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viernes, 28 de noviembre de 2008

Día (-21).- Ataque envolvente


El grupo de mercenarios alcanzó la retaguardia del ejercito órgori tomándoles por sorpresa, estos al verse superados en número y en posición difícil de defender se retiraron hacia la retaguardia de los guerreros corlandos. Los arqueros mercenarios aprovecharon su posición en un punto elevado y la falta de luz, pues empezaba a anochecer, para ralizar un ataque de desgaste contra el ejercito enemigo que, poco a poco iba cediendo terreno hasta encontrarse, muy mermado, a suficiente distancia de los arcos mercenarios.

Blueface ordenó una vez más avanzar a sus hombres, los defensores estaban lejos pero ya habían perdido la posición, no obstante Arkadi dejó a dos decenas de hombres en lo alto de la colina para vigilar que no envolvieran al grupo que estaba avanzando.

Los mercenarios procuraron mantenerse a cierta distancia, mantenían al enemigo a tiro, pero la luz diurna había desaparecido pro completo y disparar sin referencias habría sido una locura.

-¡Flechas incendiarias!- Gritó Argarum haciendo, acto seguido, sonar el cuerno dos veces con dos largas notas atronadoras.

Diez flameantes flechas surcaron el cielo formando una línea entre los hombres del ejército enemigo, antes de que pudiesen retroceder alarmados por el fuego, los órgori sufrieron decenas de bajas, mientras dos líneas de arqueros mercenarios corrían apara avanzar sus posiciones. Nueva andanada de flechas para iluminar el ejército enemigo y más bajas entre sus filas.

-¡A la carga!- Otra nota más larga que las anteriores les indicó que era el momento, mientras tres partes de la Legión del Cielo cargaba, otra mantenía la lluvia de flechas, para cuando Ethan llegó al combate poco había que hacer, el ejército órgori se rindió, deponiendo las armas y dejando vencidos a los corlandos que aún aguantaron todo el día siguiente bajo el ataque por ambos frentes.

Ethan y los demás recibieron su parte del botín y este decidió dejar la Legión del Cielo tras varios meses, y algunas que otras batallas y saqueos, en su haber.




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jueves, 27 de noviembre de 2008

Día (-21).-El ataque final


La orden de marchar fue fulminante para su ánimo, Ethan no se sentía capaz de caminar ni un paso más aquel día habían cubierto varias millas al trote, trataban de alcanzar la retaguardia del enemigo antes del anochecer, el ataque por el frente estaba siendo realmente encarnizado, pero no había grandes opciones de avance, si hacían retroceder al enemigo este se encontraría con el Monte Cruno, si lograban arrastrar a sus atacantes hasta allí el ejército de Corland y Orgoras tendría una ventaja estratégica importante al situarse en alto, por eso Ser Fraugald-a-Karath había mandado a la Legión del Cielo, a la que Ethan pertenecía, rodear al enemigo esa misma mañana.

En verdad ninguno esperaba tener que dar tanto rodeo, pero los corlandos tenían exploradores por todas partes. Y los arqueros órgori defendían el único paso de montaña por lo que también habían tenido que esquivarlos por la cara norte de la montaña.

El consiguiente retraso les obligó a apretar el paso, más de uno se había quedado en el camino, aquellos no volverían a ver la luz del sol si el General Arkadi 'Blueface' (Capitán de la Legión del Cielo desde su creación cuarenta años atrás) les encontraba, era un tipo duro de rostro cuadrado, rala barba y ojos pequeños, su frente y ojos estaban surcados de arrugas, un tatuaje ritual azul le cubría media cara, y una cicatriz doble, en cruz, con marcas de haber sido cosida, le cubría la otra mejilla, siempre iba armado con un par de hachas, jamás utilizaba escudo ni yelmo, pero si una brillante armadura esmaltada en un tiempo lejano de un azul que ya casi había desaparecido por completo.

Junto a 'Blueface' a la cabeza, iba su hijo, cuarenta años más joven, grande como un toro, caminando a grandes zancadas, su larga barba, teñida de azul en honor a su padre y un cuerno al cinto; Argarum era su nombre y portaba como arma predilecta una enorme hacha de doble filo, casi cuadrada.

No habían descansado ni para comer, pero ya estaban cerca de su objetivo cuando, de repente una flecha apareció de entre las hojas de un roble enorme, el disparo fue tan certero que, a pesar de impactar en la frente al desdichado, la punta le sobresalía por el cuello. Ethan como tantos otros sacó su arco y preparó una flecha, pero no sabiendo dónde disparar tres flechas más acabaron con otros tantos mercenarios, uno de ellos justo a su lado por lo que se agachó y cubrió con un escudo, muchos de los mercenarios se dispersaron para tratar de evitar la mortífera puntería de aquellos arqueros.

Cuando se quiso dar cuenta cinco mercenarios trataban de escalar el tronco lo que acabó con dos de ellos muertos, y otros dos heridos, pero el último de ellos, Argarum, saltó de una rama hasta la siguiente hasta que atrapó a uno de los arqueros; era terriblemente rápido y ágil pese a su tamaño y su fuerza. Las ramas estaban demasiado juntas para utilizar el hacha por lo que el enorme mercenario se lanzó sobre el desdichado arquero rompiendo la rama que le sostenía a su paso y haciéndoles caer a ambos al suelo de una altura de unos tres metros con la que el arquero de complexión delgada y frágil se partió el cuello.

