En mi mesilla: "La Rueda del Tiempo VIII, El Yermo de Aiel" Robert Jordan
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viernes, 27 de febrero de 2009

Día 30.- Mal negocio

Aquel tipo parecía haber sido creado pieza a pieza para ser un guardaespaldas, era demasiado grande para ser un asesino, sus facciones, aún no habiendo estado repletas de cicatrices, habrían sido difícilmente aceptadas fuera de los suburbios.

El hombre delgado le miró a los ojos cuando ya se había sentado:

-¿Y bien?

-Necesito dinero.- Raüm conocía bastante bien a ese tipo de personas, no le importaban tus problemas.

-Claro, claro, para eso estamos aquí, ¿no es así Gordo?- Lo último lo había dirigido al guardaespaldas que había llevado a Raüm a la mesa.- Claro que lo es. Mi nombre es Jur de Gaufar, es un placer, ¿Quiere tomar algo?

-Un vino, por favor.

-Por favor, camarera, dos vinos Gran Haldaf uno para mi y otro para mi amigo...

-Raüm.

-Sí, eso es.- Replicó Jur en un murmullo

El hombre le miraba con ojos codiciosos, el mercader era consciente de que podría sacarle bastante dinero, ahora el tal Jur le haría pagar con creces los intereses, de cualquier manera no tenía elección. La camarera, una fea y escuálida mujerzuela con bigote en ciernes, les sirvió dos copas de madera y se marchó sin decir palabra.

-Bien, ¿por dónde íbamos? Ah, sí, iba usted a contarme un poco de su vida.- Aquella pregunta era muy común en aquella clase de personas, en función de la respuesta tendría mayor o menor capacidad de obtener el dinero, tal había sido el caso del campesino que se había ido con las manos vacías.

-Soy mercader, necesito dinero para comprar mercancías y venderlas luego en...

-¿De qué tipo de mercancías estamos hablando?, ¿si no es mucha indiscreción?.- Jur se había ido acercando a él y ahora parecía a punto de recostarse sobre la mesa.

-Madera y...

-Sería una estupidez por su parte, la madera de esta zona es, ¿cómo la definí ayer, señor Gordo?

-Una mierda inútil, señor.

-Sí esas parecen mis palabras. Raüm, amigo mío, no pretende llevarse madera de Freetown.

-Al menos aquí es barata.

-Cierto es, pero por poco que pagase por ella, no sacaría gran cosa por ella y andar acarreando una carga tan pesada... na, no lo creo, le voy a dar otra oportunidad, no parecía usted idiota, me estaba cayendo bien, no lo estropee tratando de tomarme el pelo.- Jur tomó un largo sorbo de vino, haciendo un ruido excesivo.

-Está bien, es que, en realidad es un negocio de alto riesgo.

-Aha, eso me interesa, alto riesgo es alta rentabilidad, eso decía mi señor padre, le escucho.

Raüm levantó al copa para darse tiempo de pensar, en realidad no tenía ningún plan y las cosas se estaban desmadrando, estaba a punto de tirarse un farol muy gordo, si todo iba bien saldría de allí con una enorme deuda, si no saldría con otro tipo de problemas.

-En realidad voy a comprar un derecho de venta.

-Interesante, prosiga por favor.- La cara de Jur era justamente lo que esperaba, en su cara había duda y expectación, Raüm supo al instante que Jur no sabía de que le estaban hablando.

-Como sabe, un derecho de venta es pagar a otra persona para que dentro de un tiempo compre un bien que yo le entregue, al precio que habremos acordado...

-Claro, claro, eso lo sabía, una operación entre mercaderes- aventuró-, pero ¿de qué bien se trata?

-Se trata de un bien muy preciado en estas tierras.- Raüm le hizo un gesto de cabeza y se recostó en el respaldo sacando de un bolsillo una pipa y una bolsa de tabaco, ofreció al hombre que lo declinó con un gesto de mano, luego tomó otro trago de vino.

-Interesante, ¿de qué se trata? ¿es carbón eh, bribón?

Por la voz del prestamista Raüm supo que le estaba poniendo a prueba.

-Eso sería una estupidez, casi mayor que mi negocio de la madera...

-Jajaja, claro, claro, veo que va en serio, hasta hace un segundo pensaba que estaba tirándose un farol. ¿Y de qué hablamos?, amigo Raüm.

-Metales.

-No podía ser de otro modo, el acero fabricado en el norte es muy valorado y la plata también.

-¿Cómo sabe que voy al norte?

-Ya me habían hablado de usted.

-Claro.

-Bien y dígame, ¿qué cantidad necesitaría? ¿setecientos, ochocientos?

