente en la cama, faltaba poco para el amanecer, ya empezaba a clarear la noche. Se acercó a la mesilla y, con cuidado de no hacer ruido tomó una lampara que les había prestado el posadero y la encendió sin gran esfuerzo con la yesca que llevaba siempre consigo, mientras amanecía recogió la ropa que había usado la noche anterior y se encargó de que todas sus cosas estuviesen perfectamente empaquetadas, luego se sentó en la silla, mirando por la ventana y apagó la lámpara.
Recordó que hacía años que no miraba un amanecer de aquel modo, con esa necesidad en su carne, la última vez aún no se había casado con Parnás, se acordó de aquel momento, los dos semidesnudos, abrazados bajo una manta de suave lana, recostados sobre la verde hierba de la primavera de Krom, sobre una colina algo alejada. Habían sido buenos tiempos.
Cerró los ojos, casi sentía que las lágrimas acudían a sus ojos, pero no las dejó salir, él había amado a Parnás, aún la deseaba aunque se obligara a pensar que no era cierto, se la imaginó ahí sentada en su regazo, desnuda, como la primera vez, con su tersa piel rosada, pero al mirar la cara no era la de Parnás la que vio, sobre sus rodillas no estaba aquella que había ocupado sus más intensos sueños, la que ahora le miraba a los ojos era Briane, le sonrió con esos dientes perfectos y esos labios ligeramente elevados y desapreció.
Ethan notó que Raüm se había levantado.
-Perdona Ethan, no quería despertarte, supongo que estabas vigilando por la ventana y te has quedado dormido.
-Sí, vigilando.- La voz de Ethan era solo un susurro, pero Raüm ni siquiera sonrió, se le acercó y puso sus manos sobre los hombros del guardaespaldas.
-Parece que el clima nos acompañará, al menos esta jornada, con el cielo tan despejado seguro que hará frío, ha caído una buena helada, pero creo que el sol calentará bien nuestros huesos.
-Eso espero.- Ethan sonaba taciturno, aunque respondió a Raüm con una sonrisa ligera.
Cuando hubieron recogido sus enseres bajaron al salón común, hacía un rato que había amanecido, pero el salón estaba casi vacío, el posadero les sirvió una cerveza y algo de pan, estaba un poco duro, pero, tras mojarlo y acompañado de un poco de carne tierna y una manzana era bastante agradable.
Framar llegó en seguida, y Yal, que ya habría desplumado a algún campesino también se acercó un poco después tras desayunar acompañado de una camarera de abultado busto.
Tomaron una última cerveza mientras Gunjor les preparaba algo de pan, queso y carne salada para el camino, Ethan casi esperaba ver a Briane entrar de un momento a otro en la sala, ni siquiera iba a poder despedirse de ella o quizá no, el caso es que deseaba verla aunque fuera un momento.
Pero en vez de la muchacha, los que entraron, hablando a voz en grito y exigiendo un barril de cerveza, fueron los bravucones guardaespaldas que les había granjeado el prestamista.
Al frente iba un hombretón de pelo ralo y con un espeso bigote, al que una gruesa cicatriz le asomaba por el cuello de una camisa demasiado pequeña y demasiado cara para ser suya. También había un hombrecillo pequeño con el pelo muy corto y los ojos bastante grandes, al lado de este estaba Turd vociferando, tenía un ojo de madera y el otro era a penas una línea, debajo de unas cejas espesas, salvo en el lado izquierdo donde sendas cicatrices que le cruzaban la frente hasta el ojo desaparecido y que luego continuaban por la mejilla, no eran las únicas cicatrices, un costurón le recorría la mejilla dotándole de una sonrisa diavólica en todo momento. Los dos hombres restantes se quedaron a esperar en la puerta.
-Señor Raüm, estamos listos para partir.- Dijo el más bajito, un tal Fadaz.- El resto de la escolta nos alcanzará al anochecer, el señor de Gaufar tenía un encargo urgente.
Se bebieron sus cervezas de un trago y salieron fuera de la posada donde cinco caballos, de pésimo aspecto, y un asno gordo, al que habían atado un carro destartalado que estaba a rebosar de barriles y enseres, les esperaban, también encontraron ya ensillados los caballos de Raüm y Ethan, Yal por su parte indicó que no tenía problemas en montar y guiar el carro. Lo que más sorprendió a Ethan fue el enorme semental de Framar, quizá algo bajo de las patas de atrás, pero sin duda una bestia magnífica.
Antes de media hora habían terminado de cargar las cosas y ya estaban saliendo de Freetown cuando el sol ya se encontraba suficientemente alto para empezar a caldear sus huesos.
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domingo, 12 de abril de 2009
Día 32.- La esperanza
Ethan recorrió las calles de Freetown caminando por el mercado y visitando alguna que otra posada en busca de Raüm, pero no dio con él, sentía que le observaban, como si alguien estuviese siguiéndole, pero a pesar de eso, no pudo ver a nadie que pudiera reconocer, y la mejora del clima había sacado a mucha gente a la calle aquel día.