Más flechas cayeron pero esta vez fueron menos efectivas e Ethan pudo ver de dónde venían, tiró de la flecha hacia atrás y con un silbido impactó al arquero que perdió el equilibrio por el impacto a pesar de que su armadura no se vio atravesada por la afilada flecha.

El tercero de los arqueros escapó saltando por las ramas mientras los mercenarios que habían despedazado al arquero se peleaban por el botín.

-Esa no es una armadura normal.- Oyó decir a un mercenario enjuto y con el pelo cano.

-Son Vanalit...- Arkdi escupió sobre el cuerpo de uno y luego hizo un gesto con la mano.- No esperaba encontrármelos de nuevo. Recoged todo lo que haya y cargadlo, luego seguidnos.- Dijo a un par de mercenarios.




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Día 5.- Un relajado salón

Ethan había dejado Gatetown, el día anterior, le habían llegado noticias de que un loco había quemado la posada con sus dueños dentro, pero por la descripción nada decían del ser maldito y, ni siquiera se parecía a Ethan la descripción del hombre que había prendido fuego al edificio.

Aunque en a Keepersburg no le fue difícil encontrar a un curandero que le colocase el hombro y a pesar de haber tomado un té de hierbas que le había dado este, por un alto precio, claro está, el mercenario seguía con el brazo en cabestrillo, puesto que el dolor al moverlo era insufrible, también había conseguido unos apósitos para curar sus heridas en las muñecas y tenía el cuerpo lleno de arañazos y moratones de diversos colores y tonalidades. Por si esto fuera poco había tenido que tirar toda la ropa que llevaba puesta para no levantar sospechas, puesto que estaba llena de sangre.

Dedicó el día a caminar por la ciudad tratando de quedarse con la fisonomía de las calles y acabó en un abarrotado mercado donde compró algo de carne en salazón y algo de ropa discreta de campesino por si los rumores de lo sucedido en Gatetown trascendían y se aproximaban con mayor grado de realidad.

En cualquier caso, pasó el resto del día sentado en el salón de la posada, ‘El Trovador Sediento’ con un libro que tomó de la pequeña biblioteca del posadero. Era un tipo afable, extremadamente delgado y bastante alto; con un largo bigote apuntalando un mentón enjuto, de ojos claros y piel morena tenía siempre el pelo alborotado y era de risa fácil. También en la posada trabajaban la hija de este, muy agradable, parecida a su padre en todo, incluida la falta de volumen. Por la cocina y, a veces, en la barra la mujer, baja y también delgada con la cara arrugada en demasía, pero también de sonrisa pronta se ocupaba de dar la comida a los pocos que aún la demandaran, pues ya había pasado la hora para estos menesteres.

Por último, dos chicos de aspecto varonil, pero aún barbilampiños, y de cuerpo más abultado, con iguales facciones y pelo revuelto repartían bebida y comida a diestro y siniestro además de ser los mozos de cuadras. Los gemelos eran bastante más temperamentales y casi nunca sonreían, además parecían haber peleado poco tiempo atrás pues no se hablaban ni aunque se encontrasen de frente.

El salón de la posada, estaba muy vacío, a penas cuatro hombres que comían en silencio, a pesar de que el tiempo había mejorado la chimenea seguía encendida todo el día con lo que Ethan estaba sentado junto a ella, tratando de desentumecer sus doloridos músculos.

-Y bien caballero, que le trae por nuestra posada.- Le preguntó el posadero. Ethan dejó el libro abierto sobre la mesa.

-Verá, estuve en el frente y al terminar la guerra, necesitaba un tiempo de descanso antes de regresar a mi hogar, ya sabe, gastar el botín y descansar.

Alguien llamó al posadero que en estos momentos era el único que se encontraba en el salón e Ethan aprovechó para subir a su habitación, lanzando al aire un “buenas tardes” que el posadero respondió al momento.

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martes, 25 de noviembre de 2008

Día 4.- El salón de la muerte

Ethan se despertó con un espasmo, trató de levantarse pero calló de bruces al constatar que aún tenía el hombro fuera, se quitó la camisa con gran esfuerzo y anudó las mangas con esfuerzo utilizando su diestra y pisando la manga con el pie para hacer fuerza luego se colocó el brazo izquierdo en cabestrillo de forma que, al menos no le colgara al costado. Decidió no mirar atrás, aquel ser demoníaco seguía vivo, aunque estuviese inconsciente.

Tomó el pasillo y llegó a la que había sido su habitación, recogió su coraza de cuero para echársela sobre los hombros no sin esfuerzo y se enfundó las botas, no sabía que había hecho el hombre con sus armas pero no estaban allí, tendría que volver por ellas más tarde o dejarlas en aquel lugar. Era una pena, perder una buena espada y la daga, además del arco, por suerte el resto no lo había tocado, hizo un hatillo como pudo y salió sin mirar por las puertas abiertas que se fue encontrando, bajó las escaleras y salió al salón que estaba lleno de sangre por todos lados, sintió nauseas ante es terrible olor que impregnaba todo.