-Mil...- La cara de Jur se iluminó por un segundo, entonces Raüm se dio cuenta, podía sacarle algo más, necesitaría más, se acababa me meter en un grave problema, ahora necesitaba también un cliente que comprara sus metales a cuanto, al ciento veinte, quizás al ciento veinticinco por cien del precio.- cien, mil cien.

-Interesante, eso es mucho riesgo, ¿no cree?

-Bastante, sin duda.

-Bastante, sí, ¿sabe que eso le va a costar?

-Claro, estoy dispuesto a compartir un diez por ciento.

-Pensaba más en doscientos, al mes.

-Pero, necesitaré dos meses al menos.

-Eso hacen mil quinientos, creo que estoy siendo muy razonable, ¿tiene escolta?

-En realidad he de contratar...

-Claro, por mil ochocientos, digamos, tendrá la escolta que necesita, carros, y demás, a parte.

-Entonces hablamos de dos mil.

-Por supuesto, pero eso en dos meses máximo, cada semana posterior añadiremos, ¿cuánto?, ¿ciento cincuenta más? Creo que estoy siendo razonable.

-Claro, pero tendremos que firmar un contrato, es mucho dinero, y no quiero andar cargando con ello.

-Por supuesto.

Un grupo de diez hombres de Jur acompañarían a Raüm en su expedición a partir de la semana siguiente, Raüm por su parte había decidido que guardaría una parte importante del dinero para contratar a otros diez hombres y negociaría otros novecientos por el contrato con un mercader local que era famoso por aceptar contratos de alto riesgo a cambio de un buen pellizco, además Freetown se encontraba en un proceso de renovación de su arsenal que permitirían a Raüm cerrar un contrato de esas características, el problema es cuánto iba a perder con aquel negocio.

Volvió a la posada con la intención de contar a Ethan que esperarían unos días para salir, pero cuando llegaba estaba dormido y ya había comido, así que no quiso despertarle, salió de nuevo hacia la plaza, donde perezosamente se iban abriendo de nuevo los puestos, y preguntó por Kulias Yum.

No le costó encontrar al mercader que ya a esas horas se encontraba bebiendo en una de las posadas de alto nivel de la ciudad. Raüm conocía a Kulias a través de un amigo común y una vez habían realizado un negocio común muy lucrativo para ambos y del que Kulias había salido bastante contento.

Estuvieron hablando durante horas y a la noche había un acuerdo, con un contrato firmado por un valor algo superior al que Raüm estaba dispuesto, pero el tal Kulias era un gran bebedor y él, sin embargo, estaba menos acostumbrado.

Ethan estaba dormido de nuevo, aunque parecía haber estado leyendo durante horas, pues había una vela casi acabada sobre la mesilla. El mercader se tumbó y entre pesadillas en las que Jur y Gordo le cortaban los dedos, pasó una noche en la que la cama giraba sin parar.


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jueves, 26 de febrero de 2009

Día 30: Una ligera mejoría

Pasaron la noche sin Ethan dormido y Raüm a los pies de la cama, había pedido que le subieran la cena a la habitación, acompañada de un caldo que dio al mercenario como pudo.

Ethan se despertaba de vez en cuando murmurando palabras sueltas, sin sentido, luego volvía a caer dormido, el mercader cada vez le hablaba, le preguntaba comos e encontraba, pero ni siquiera conseguía que sus ojos le miraran.

Al final de varias horas Raüm se quedó dormido, sentado, con la cabeza colgando. Le despertó la luz de la mañana que entraba por al ventana, cuyos postigos se encontraban completamente abiertos, tardó un segundo en darse cuenta, la cama estaba vacía, miró a la izquierda, hacia la puerta, estaba cerrada, inmediatamente giró la cabeza a la derecha y allí, en un rincón encontró el cuerpo de Ethan hecho un ovillo . De inmediato se lanzó a ayudarle, estaba despierto y tiritando como una hoja en un vendaval.

-Ethan.

-Tenía mucho calor, fui a abrir la ventana, no quería despertarte.

-Estás muy enfermo, no deberías haberte levantado.

-Pero tenemos que ponernos en camino, no se como hemos llegado aquí, así que supongo que he estado inconsciente un día.

-En realidad, hace cuatro días que llegamos a la granja, estabas cada vez peor así que te traje a la ciudad, para que te pudiese ver un sanador.- Raüm acompañó a Ethan a la cama, a penas se tenía en pie, estaba muy débil.

-Cuatro días, lo siento, no deseaba retrasarte. He visto que el sol ha empezado a fundir la nieve, eso nos hará un poco más fácil el camino, además las nubes anuncian lluvia, pronto no quedará rastro del manto de días pasados.

La cara del guerrero era pálida y sus pómulos se habían hundido, así como los ojos que rodeaban oscuras franjas negras.

-Ethan, aún debes descansar.