Se encontró pensando en la propuesta que le habían hecho, no la había considerado ni por un momento, no es que la preocupase especialmente que aquella gente negociara con Var-Kandik del Sur, si no eran ellos, algún otro lo haría y los precios parecían ser más competitivos de este modo, por lo que eran acuerdos muy ventajosos. El problema es lo que le habían estado diciendo aquellos hombres sobre Raüm, sin duda era consciente de que el mercader se había metido en un negocio complicado y, en ningún momento se le había pasado pro la cabeza ponerse en su contra, suficiente tenía Raüm con haber tenido que negociar de aquella manera, basándose en fórmulas mercantiles complejas, para que encima él pusiese pegas.
Sabía cual era el local en el que Raüm había conseguido el préstamo y se le había pasado pro la cabeza ir a hacerle una visita a sus benefactores, pero lo había reconsiderado, habida cuenta de que exigían acompañarles como parte del préstamo.
La verdad es que Ethan no sabía muy bien lo que hacer, necesitaba encontrar al mercader, saber cuándo iban a partir, pero, por otro lado, lo que realmente deseaba era encontrarse con Briane. A sabiendas de que no sabía dónde buscar y que llevaba horas caminando, tomó la decisión de esperar en la posada, quizá aquellos hombres se hubieran marchado ya.
Enfiló el camino de vuelta y echó a andar, se acercaba la hora de comer, por lo que había mucha menos gente ahora que cuando había salido de la posada. Seguía sintiendo un pinchazo en la nuca, sabía que algo estaba pasando a su espalda, tenía la certeza de que le estaban siguiendo, pero no podía demostrárselo a si mismo.
Cuando llegaba a la posada le abordó el juglar.
-Buenos días maese Ethan.
-Buenos días Yal, no habrás visto a Raüm, ando buscándole, se suponía que debíamos partir esta mañana.
-Pues sí, Raüm me habló esta mañana, me dijo que si le veía le comentase que os reuniríais esta tarde, después de comer, en la posada que tenía que cerrar unos temas, pero como no nos hemos visto...- La sonrisa del juglar parecía sincera pero los ojos decían mucho más.
-Claro, esta mañana he bajado, pero andabas desplumando a unos campesinos y no he querido molestar.
-Vaya, pues yo no le he visto, y he pensado que quizá maese Raüm se lo hubiera dicho al posadero y qué, sin duda, él os lo diría. Por otro lado, comprendo que usted estuviese cansado, Briane es una muchacha muy especial y sin duda se quedó usted con ella, un buen rato, supongo que se han acostado tarde.
Ethan lanzó una furibunda mirada a Yal, pero este respondió sonriendo lo que enfureció aún más al guardaespaldas que tomó al juglar por el cuello de la camisa levantándole un palmo del suelo.
-Briane no es una ramera, me quedé a hablar con ella, sí, pero eso es todo.
-No he dicho tal cosa, es una buena amiga mía, y la aprecio. Ahora bien, no me parece bien que me trate usted así cuando seremos compañeros de viaje, Raüm ha aceptado mi propuesta, viajaré con ustedes, tengo que moverme al norte antes de que vuelvan las nieves, si es que vuelven.
Ethan bajó a Yal, el mango de una daga asomaba de su cinto, pero no recordaba haberla visto antes allí, sin duda era rápido, a pesar de todo, quizá no sería mala compañía.
Se sentó a comer solo, aunque el comedor estaba repleto, no había rastro del mercader ni de la camarera. Tuvo que esperar durante un par de horas, rechazando propuestas de partidas de dados y cartas y escuchando la voz de Yal recitando versos para la parroquia, pero al fin Raüm llegó, acompañado de un hombre fuerte, quizás algo bajo, quizá demasiado curtido, su enjuto rostro tenía la marca de demasiados inviernos aunque, sin duda, se mantenía en forma, por su ropa debía ser un guardabosques o algo por el estilo.
-Ethan, este es Framar, nos acompañará en el camino.
-Bienvenido Framar, pude dejarnos un segundo, he de hablar con Raüm, a solas.
Cuando Framar se hubo alejado Ethan negó con la cabeza.
-¿Qué te parece?
-Un juglar y ahora esto, este hombre ha cumplido ya demasiados años.
-Veo que Yal te ha puesto al día. Mira Ethan, se que no te gusta ese hombre y que Framar es menos ayudad e la que necesitamos pero, no hay otra cosa, aunque solo hicieran bulto, en todo Freetown no encontrarás nadie más, ni mejor ni peor.
Ethan relató a Raüm la propuesta que había recibido de aquellos comerciantes por la mañana, el mercader sonrió, pero no pareció estar sorprendido. Él había estado recabando información, mientras buscaba compañeros para la aventura, le habían referido varias cosas, sabía que aquel negocio sería defendido por su padrino, pero por nadie más, y se sentía afortunado de contar con esos dos hombres.
Cenaron en la posada horas más tarde pero Briane seguía sin aparecer.
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