Trató de salir pero la puerta estaba cerrada, las ventanas parecían duras con los postigos cerrados y clavados, caminó por la sala, había una mesa tirada que ocultaba algo,parecía un cuerpo, se acercó y el nauseabundo olor le hizo vomitar varias veces hasta casi perder la consciencia. Se trataba de un gordo cliente de la posada que había llegado el día anterior, Ethan le había visto sentado junto a la ventana hablando con una joven de abultados pechos y generosa figura que se encontraba aposentada en sus rodillas y que parecía llevar la ropa excesivamente abierta para ser una señorita.

Había visto muchos muertos pero ninguno en ese estado, de todos modos le registró en busca de dinero, un arma, lo que fuera; de lo primero algo si encontró, pero no iba armado a pesar de tener en su cinto destrozado la marca de una vaina, al parecer bastante pesada.

Supo que tendría que volver arriba si no encontraba la llave de la puerta, o al menos, otra puerta. Se metió en la cocina sin miramientos y tomó el mayor de los cuchillos que encontró resuelto a utilizarlo para acabar con aquella bestia, pero antes abrió la nevera, un hueco en el suelo de bastante profundidad, bajó por las escaleras y, de no haber echado antes todo lo que podía tener en el estómago habría vuelto a vomitar, el cuerpo del posadero colgaba de un gancho, de rodillas sobre un charco de sangre con los ojos aún abiertos y una mueca de terror en la cara.

Su resolución era total salió del pozo y se dirigió al salón, estaba a punto de subir las escaleras cuando escuchó algo a sus espalda, no había tiempo de escabullirse pero aún así saltó hacia delante; el tremendo puñetazo que sintió en la espalda le impulsó contra la pared, sintió como se le rompía la nariz y se desplomó con un grito de dolor, el gigante estaba frente a él dispuesto a descargar un puñetazo le tomó por la pechera para levantarle. Ethan sacó el cuchillo y aprovechando el impulso, lo clavó en la base del estómago y tiró de él hasta el esternón, sentía como la sangre tibia le corrí entre los dedos, el hombre miró hacia abajo e hizo un amago de gritar aunque no salió más que un susurro de su boca sanguinolenta, tosió una bocanada de sangre aunque seguía manteniendo al mercenario en el aire, este empezó a clavar el cuchillo y arrancarlo repetidas veces en el pecho mientras el ser le golpeaba con su puño en la cara, por suerte estaba perdiendo fuerzas, al quinto puñetazo soltó a Ethan y calló de espaldas, este hizo lo propio y se quedó a su lado tirado en un charco de sangre negra.

El olor terrible a penas le importaba empezó a reír de forma histérica y se levantó, una vez más clavó el cuchillo repetidas veces y luego le cortó el cuello, con una mirada de locura absoluta tomó una botella de licor y se sentó tomó solo tres tragos pero con el estómago vacío sintió como si hubiese bebido tres jarras, vomitó una vez más. Luego de un rato registró el cuerpo del maldito y encontró las llaves, con temible parsimonia abrió todas las puertas hasta encontrar en la habitación del posadero a la mujer de este desnuda y muerta, junto a ella estaban sus armas, registró la habitación pero a penas encontró un par de monedas de plata y la calderilla que tres como él habían dejado allí.

Volvió a la cocina y buscó algo de comida, también se llevó una botella, el resto las tiró al suelo.

Como pudo encendió su yesca y prendió un pañuelo empapado en alcohol y lo dejó caer sobre un el suelo que empezó a arder en seguida, salió por la puerta a la calle y dejó el pueblo cruzando la plaza, la gente le miraba pero nadie se atrevió a detenerle, solamente el herrero se plantó frente a él.

-¿Qué ha pasado? ¿Por qué has hecho eso?

-El mal vivía allí dentro.- Fue toda su respuesta.


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Día 4.- La tez de la muerte

Ethan trataba de desatarse lo más rápido posible pero desistió al ver abrirse la puerta, el enmascarado iba a matarle y ya no tenía escapatoria, su enorme y encorvada figura cubrió el hueco de la puerta completamente abierta, al verle soltó un pequeño gruñido y con su enorme mano se quitó el pañuelo que le cubría el rostro.

Su cara era horrible, estaba completamente desfigurado, sus labios metidos para dentro rodeaban una boca babeante llena de dientes negros y retorcidos, el cráneo parecía más ancho por un lado que por el otro, una oreja era grande y le colgaba un lóbulo rojizo mientras que la otra tenía solo un retazo del pabellón descarnado y pequeño; la nariz era pequeña pero aguileña, más ancha por arriba que por abajo, los dos ojillos, uno de iris amarillo y el otro marrón eran cada uno de un tamaño y uno estaba bastante más alto, los pómulos colgaban bajo las cuencas negruzcas de los ojos y era prácticamente calvo. Su piel estaba llena de bultos negruzcos. La barba era escasa y estaba cubierta de sangre.

Ethan le vio acercarse con el paso acelerado, se agachó poniendo su cara junto a la de él, le miró directamente a los ojos y le susurró algo, pero parecía tener la lengua de un tamaño descomunal y no se le entendía nada, el hombre comenzó a desatar a Ethan pero sus manos eran demasiado grandes para deshacer las ataduras.

Con su mano izquierda le agarró de las piernas y, de un terrible tirón arrancó el grillete que mantenía a Ethan sujeto a la pared, luego hizo lo mismo con el que le mantenía atadas las manos sintió que perdía el conocimiento por el intenso dolor y el brusco movimiento.