-¿Pero...?

-¿El camino?, seguirá allí, podremos retomarlo mañana.

Pasaron parte del día charlando, un sanador apareció poco antes de la hora de la comida, dio una infusión que sabía a puerro y cebolla a Ethan y le recomendó guardar reposo.

El bullicio de la calle les llegaba a pesar de tener las ventanas cerradas, el mercado estaba cerca y Raüm aprovechó para bajar a vender el carro que le había comprado al granjero y a llenar las alforjas con comida para el viaje. A penas le quedaba dinero ya, y si varios días de camino, así que decidió hacer lo que no debería y tomar un préstamo otra vez, Freetown no era el lugar para este tipo de acciones, había demasiada guardia y los prestamistas eran ilegales, por otro lado los escasos mercaderes con permiso, no parecían haber tenido su mejor año y no quisieron reconocer a Raüm que hubo de adentrarse en los suburbios.

Conocía bastante bien los bajos fondos y Freetown era como cualquier otra ciudad. Preguntando con sutileza mercantil había llegado a una sucia taberna en el que un tipo delgado, sentado en una mesa apartada, recibía peticiones de crédito, en ese momento había un campesino que rogaba por una miseria.

A ambos lado de la mesa, dos hombres fornidos guardaban de que las peticiones fueran llevadas en un tono amigable o, en su caso, echaban al solicitante.

El granjero se fue con las manos vacías, arrastrado por los dos hombres mientras suplicaba llorando.

Uno de los hombres se acercó a barra y susurró algo al posadero que le indicó con un gesto a Raüm, luego se le acercó y le dijo que le acompañara.


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Soy un impresentable, lo se

Hola, quería pediros perdón por dejar el blog colgado, pero es que he estado fuera un tiempo y he perdido el ritmo, esta semana trataré de ponerme alguna tarde que tenga tiempo y podré borrar esto que queda como muestra de mi ignominia y mi falta de profesionalidad en este blog literario.


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domingo, 1 de febrero de 2009

Día 29.- Llegando a Freetown

El sanador se fue al amanecer, pero les dejó un poco de las hiervas que había utilizado para tratar a Ethan, este seguía dormido. Por deferencia y por la cantidad de dinero que Raüm había prometido al granjero, les habían dejado dormir en la sala, junto al fuego, Ethan, a pesar de todo seguía la tez excesivamente pálida y seguía tosiendo aún en sueños, aunque parecía algo más controlado.

Se despertó una hora después, pero al tratar de levantarse le fallaron las piernas y calló sobre las manos, sentía nauseas y un terrible dolor de cabeza, empezó a vomitar hasta que no le quedaba nada en el estómago y de su boca solo salían arcadas que hacían que su cuerpo se estremeciera.

-Debemos darle la medicina.- dijo la mujer del granjero, pero Raüm rehusó alegando que al vomitaría, y que, posiblemente, la propia infusión fuera la causante del malestar actual de Ethan.

El mercenario, pronto empezó a tiritar, estaba sudando y delirando, hablaba, pero no tenía sentido lo que decía y les miraba con los ojos desorbitados.

Debido a que el día anterior el clima había mejorado mucho, Raüm se obligó a sacar de allí a su guardaespaldas, en aquella granja moriría casi con toda seguridad, según habían pasado las horas su cuerpo sufría mayores espasmos y su piel se estaba tornando de un color grisáceo. Además el granjero y su mujer les estaban ofreciendo volver a la cuadra pues sentían miedo a la enfermedad que estaba consumiendo al guerrero.

Con un carro viejo sobre el que el granjero no puso pega alguna para que se llevaran, a cambio de un precio, esta vez, más que razonable, Raüm improvisó un camastro con algo de paja y muchas mantas, ató los dos caballos como pudo y emprendió la marcha.

Ethan vomitaba cada cosa que Raüm le daba para comer por lo que Raüm no se molestó en parar. Se mantuvo a pesar del frío y la noche , solo paraba para ver que Ethan estuviese bien. Llegaron a Freetown el siguiente día a mediodía. Ethan había empezado a sufrir fuertes sacudidas aquella misma mañana y Raüm había tenido que atarle para evitar que se cayese del carro, que traqueteaba por el camino con suavidad tirado por los dos caballos.

Uno de los guardias que, al ver aparecer a Raüm le reconoció de dos días atrás, había decidido escoltarles aunque no fue necesaria su ayuda más que a la hora de atar a Ethan.

Gracias a pasar con el guardia de la ciudad pudieron cruzar las puertas sin problemas, Raüm le llevó directamente a una posada que conocía dónde dos mozos le ayudaron a subir a Ethan a una habitación y le acostaron. Estaba dormido más tranquilo aunque seguía tiritando y tenía los labios morados.

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