Al ponerle en pie el hombre sintió que le fallaban las piernas sentía calambres por todo el cuerpo. Aquel ser le mantenía sujeto, se sacó un cuchillo de cocina del cinturón, Ethan estaba completamente aterrorizado, pero encontró fuerzas para lanzar un cabezazo a la cara del hombre que no pudo esquivarlo y recibió el golpe en plena nariz que inmediatamente comenzó a sangrar, se llevó una mano a la cara con lo que Ethan quedó libre pero seguía atado, se tiró al suelo y tironeó de las piernas hasta que la cuerda, cedió fruto del terrible trato al que había sido tratada. Justo cuando iba a levantarse a pesar de seguir atado el hombre descargó un enorme puño en su espalda con lo que se derrumbó de bruces, Ethan giró sobre si mismo justo en el momento antes de que el hombre hincara su rodilla justo donde debía estar su pecho.

El mercenario lanzó una patada a la espalda del ser, pero este a penas la sintió. De nuevo le estaba mirando y sus ojos reflejaban furia, juntó sus dos manos haciendo un bloque y golpeó de arriba abajo, por suerte era demasiado lento e Ethan pudo esquivar de nuevo para levantarse de un salto, nunca sabría como lo había hecho pero estaba alcanzando la puerca cuando esta se cerró delante de él con un bramido brutal, el gruñido a su espalda le alertó para que se agachara justo a tiempo para sentir como un puño arrancaba barias tablas de la puerta, pero el hombre no se detuvo y golpeó hacia abajo con la otra mano.

Desde el suelo Ethan hizo presa de los pies de su adversario y con un giro de su cuerpo le hizo derrumbarse estrepitosamente. En un segundo de lucidez vio el cuchillo que había quedado clavado en el suelo y se lanzó por él, al hombretón parecía costarle levantarse pues tenía cortas piernas para su enorme tamaño, el guerrero se desató utilizando la sierra el cuchillo, el brazo izquierdo quedó colgando pero en el derecho sentía toda la fuerza de su cuerpo.

Esquivó de nuevo el envite del hombre y se situó a su espalda que parecía llena de cicatrices y con los huesos de la columna excesivamente marcados., con un geto clavó el cuchillo hasta el mango pero ni siquiera pareció sentirlo, al girarse Ethan perdió el cuchillo, que había quedado clavado y se lanzó a toda prisa hacia la puerta que había quedado encajada.

El hombre le rodeó con dos brazos de fuerza descomunal y empezó a presionarle el pecho, sentía que iban a salírsele las tripas por al boca, pero se defendió lanzando una patada a la entrepierna del ser que por un segundo se quedó sin respiración y lanzó un grito de dolor.

El guerrero alcanzó las cajas sin mirar el cuerpo cubierto de ratas y levantó una justo a tiempo de descargarla en la frente del hombre que quedó tendido boca arriba con cara de sorpresa aunque seguía vivo, el impacto contra el suelo había hecho que el cuchillo se clavase hasta sobresalir la punta por el pecho, de nuevo Ethan tomó una caja y la descargó contra la cabeza, la caja se hizo astillas, la sangre manaba de la cabeza abierta pero los ojos aún parpadeaban.

El mercenario se lanzó hacia la puerta con todo el peso de su cuerpo y esta estalló, perdió el equilibrio y calló por las escaleras donde perdió el conocimiento.


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lunes, 24 de noviembre de 2008

Día 4.-El hedor de la muerte

Ethan se despertó una vez más no recordaba haber dormido nada sin embargo. Trató de hacer algo de fuerza para incorporarse pero no lo consiguió, el dolor de las articulaciones y nuca era terrible, a pesar del miedo profundo, lo que en realidad sentía era hambre y sed tenía la boca pastosa de toda la noche.

Seguía sin haber ruido alguno en la estancia más que un desagradable sonido blando y pastoso, además del suave arañazo de las patas de las ratas sobre el suelo de madera.

El olor era absolutamente repugnante y con la boca amordazada a duras penas podía evitar su olfato, volvieron las nauseas pero, una vez más tubo que contenerlas pues si vomitaba se ahogaría seguro.

Tragó saliva como pudo y se dio cuenta de que le dolía la garganta especialmente.

De pronto el enmascarado volvió con su andar pesaroso, llevando la jarra y el saco, pero en vez de ir hacia él fue hacia la ventana y arrancó sin esfuerzo aparente uno de los tablones que la cubrían, el sol inundó la habitación. Ethan casi sintió que se le reconfortaban los músculos con la luz que inundó la habitación, parecía que el día se había desperado mucho más despejado que el último que recordaba el mercenario, sin embargo, como solo podía ver el cielo desde allí, seguía teniendo dudas sobre su situación, aunque todo apuntaba a que se encontraba en la posada aún.

El hombretón que parecía cojear sensiblemente de una pierna que era, ahora se dio cuenta, bastante más corta que la otra. De nuevo le apartó la mordaza, con lo que Ethan creyó que iba a perder la mandíbula, y le embutió en la boca un trozo de pan duro que sabía a moho aunque al menos había tenido la decencia de haberlo humedecido en cerveza por lo que esta vez no le iba a costar tanto masticarlo, luego le echó un chorro de agua en la boca y volvió a colocar la mordaza.

Tardó bastante en poder tragar la bola que se le hacía en la boca, pero hasta que no terminó el hombretón no dejó de mirarle, pero Ethan se dio cuenta de que casi habría sido mejor que no se hubiese apartado pues el otro hombre estaba cubierto de ratas, el suelo lleno de sangre y el estómago abierto y esparcido por el suelo, el hombretón apartó las ratas de una patada y se agachó tomando la cabeza con una mano y tirando de ella, se oyó un crujido y cuando soltó la cabeza colgaba en una postura imposible.

Acto seguido sacó las entrañas del cuerpo y las echó en el saco. Las ratas no se acercaron a pesar de que esperaban expectantes a que el hombre se marchara.

No tenía opción había de escapar de esa habitación horrible y matar a aquel hombre, pero el miedo no le dejó hacer fuerza, solo consiguió temblar en silencio para no alarmar al monstruo que se asomó u salió haciendo crujir el suelo y cerrando con suavidad.

Con un movimiento fuerte y rápido consiguió girarse un poco, aunque su hombro izquierdo parecía a punto de salirse, recordó que de joven tenía un amigo al que se le salía el hombro con cierta frecuencia y a pesar que más de una vez se había desmayado del dolor, no era algo mortal y se recuperaba en pocos días. Se retorció como pudo y con un fuerte gesto levantó parte del cuerpo y se dejó caer, hubiera preferido que le clavasen una daga en el corazón en vez de soportar ese dolor, mordió la mordaza con fuerza mientras las lágrimas le corrían por la cara; sin embargo, el hombro seguía en su sitio, el punzante dolor era tan terrible que casi perdió el conocimiento.

Una vez más repitió la operación y no pudo dejar escapar un sollozo cuando notó que su hombro no estaba en su sitio y que el brazo estaba completo a su espalda. A pesar del estruendo no debió alertar a nadie porque, cuando recuperó el ánimo, horas más tarde, con la luz del sol ya menguada y haciendo uso de sus piernas y del brazo sano se retorció hasta que una de las vueltas de al soga pasó por encima de su cabeza, el dolor era tan terrible que sentía como le bombeaba la sangre en las sienes.

Tras un rato más de esfuerzo y entre sollozos consiguí quitarse las cuerdas del cuerpo, pero seguía amordazado y atado de pies y manos y además su brazo izquierdo estaba inutilizado.

De repente, escuchó los pasos lentos y el crujir de madera, como pudo se retorció hasta tener los tobillos a la altura de las manos.


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El hombretón nunca se había quitado aquella máscara desde que se la pusieron siendo un niño babeante, él se sentía un monstruo, siempre había estado recluido, había tratado de no hacer caso a las voces que le hablaban todo el tiempo, pero eran más fuertes que él, le decían que no era un monstruo, que no se dejara pisotear, que actuase y se defendiera, que ‘El Grande’ era el verdadero dios y no esos que trataban de imponerle sus padres, él lo había visto, era un hombre deforme como él, que comía carne humana y derrotaba a sus enemigos con su tremenda fuerza, nadie podía herirle. Le había dicho que sería su heredero, su mano en la tierra.

Cuando mató a su padre y le arrancó el corazón supo que era lo mejor, que él era el bueno y que su lucha había empezado, había cerrado la posada de la que nunca se había atrevido a salir. Su madre que siempre le había repudiado fue la siguiente, la tomó el su propia capa mientras las cuencas vacías de los ojos de su padre le miraban, bañado en sangre como estaba y con la máscara como toda ropa, luego la mató con sus propias manos y la dejó tendida en la cama, no se merecía que se comiera sus entrañas, luego se había dedicado a dar caza a los huéspedes de la casa, eran a penas tres. Uno lo había tenido que matar, porque se le había enfrentado, pero los otros dos los dejó atados en el desván, pues ya tenía comida suficiente.

Poco a poco notó que necesitaba más y más comer carne humana por lo que se comió incluso a su madre, pero el hambre no arreciaba.

‘El Grande’ le dijo que estaba cerca, que pronto estaría a su lado, que obtendría su don y con él sería un semi-dios en la tierra. Pero tenía que acabar con el guerrero en combate singular, todo estaba listo, se acercaba la noche y el alcanzaría su destino. Se arrancó la máscara y se dirigió al desván, en busca de su destino, un hilillo de saliva le corría por la prominente mandíbula; tenía la cara embadurnada de sangre y el pecho descubierto, la sangre le brotaba de las heridas circulares de su pecho, no sentía dolor a pesar de que se había hecho los cortes por todo el cuerpo como le había dicho ‘El Grande’.


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viernes, 21 de noviembre de 2008

Día 3.-Encerrado

Se seguía sintiendo mal, el sabor agrio le acudía a la garganta con mayor intensidad a cada momento, poco a poco se iba acostumbrando a la postura y la falta de luz, a pesar de lo cual sentía una intensa punzada en la base de la espalda, pero lo que más le dolía era el golpe de la nuca, sentía una fuerte quemazón en las muñecas y tobillos.

Se dio cuenta de que a pesar de llevar su ropa le habían quitado el cinto con sus armas, era de esperar, pero aún tenía una esperanza en ese aspecto.

Le costaba respirar con la boca tapada, hizo un intento de soltar sus manos o sus pies de las cuerdas que le mantenían aferrado a la pared pero sin mucho entusiasmo, para evitar recibir de nuevo el latigazo de dolor de su último intento, con lo que corroboró que sus ataduras estaban suficientemente prietas.

Escuchó a lo lejos un gemido y una serie de tirones como si alguien estuviese tratando de soltarse de sus ataduras, sin duda no estaba solo en la sala, y sintió como si lo que escuchaba fuese el eco de sus propios esfuerzos.

Pasaron lo que le parecieron días antes de que nada nuevo sucediera aunque el otro, al que no podía ver, no había dejado de sollozar, había tratado de quedarse dormido ante la acongojante sensación de estar encerrado junto a un hombre en su misma situación que no le podía ayudar y que estaba sufriendo. Ethan había pasado un par de días en una celda hacía muchos años de aquello era joven y le capturaron en la Batalla de Cuarrh, en una emboscada en el valle calló toda la unidad, tuvieron que deponer las armas para no ser descuartizados pero, por suerte, sus compañeros del resto de la Legión Rogh acabaron con el ejercito del Barón Jaigler-a-Glindia y les rescataron, sin duda la situación no era tan desesperada.

Trató de mantener la calma no obstante pero no consiguió que el sueño le tomara en sus brazos, tenía la impresión de que soñar con caer por un precipicio infinito no sería tan desesperante como escuchar los sollozos de su compañero.

De pronto, se abrió un resquicio en una puerta unos metros más allá, a penas no entró más luz, pero si suficiente como para ver que efectivamente había otro hombre al otro lado de la enorme estancia que estaba casi vacía por completo, de no ser por un par de cajas que el hombre tenía a pocos metros de sus pies. Por la puerta entró un robusto hombretón con la cara tapada con un pañuelo negro con dos agujeros para los ojos, sus movimientos eran lentos y torpes, caminaba encorvado dando dos pasaos cada vez, con un ritmo torpe; llevaba en sus manos un saco pequeño y una jarra vieja y rota.

El tipo se acercó a Ethan lo suficiente para que este se diera cuenta de que tenía los brazos completamente cubiertos de antiguas quemaduras.

El otro hombre no cesaba de sollozar, así que el encorvado dejó caer el saco en el suelo y se acercó a él jarra en mano, el hombre se agachó junto al sollozante cuerpo y le susurró algo, pero los gemidos persistieron con un gruñido como toda respuesta, Ethan vio como se incorporaba el enmascarado y pisaba la cara del hombre cada vez con más fuerza mientras el otro trataba de gritar ahogado su llanto por una mordaza al menos tan prieta como la suya, ante la persistencia, el hombretón se agachó, tomó al otro de la pechera y le levantó un palo sin a penas esfuerzo para acto seguido comenzar a golpearle con toda su fuerza contra el suelo, Ethan no podía ver bien que pasaba pero los sollozos cesaron.

El enmascarado pasó las manos por la cabeza sangrante y luego las introdujo bajo el pañuelo con un suspiro que al mercenario le sonó como placer. El hombretón se acercó de nuevo a Ethan, él comenzó a temblar, pero el enmascarado solamente le apartó con fuerza la mordaza; antes de que pudiese decir nada sintió como una mano húmeda y tibia le metía algo en la boca y echaba un chorro de agua directamente de la jarra y le volvía a colocar la mordaza para marcharse con el mismo movimiento cansino.

Como pudo tragó el pan, sentía como la dura corteza le arañaba el paladar y la garganta irritada. El resto del día nada pasó, el otro atado no hacía ningún ruido. Supo que se hacía de noche porque la poca luz que entraba por el resquicio de la ventana se apagó.



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jueves, 20 de noviembre de 2008

Día 3.- La noche oscura

Ethan Abrió la puerta con cuidado, lo que no evitó que el marco crujiera con un ligero chasquido más parecido a un tenue gruñido, los pasos seguían al mismo ritmo por lo que supuso que fuera quién fuese no le había escuchado; abrió un poco más la puerta para asomarse pero el pasillo estaba completamente a oscuras, se dio cuenta de que los pasos venían de su izquierda lo cual le extraño, por allí solo podía subirse al desván que según el posadero estaba cerrado a la espera de convertirlo en habitación comunal si fuese necesario; a no ser que entrara en alguna habitación. Con sumo cuidado, para no hacer ruido, se dio la vuelta y se colgó el cinto con la espada y una daga...

De repente una respiración tal vez, menos que un susurro pero con palabras inaudibles y un silbido fugaz.

Ethan se despertó más magullado de lo que creía recordar por la pelea del día anterior y con un terrible e incesante dolor de cabeza, estaba en una habitación, atado de pies y manos y con una mordaza, tirado en el suelo. Trató de incorporarse pero se dio cuenta de que sus ataduras daban a una pared porque a penas podía moverse. Poco a poco el dolor de cabeza y cuerpo se hizo más fuerte, sentía la espalda dolorida también, sin duda por la mala postura en la que se encontraba acostado.

De repente un sonido pequeños arañazos junto a su oído, pensó inmediatamente en alguna alimaña quizá un ratón, no esperaba encontrarse con una rata enorme por lo que se sobresaltó el espasmo hizo que todo el cuerpo le doliera un poco más. La oscuridad era prácticamente completa, aunque supuso que estaba en el desván o en algún desván al menos porque notaba la pared inclinada junto a él, supuso que era de noche porque una claridad infinitesimal entraba por lo que podría haber sido un ventanuco cubierto con pesados postigos.

No sabía si estaba pasando el tiempo o simplemente la muerte se estaba deleitando con su sufrimiento. Intentó articular una palabra pero la mordaza estaba tan apretada que fue menos aún que un gemido. De repente sintió en su frente algo húmedo, ver a la rata husmeándole le hizo estremecer y movió la cabeza con fuerza hacia un lado para tratar de ahuyentar al roedor, pero este no se amilanó, sin embargo Ethan sintió que todo le daba vueltas por un segundo, el giro brusco y el golpe de la nuca le había dejado completamente mareado, de haber tenido las manos libres se las habría llevado a la cara para tratar de detener el giro de la habitación, sintió nauseas y un reflujo de bilis le acudió a la garganta, trató de toser pero no pudo y, finalmente, perdió el conocimiento.

Cuando volvió a despertarse tenía el recuerdo de esa tenue respiración, quizá susurro que le había atormentado en un sueño en el que caía a un poco infinito dando vueltas sobre si mismo, sin poder centrar su vista en ningún sitio, intuyendo asideros a los que nunca llegaba a aferrarse. Se sintió más mareado que antes. De pronto sintió el sabor ácido en la boca y quiso vomitar, pero se resistió como pudo.

Cuando la habitación parecía girar con menor velocidad dirigió su mirada al ventanuco lo cual le indujo un estado de mareo aún mayor que le obligó a cerrar los ojos para tratar de recuperar la compostura por un segundo. Por el escaso resquicio que dejaban lo que ahora veía como unos maderos que tapiaban la ventana a conciencia, vio que ahora entraba una claridad algo mayor, insuficiente para ver el final de la estancia al otro lado pero si suficiente para estimar que o estaba en la posada o le habían llevado a algún otro lugar fuera del pueblo, pues no recordaba haber visto otra casa de ese tamaño en Gatetown.


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jueves, 13 de noviembre de 2008

Día 2.- Emboscados

Una vez que hubo comprobado que los dos bandidos estaban muertos, Ethan registró los cadáveres no había gran cosa, unas pocas monedas de cobre además de la daga, la espada y la maza, las capas parecían bastante abrigadas y buenas para ocultarse por lo que también se las quitó. Tras ocultar los cadáveres un poco entre unos arbustos recogió todo haciendo un hatillo con una de las capas y volvió a la posada, la tarde seguía oscura y cada estaba empezando a soplar un aire helado, por suerte no estaba demasiado lejos porque poco antes de que llegara comenzó a llover con bastante fuerza, hacía días que las nubes amenazaban con una tormenta, pero no había llovido hasta aquel día desde que había decidido parar en Gatetown.

Tomó la decisión de ir a la ciudad al día siguiente, no le gustaba el ambiente, muchos de los mercenarios que había conocido en la batalla del Río Largo estarían allí y en verdad que si lo que esperaba era encontrar trabajo, allí tendría mucha más competencia, posiblemente también más oportunidades pero por otro lado sería más complejo encontrarlas entre las decenas de tabernas.

No tenía ganas de comer por lo que fue a su habitación y se lavó la cara y la ropa de sangre lo mejor que pudo, dejándola sobre una silla para que se secara. Sacó uno de sus libros caballerescos, El arte de la nobleza, en su juventud había sido uno de sus libros de cabecera, pero ahora solo lo leía para reírse de la exagerada visión del caballero que daba el libro. Se sentía dolorido y el día además no acompañaba por lo que en seguida se quedo dormido.

De repente escuchó un golpe y un grito, no fue muy fuerte y luego el silencio. Miró por la ventana, era noche cerrada y las nubes no le permitían ver la luna para poder saber que hora era. Parecía haber ruidos fuera de la habitación, sonaba como si alguien estuviese caminando por el pasillo, dos pasos y paraba, otros dos pasos y paraba de nuevo, de repente un golpe sordo y los pasos siguieron al mismo ritmo, haciendo crujir los tablones del suelo...


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miércoles, 12 de noviembre de 2008

Día 2.-El bosque

A pesar de ser una buena posada y estar en un pueblo no lejano a la gran ciudad de Keepersburg, llamado Gatetown, los comerciantes solían entrar por el este, no es que el bosque que rodeaba el pueblo fuese especialmente inseguro pero las conexiones por el oeste eran escasas, sin costa, ni río, ni un mercado propiamente dicho, Gatetown se mantenía viva gracias a la feria anual de la ciudad, pero por desgracia quedaban meses para que llegara la fecha.

Ethan salió un día más en dirección al bosque para hacer frente a un poco de entrenamiento con el arco, cuando llegó al claro donde solía practicar notó una presencia, alguien o algo estaba acechando, las ramas de los arbustos susurraban, era un día de muchas nubes, parecía que en cualquier momento empezaría a llover, sin embargo el viento se encontraba completamente en calma.

El mercenario decidió esperar y disimular como si no hubiese notado nada, se descolgó su arco largo y sacó tres flechas que clavó en el suelo frente a si y se preparó a disparar el arco, apuntó a la diana dibujada en el árbol y disparó, el tiro salió muy desviado perdiéndose entre los matorrales, 'Me da pena perder una flecha, pero si cree que puede atacarme al menos podré entretenerme un rato, tanto tiempo entrenando solo me va a hacer perder reflejos' pensó.

Sin embargo, a pesar de seguir notando que no todo estaba en calma, no notó más actividad que hacía un minuto. Por lo que se dispuso a disparar de nuevo, a pesar de no ser más que un guerrero en la actualidad, había sido un paladín hacía unos años, antes de que el Conde Ludward-A-Corland (Conde de Corland) decidiera magnánimamente despojarle de sus tierras y de su título de Ser Ethan-A-Krom (Guardián y Señor de Krom); por lo que sus ropas eran bastante buenas y no estaban demasiado gastadas, a pesar de todo un señor no iría al bosque sin escolta, por lo que esperar que le tomasen por un noble habría sido estúpido pero quizá si podría pasar por el hijo de algún comerciante de Keepersburg. Volvió a fallar el tiro aunque esta vez si impactó en la diana, si bien lejos del centro.

Se preparaba a tomar la tercera flecha cuando notó que no solo le acechaban por un lado si no que había al menos dos, ahora estaba seguro eran dos personas, posiblemente bandidos. Tomó la última flecha y la colocó en el arco pero no tensó la cuerda, en vez de eso, buscó con la mirada el lugar del que provenían los sonidos, giró la cabeza un par de veces antes de poder distinguir a quién le estaba espiando entre unos arbustos, no parecía muy grande y si no le había visto antes es porque estaba completamente mimetizado con los arbustos. Tensó la cuerda y apuntó al bulto.

-Vamos sal de ahí o te ensarto.

Sintió como detrás de él alguien saltó de entre los arbustos pero giró a tiempo para atravesarle un hombro con una flecha certera, el dolor despistó al bandido que falló en su agónico intento de partir en dos la cabeza de Ethan con una maza. Inmediatamente el otro hombre salió de su escondrijo con una espada corta en una mano y una daga en la otra, pero el mercenario pudo detener el ataque con el mango del arco para acto seguido golpear con el extremo en el estómago a su atacante antes de que el otro se le encarase de nuevo, lanzó una patada a la cara del de la espada, que calló al suelo ensangrentado. y con las manos en el rostro.

Poco pudo hacer para esquivar el mazazo del primer bandido que le impactó en la espalda, cerca de la columna lo que le hizo caer de rodillas, no sentía nada roto, pero al darle en la espalda había perdido la sensibilidad medio segundo y había perdido el equilibrio.

El nuevo envite del hombre de la maza lo esquivó rodando pro el suelo lo que le dio tiempo a sacar una daga de su vaina y lanzarla certeramente al cuello del hombre, todo había pasado en pocos segundos pero ahora tenía que enfrentarse al tipo de la espada, la sangre manaba sin cesar de su nariz pero seguía enarbolando espada y daga frente a él. 

Una vez más Ethan rdó por el suelo tratando de alejarse lo suficiente como para ponerse en pie, pero el bandido cayó sobre él propinándole una tremenda patada en el abdomen, el guerrero sintió como se encovaba sobre si mismo muy a su pesar para recibir una nueva patada de inmediato, sabía que no habría más que lo próximo que sentiría era la espada  por lo que hincó una rodilla en el suelo y se lanzó sobre su atacante agarrándole de las muñecas. Con un par de golpes el bandido soltó la daga y Ethan lanzó su mano derecha en su busca mientras mantenía la diestra, la de la espada agarrada con la izquierda. El bandido lanzó su puño a la cara del guerrero que lo recibió como pudo, pero este no se rindió y soltando al hombre se lanzó sobre la daga. Para levantarla a tiempo de desviar la espada del bandido. Ese era su momento, con un movimiento de abajo a arriba clavó la daga por debajo del mentón del bandido que calló inerte a su lado.

martes, 11 de noviembre de 2008

Día 1.-Bienvenidas

'El tiempo pasa despacio cuando no tienes nada que hacer' Pensó Ethan.

Hacía varios días que descansaba en la misma posada, realmente el ambiente era muy tranquilo, no es que esperase una pelea ni nada por el estilo, pero la verdad es que desde que había terminado la guerra no había hecho más que vagar, no es que eso le molestase especialmente pero el sueldo del mercenario no le permitiría sobrevivir mucho más tiempo a pesar de que se había empezado a quitar de ciertos lujos como, por ejemplo, comer más de dos veces al día.
Para matar el aburrimiento había adoptado una disciplina casi militar, cada día tras levantarse, comía algo, rescatado de la cena de la noche anterior, normalmente un trozo de pan duro y, a caso, un poco de mantequilla. Luego se aseaba y dedicaba un par de horas a entrenarse con la espada y el escudo o con la vara que siempre le acompañaba. Tras acabar su entrenamiento caminaba por la calle un rato hasta alcanzar el bosque dónde entrenaba otro poco, esta vez con el arco.
A primera hora de la tarde comía algo ligero para dedicarse acto seguido a limpiar su armadura y espada con grasa. Leer un poco o pasear finalizaban las actividades de su día para después cenar.
El día anterior había conocido a un tipo, era el herrero que al ver su decorada espada decidió acercarse a tomar algo con él y charlar. Pero aquel día no había aparecido y ya iba siendo hora de irse a dormir.


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